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Investigaciones arqueológicas e históricas en Casabindo

Archaeological and historical investigations in Casabindo

Pesquisas arqueológicas e históricas em Casabindo

María Ester Albeck
Universidad Nacional de Jujuy, Argentina

Investigaciones arqueológicas e históricas en Casabindo

Revista del Museo de La Plata, vol. 4, núm. 1, 2019

Universidad Nacional de La Plata

Recepción: 01 Junio 2018

Aprobación: 01 Septiembre 2018

Resumen: El propósito de este trabajo es presentar una síntesis de las investigaciones arqueológicas desarrolladas en Casabindo, Puna de Jujuy, durante casi 40 años y temas asociados que corresponden a otras disciplinas: Etnohistoria, Historia colonial, Antroponimia, Historia oral y Genética. Los estudios arqueológicos incluyen tecnología agrícola, arquitectura y organización espacial de poblados arqueológicos, unidades y áreas de actividad domésticas, cronología, cerámica y arte rupestre, entre otros. Las investigaciones permiten proponer vínculos entre la sociedad prehispánica que ocupaba el área, los pobladores coloniales y republicanos y los habitantes actuales del mismo espacio.

Palabras clave: Puna de Jujuy, Período Intermedio Tardío, Casabindos coloniales, Antroponimia.

Abstract: This papersummarizes nearly forty years of continuous archaeological investigations in Casabindo, Puna de Jujuy, an altiplano-like landscape in Northwestern Argentina. The archaeological studies deal mainly with agricultural technologies, architecture, settlement organization, domestic spaces and activities, chronology, ceramics, and rock art. Associated studies comprise ethnohistory, colonial history, anthroponimics, oral history and genetics. These investigations allow hypotheses of relationships between the prehispanic peoples, the colonial and republican societies and the modern inhabitants of the area.

Keywords: Puna of Jujuy, Late Intermediate Period, Colonial Casabindos, Anthroponimics.

Resumo: O objetivo deste trabalho é apresentar uma síntese das pesquisas arqueológicas desenvolvida em Casabindo, Puna de Jujuy, por quase 40 anos, e temas associados que correspondem a outras disciplinas: Etnohistória, História Colonial, Antroponímia, História Oral e Genética. Os estudos arqueológicos incluem tecnologia agrícola, arquitetura e organização espacial de sítios arqueológicos, unidades e áreas de atividade domésticas, cronologia, cerâmica e arte rupestre, entre outros. As pesquisas permitem propor ligações entre a sociedade pré-hispânica que ocupava a área, os habitantes coloniais e republicanos e os habitantes atuais do mesmo espaço.

Palavras-chave: Puna de Jujuy, Período Intermediário Tardio, Casabindos Coloniais, Antroponímia.

Introducción

Casabindo es una localidad ubicada en la Puna de Jujuy cuyo interés arqueológico abarca más de un siglo. Se trata de un espacio que estuvo habitado en tiempos prehispánicos por una importante población, cuyas características la distinguían de las demás sociedades aledañas (Krapovickas 1968; Albeck & Ruiz 2003). Se los conoce como casabindos (Krapovickas 1978), nombre que provino del lugar de residencia ancestral donde además fueron reducidos como grupo encomendado durante la etapa colonial (Sica 2006), y su identidad recién se diluyó a mediados del siglo XIX (Alfaro 2010).

Los estudios arqueológicos realizados ponen en foco la relevancia de esta sociedad (Albeck 2010) que entronca con los grupos etnohistóricos e históricos de la Puna (Krapovickas 1984), permiten construir un relato sobre su devenir y rescatar la presencia de sus descendientes en diferentes espacios de la provincia de Jujuy y el resto de la Argentina (Alfaro 2010).

El objetivo de este trabajo es una puesta al día de los diferentes estudios arqueológicos realizados para el área de Casabindo desde la década del ´80 (entre otros Albeck 1993; Basso 2014; Chorolque 2005; Dip 2001; Tolaba 2011; Zaburlín 1998, 2015) y sobre los grupos humanos asentados allí desde que empezaron los registros escritos, a mediados del siglo XVI (Martínez 1998; Palomeque 2006), hasta inicios del tercer milenio (Alfaro et al. 2005; Albeck et al. 2007).

Casabindo despertó tempranamente el interés de arqueólogos y coleccionistas. La riqueza de los ajuares funerarios estuvo sustentada en la modalidad de las inhumaciones, depositadas en construcciones de piedra y barro en aleros u oquedades rocosos que, sumados al clima frío y seco, permitieron la conservación excepcional de materiales normalmente perecederos. Desde fines del siglo XIX se registran colecciones de materiales procedentes de Casabindo (Ambrosetti 1901, 1902; Lehmann Nitsche 1902). En 1893 Max Uhle realizó estudios en “Pueblo Viejo de Tucute” (Seler 1894), a principios del siglo XX, la Expedición Sueca liderada por Erland Nordenskjöld (von Rosen 1904) también recuperó material arqueológico en Casabindo y, con posterioridad, Casanova (1938).

A mediados del siglo XX, Bennet y otros consideraron los materiales puneños depositados en Museos de la Argentina, muchos de los cuales eran de Casabindo y, a partir de su análisis, definieron el “Puna complex” (Bennett et al.1948), en tanto la mayor parte de los materiales era de tipo perecedero y la cerámica no presentaba atributos que les permitieran elaborar una cronología siguiendo criterios estilísticos como para el resto del Noroeste argentino. En la década de 1960, Krapovickas definió un Área de Casabindo, subdividida en dos momentos, preincaico e incaico (Krapovickas 1968). Posteriormente Alfaro de Lanzone (1983, 1988) se ocupó de Sayate, al norte de Casabindo, y efectuó algunas prospecciones en el área de Río Negro, al sur.

Los estudios tratados en esta síntesis abarcan casi cuatro décadas de investigaciones en Casabindo (Departamento de Cochinoca, Provincia de Jujuy). Se iniciaron en 1980 con el objetivo de caracterizar los sistemas agrícolas prehispánicos[i] y con posterioridad se desarrolló el registro y análisis de los sitios de vivienda[ii]. A partir de 1983 se encararon excavaciones en diversos asentamientos arqueológicos y desde la década de 1990, apoyados por un incipiente equipo, ahora consolidado, se dio continuidad a las investigaciones que prosiguen hasta la actualidad. Los estudios fueron llevados a cabo en el marco de diferentes proyectos y financiados por CONICET, ANPCYT y SECTER- UNJu[iii], han servido para la elaboración de tesis de Licenciatura y Doctorado[iv] y varios temas han sido desarrollados en becas de investigación[v].

La gran riqueza arqueológica existente en la zona de Casabindo demandó la realización de distintas actividades como análisis aerofotográfico, prospecciones extensivas e intensivas, recolección de materiales de superficie, muestreos estratificados, sondeos exploratorios en áreas habitacionales, relevamientos planimétricos, excavaciones de unidades residenciales completas, fechados radiocarbónicos, registros de arte rupestre, análisis de materiales recuperados y otras.

Entre los temas abordados desde la Arqueología se considera: caracterización ambiental (Albeck 1992, 1993; Robles & Albeck 1996), tecnología agrícola e hidráulica (Albeck 1984, 1993, 1995, 2011, 2016; Albeck et al. 2007), sistemas de pastoreo (Zaburlín 1998; Albeck 1993), espacios de asentamiento (Albeck 1993), patrones arquitectónicos (Albeck et al. 1998; Dip 2001, 2005; Tolaba 2011), organización del espacio en poblados arqueológicos (Albeck et al. 2001), cronología (Albeck & Zaburlín 2008), percepción del espacio (Albeck & Zaburlín 2007; Albeck et al. 2018), descripción de espacios rituales y simbólicos (Albeck et al. 2007), definición de unidades domésticas (Albeck et al. 1996; Basso 2014; Basso et al. 2016; Dip 2001), áreas de actividad doméstica (Albeck 1997, 1999; Basso 2014; Basso et al. 2010; Basso et al. 2016), arquitectura como indicador de etnicidad (Albeck et al. 1999; Albeck 2007a), vínculos interregionales (Albeck 2007b; Albeck & Ruiz 1999; Albeck et al. 2005; Zaburlín 2015), territorio prehispánico (Albeck 2003), análisis faunístico (Albeck & Zaburlín 1996), análisis cerámico (Albeck et al. 1995; Dip 2001; Basso 2014; Zaburlín 2015), análisis palinológico (Lupo et al.2007, 2011), y registro de arte rupestre (Chorolque 2005; Ruiz et al. 2007; Albeck et al. 2018).

Con el correr de los años se incorporaron temas de investigación correspondientes a líneas disciplinares ajenas a la Arqueología, por ejemplo Etnohistoria (Palomeque 2006; Palomeque & Tedesco 2014), Historia colonial temprana (Albeck & Palomeque 2009), Toponimia (Albeck 2000, 2008-10), Antroponimia (Albeck et al. 2001,2007; Alfaro 2010;Alfaro et al. 2005;Alfaro & Albeck 2009), Historia oral (Arévalo & Albeck 2015), y Genética (Alfaro et al. 2013). El cúmulo de información obtenido y su integración permite empezar a delinear parte de la historia prehispánica, no sin contradicciones y replanteos recurrentes (Albeck 2010), y relacionarla con la colonial, republicana y actual.

Al iniciar las investigaciones en la década del ´80, y atentos a la bibliografía arqueológica existente en ese momento, para Casabindo se mencionaban tres sitios arqueológicos (Madrazo & Ottonello 1966) que resultaron ser un único poblado arqueológico “Sorcuyo” (Casanova 1938), de vaga ubicación, en tanto el nombre no era reconocido por los pobladores locales. Las prospecciones pedestres y el análisis aerofotográfico han permitido identificar numerosas áreas de cultivo arqueológico, otros cinco poblados, varios asentamientos menores y diferentes tipos de vestigios arqueológicos como caminos, lugares de almacenamiento, sectores de inhumación, espacios y elementos simbólicos, pinturas y grabados rupestres, etc.

Ambiente y área de estudio

Casabindo se encuentra en el Departamento de Cochinoca en la Provincia de Jujuy (Figura 1), en una región perteneciente a la unidad morfoestructural de la Puna (Coira 1979). Comprende numerosas quebradas, labradas por cursos de agua que bajan por el faldeo oriental de la Serranía de Casabindo y abarca una gran diversidad de pequeños ambientes locales determinados por la cota altitudinal, la exposición solar, el grado de protección, la disponibilidad de agua y el sustrato geológico.

Ubicación del área de estudio
Figura 1
Ubicación del área de estudio

Se diferencian dos grandes unidades orográficas, la serranía de Casabindo, un sector de erosión, y el bolsón de Miraflores-Guayatayoc, un área de depositación sedimentaria. Los picos más elevados corresponden al Cerro Casabindo (5029 msnm), Cerro Alto Laguna (5000 msnm) y el Cerro Toco (4790 msnm) que integran el borde del cráter de un antiguo volcán (Coira 1979). La parte baja determina una gran planicie con un suave buzamiento hacia el río Miraflores (3400 msnm), el colector principal.

En el relieve dominan las formaciones volcánicas pertenecientes al Cenozoico (acumulaciones piroclásticas de la Fm. Vicuñahuasi, los mantos ignimbríticos de la Fm. Zapaleri y en extensiones reducidas la Fm. Doncellas). Se reconocen, además, afloramientos pertenecientes al Paleozoico (Fm. Acoite). La Fm. Vicuñahuasi apoya sobre la Fm. Doncellas, integra las máximas alturas y se halla cubierta parcialmente por la Fm. Zapaleri (Coira 1979) que determina escarpadas mesetas recortadas por la erosión que dan lugar a sistemas de elevados farallones verticales.

La totalidad de los cursos de agua pertenece a la cuenca imbrífera de la Laguna de Guayatayoc. Los arroyos principales (Potrero, Tarante, Tucute) nacen de vertientes en lo alto de la serranía, mientras que los demás surgen en las partes medias y bajas del faldeo, gran cantidad de los cuales son de régimen temporario. La existencia de agua permanente en gran parte del sector montañoso sumada a la escasa profundidad de la capa freática en el bolsón habilita la instalación humana en gran parte del área de estudio, sirve para consumo humano, de abrevaderos para el ganado y riego para los cultivos.

El clima es frío y seco, con gran amplitud térmica diaria y una intensa radiación solar, las mayores oscilaciones térmicas se dan en el fondo del bolsón. Los vientos son variables y poco intensos, excepto en las grandes alturas. Las precipitaciones anuales varían entre 150 y 350 mm (Bianchi 1981) y tienen lugar durante el verano entre noviembre y marzo; la caída de nieve es escasa y ocasional. La fauna corresponde a las Provincias Altoandina y Andina (Cabrera & Willink 1973) y la flora incluye las provincias Altoandina y Puneña, ambas del Dominio Andino Patagónico (Cabrera 1976).

Si se considera el aprovechamiento del ambiente en la actualidad se pueden distinguir cuatro grandes unidades, correspondientes a otros tantos niveles altitudinales, que se extienden desde la cota mínima del fondo del bolsón de Guayatayoc hasta la cima del cerro de Casabindo (Albeck 1993, Zaburlín 1998). Este rango altitudinal de 1500 metros es aprovechado de manera cualitativamente diferente y con distintos grados de intensidad (Figura 2).

Vista de parte de la serranía de Casabindo donde
    se aprecia la franja de ocupación humana, desde los pastizales de la parte
    baja hasta las vegas de altura. En la franja intermedia, las áreas de
    cultivo prehispánico
Figura 2
Vista de parte de la serranía de Casabindo donde se aprecia la franja de ocupación humana, desde los pastizales de la parte baja hasta las vegas de altura. En la franja intermedia, las áreas de cultivo prehispánico

El piso del bolsón comprende las planicies de relleno sedimentario donde los cerros que sobresalen (inselberg), carecen de cursos permanentes y solo se observan escasas vertientes. No existe agua en superficie, exceptuando algunas lagunas estacionales poco importantes, pero la capa freática se ubica a escasa profundidad y puede ser alcanzada a través de pozos. Ottonello & Krapovickas (1973) denominan a este sector "fondo de cuencas". El patrón vigente es exclusivamente pastoril y se aprovechan los pastos que nacen luego de las precipitaciones estivales. Dada la naturaleza de la topografía, el bajo es utilizado para el emplazamiento de rutas y caminos.

El piso serrano inferior se extiende desde la desembocadura de los pequeños arroyos que bajan de la serranía hasta la cota máxima en que se registran evidencias de cultivos, varía de una quebrada a otra y en muchos casos es inexistente. Esta franja es apta para el desarrollo de prácticas agrícolas y coincide, en parte, con los queñoales, el ambiente más cálido de la puna (Ruthsatz & Movia 1976) y, desde el punto de vista climático, el más adecuado para la siembra. En este sector se encuentra el grueso de los asentamientos humanos, tanto los prehispánicos como los recientes. Las vegas próximas a los arroyos y en terrenos de escasa pendiente, poseen gran valor forrajero. Este piso y el que se describe a continuación comprenden lo que Ottonello & Krapovickas (1973) denominan “faja óptima”.

El piso serrano medio se extiende por encima del sector con cultivos hasta la cota máxima en que se encuentran los puestos de pastoreo. Esta cota no es estable pero se encuentra alrededor de los 4100 msnm. La importancia de este sector reside en la presencia de numerosas vegas formadas por las vertientes y arroyos de la sierra, que dan lugar al crecimiento de plantas permanentes. Estos pastos de vega de altura son aprovechados en la temporada invernal, cuando ya se han agotado los pastizales del bajo que prosperan con las lluvias del verano.

El piso serrano superior se extiende desde donde se registran las áreas de pastoreo más elevadas hasta las cumbres de la serranía. Corresponde al "sector cuspidal" de Ottonello & Krapovickas (1973). La presencia humana en este espacio debió ser siempre ocasional, en tránsito hacia el oeste por los pasos de altura. No obstante, este piso es de fundamental importancia para la economía de la zona, si se considera su función como captor de humedad, dado lo elevado de la serranía, recibe el remanente pluvial que logra traspasar la barrera serrana oriental (Bianchi 1981). Las aguas meteóricas se infiltran para dar nacimiento a los numerosos cursos que nacen de la serranía a partir de las vertientes y permiten el desarrollo de la actividad humanaconcentrada en partes menos elevadas.

Ocupación arqueológica

La ocupación prehispánica de Casabindo se remonta a los cazadores-recolectores (Zaburlín 1998), si bien los vestigios son esporádicos y no se ha encarado su estudio de manera sistemática. En las partes bajas cercanas a vegas, donde rigen procesos de acumulación sedimentaria, se registra la presencia en superficie de artefactos líticos vinculados con las tradiciones Ayampitín y Saladillo (González 1960, Cigliano 1968). Se trata de puntas de proyectil foliáceas, grandes y gruesas con retoques bifaciales o unifaciales elaboradas sobre basalto, se observan además puntas foliáceas y triangulares medianas y pequeñas (Zaburlín 1998). Sin desconocer la importancia de las primeras sociedades humanas de economía extractiva que ocuparon el área, en nuestras investigaciones se han priorizado los grupos agropastoriles y en particular los correspondientes al segundo milenio DC.

Los poblados prehispánicos considerados aquí son seis, el de mayor tamaño es Pueblo Viejo de Tucute (Tu-1), seguido por Pueblo Viejo de Potrero (Po-2), los demás corresponden a Ojo de Agua (OjA-1), Capinte (Cap-1), Calaverioj (Cal-1 S) y Toraite (To-1) (Figura 3). Los únicos vestigios que podrían asimilarse al Formativo son los identificados en los niveles inferiores de Calaverioj (Cal-1 I) (Albeck & Zaburlín 2008) y algunos recintos circulares dispersos en la Quebrada de Potrero (Po-1) que no han sido estudiados (Albeck 1993). Es probable que un recorrido riguroso de cobertura total permita identificar otros asentamientos pertenecientes al primer milenio. En prospecciones sistemáticas con muestreo estratificado se han reconocido muchos lugares de ocupación menores, básicamente puestos pastoriles de uso redundante desde momentos prehispánicos hasta épocas actuales o recientes (Zaburlín 1998). Un pequeño asentamiento de recintos circulares (Li-1) brindó fechas correspondientes a épocas coloniales y modernas (Albeck & Zaburlín 2008); los demás poblados arqueológicos cuentan con fechados propios del segundo milenio.

A continuación nos referiremos a los poblados más importantes y desarrollaremos en detalle la información obtenida para Pueblo Viejo de Tucute, el mayor sitio del área y, a todas luces, el asentamiento preincaico de los pobladores coloniales, que denominamos casabindos.

Ubicación de los asentamientos prehispánicos en Casabindo.
Figura 3.
Ubicación de los asentamientos prehispánicos en Casabindo.

Pueblo Viejo de Potrero(Po-2)

Al noroeste de Casabindo, Pueblo Viejo de Potrero se emplaza sobre un amplio fondo de valle de pendiente suave, cubierto por extensos terrenos agrícolas de diferentes tipos (canchones, terrazas y andenes). Es de fácil accesibilidad y corresponde a un asentamiento denso, sin defensas, con recintos rectangulares de diferentes tamaños, adosados unos a otros formando una compleja red, que funcionaron como viviendas, patios y lugares de almacenaje (Figura 4). Correspondería a un poblado aglomerado sin defensas (Madrazo & Ottonello 1966). Solo se ha relevado una parte, tal vez menos del 50%, el resto (E y SE) ha sido desmantelado por instalaciones posteriores (Albeck 1993; Albeck et al. 1995, 2001).

Planos de Potrero, Capinte, Ojo de Agua y Calaverioj.
Figura 4.
Planos de Potrero, Capinte, Ojo de Agua y Calaverioj.

Capinte (Cap-2)

Es un poblado de tipo semiconglomerado ubicado al oeste de Casabindo, aguas arriba de la quebrada de Capinte y a 2 km de Pueblo Viejo de Potrero, en una amplia abertura entre los farallones verticales que separan a las quebradas de Tarante y Potrero. Se halla limitado por paredones rocosos al este y al oeste pero se puede acceder fácilmente desde las quebradas linderas. Las construcciones son de planta circular y cuadrangular de tamaño mediano y grande. Los recintos cuadrangulares medianos han sido construidos con pirca doble y es probable que correspondieran a las viviendas, mientras que los recintos grandes, de trazado rectilíneo o algo curvo, se hallan levantados con pirca simple. El patrón cuadrangular encubre recintos de planta circular de pirca simple que presentan baja visibilidad. La destrucción parcial del sitio para la instalación de corrales no permite un análisis más detallado desde la superficie.

Se ha realizado un sondeo en el sector central del antiguo poblado que brindó escaso material arqueológico; un fechado radiocarbónico ubicaría la ocupación en el siglo XIV (Albeck & Zaburlín 2008).

Tabla 1.
Dataciones obtenidas en el área de Casabindo.
Sitio Procedencia Sigla Edad C-14 convencional AP Material Método Fecha de datación Fuente
Calaverioj Cal-1 I (25-50) LuS 6735 530 ± 50 carbón ams 2006 Albeck & Zaburlín 2008
Calaverioj Cal-1 S (95-105) LuS 6734 1330 ± 50 carbón ams 2006 Albeck & Zaburlín 2008
Capinte Cap-2(35-40) LuS 6738 625 ± 50 óseo colágeno 2006 Albeck & Zaburlín 2008
Liristi R1 LP-548 240 ± 60 carbón C14 1994 Albeck & Zaburlín 2008
Ojo de Agua R3-fogón LP-1520 680± 70 carbón C14 2004 Dip 2005
P.V. de Potrero R1-C2(30-50) LP-2020 460 ± 90 carbón C14 2008 inédito
P.V. de Potrero R1-C2(30-50) AA100155 557±46 óseo colágeno 2012 inédito
P.V. de Potrero R4 -C1 (35-40) LP-519 850 ± 50 carbón C14 1994 Albeck et al. 1999
P.V. de Potrero R4- N7 LP-2773 460 ± 50 carbón C14 2013 inédito
Toraite R3 LuS-6736 635 ± 50 carbón ams 2006 Albeck & Zaburlín 2008
P.V. de Tucute Tu4-N4 LP-1653 530 ± 70 colágeno C14 2005 Albeck & Zaburlín 2008
P.V. de Tucute PS1 N3 LP-2029 640 ± 80 óseo C14 2008 inédito
P.V. de Tucute montículo E3N2 LP-1776 810 ± 70 carbón C14 2006 inédito
P.V. de Tucute 1 montículo E2N1 LP-2000 570 ± 50 paja carbonizada C14 2008 inédito
P.V. de Tucute PcM S1 E/3 AA100160 602± 45 carbón ams 2013 inédito
P.V. de Tucute R0 LuS-7357 505 ± 50 colágeno ams 2007 inédito
P.V. de Tucute R1-C1byCII LP-1480 640 ±70 colágeno C14 2004 Albeck 2007
P.V. de Tucute R1-entierro a LuS-6737 589 ± 30 colágeno ams 2006 inédito
P.V. de Tucute R1-fogón LP-506 910 ± 60 carbón C14 1994 Albeck & Zaburlín 2008
P.V. de Tucute R1-S27P9 entierro b LuS-7358 810 ± 50 colágeno ams 2007 inédito
P.V. de Tucute R1-S2P2 LP-500 680 ± 50 carbón C14 1994 Albeck 1999
P.V. de Tucute R1-S3.P3yP4 LP-599 670 ± 60 colágeno C14 1995 Albeck 1999
P.V. de Tucute R2- C1N/V AA100156 682 ± 49 óseo colágeno 2013 inédito
P.V. de Tucute R3- entierro LuS-7356 855 ± 50 colágeno ams 2007 inédito
P.V. de Tucute R3-E2 LP-2849 500 ± 50 colágeno C14 2013 inédito
P.V. de Tucute R3-E3 LP-1798 1000 ± 70 carbón C14 2007 Albeck & Zaburlín 2008
P.V. de Tucute R4- N/IV AA100162 620± 45 óseo colágeno 2013 inédito
P.V. de Tucute R4-C1 LuS-7355 795 ± 85 colágeno ams 2007 inédito
P.V. de Tucute R5-N11 LP-1696 740 ± 60 carbón C14 2005 Albeck & Zaburlín 2008
P.V. de Tucute R5-N7 LP-1715 850 ± 60 carbón C14 2006 Albeck & Zaburlín 2008
P.V. de Tucute R6-E/1 AA100158 814± 38 carbón ams 2013 inédito
P.V. de Tucute R7- E3 AA100157 760± 46 óseo colágeno 2013 inédito
P.V. de Tucute R9-PS.N5 LP-1816 530 ± 60 colágeno C14 2007 Albeck & Zaburlín 2008
P.V. de Tucute SA-3 E/4 AA100161 569± 38 carbón ams 2013 inédito
P.V. de Tucute P1- NO AA100163 618± 43 organic ams 2013 inédito
P.V. de Tucute R11- E2 AA100164 879± 73 carbón ams 2013 inédito

Ojo de Agua(OjA-1)

Sobre un promontorio rocoso bajo, se encuentra Ojo de Agua, un pequeño asentamiento ubicado en el acceso al poblado moderno de Casabindo. Se trata de un sitio conglomerado que presenta un emplazamiento estratégico al dominar visualmente gran parte del Bolsón Miraflores-Guayatayoc y el acceso hacia las áreas agrícolas más importantes, no obstante, carece de características defensivas, a menos que las piedras hayan sido reutilizadas en el pircado de los potreros modernos adyacentes. Los recintos son de planta rectangular de tamaño grande, mediano y pequeño, construidos con la ignimbrita local (Dip 2001). Los recintos rectangulares medianos corresponden a viviendas y son de pirca doble y argamasa; los pequeños probablemente oficiaron para almacenamiento; los mayores muestran plantas irregulares o poligonales. Las unidades domésticas pudieron estar integradas por una o más habitaciones asociadas a un patio.

Por la parte más elevada y a lo largo del eje este-oeste se reconoce una amplia vía de circulación. Sendas menores unen los espacios del asentamiento de mayores dimensiones limitados por construcciones y también podían servir de accesos desde la parte baja. En el sector occidental del sitio se observa un gran recinto comunicado con el exterior que probablemente haya sido un corral.

Se excavaron dos recintos medianos, uno completo, y un sondeo exploratorio en uno grande (Dip 2001). Se cuenta con un fechado radiocarbónico que ubicaría al poblado en el Intermedio Tardío (Albeck & Zaburlín 2008).

Calaverioj (Cal-1)

Hacia el sur de Casabindo se ubica este asentamiento en un amplio sector de vega, encerrado entre afloramientos rocosos con escasa visibilidad del entorno. Los alrededores se hallan cubiertos por andenes de cultivo y aparece una gran cantidad de cuevas tapiadas que contuvieron restos óseos humanos. Las antiguas viviendas son de planta rectangular de tamaño mediano y grande construidas con las rocas del lugar (Albeck & Zaburlín, 2008). Se trata de un sitio semiconglomerado en el cual se distinguen dos sectores diferentes. En el extremo sur los recintos, de planta rectangular, presentan trazados algo irregulares y ángulos redondeados, en los sectores central y este las paredes son rectilíneas con ángulos marcados y los recintos grandes presentan planta poligonal (Figura 4). El sector norte se encuentra totalmente destruido por el uso de las piedras en la construcción de pircas modernas. En el sector central corre un sendero sobrelevado contra el cual se apoyan algunos recintos y en el borde de la vega que limita al sitio por el este se observan tramos de un muro perimetral. En este sitio solo se ha realizado un pequeño sondeo exploratorio en un recinto de planta rectangular, en cuya base se observó la presencia de un segmento de pared de una estructura de planta circular.

Se han obtenido dos fechados para este sitio. Los niveles superiores (Cal-1 S) corresponderían a inicios del siglo XV y los niveles inferiores (Cal-1 I), asociados con cerámica San Pedro Negro Pulido (Tarragó 1968), al siglo VII (Albeck & Zaburlín 2008).

Toraite (To-1)

Imagen de Google Earth. Se
    aprecia el emplazamiento de Toraite en relación a Pueblo Viejo de Tucute y
    se señala el escalón topográfico
Figura 5
Imagen de Google Earth. Se aprecia el emplazamiento de Toraite en relación a Pueblo Viejo de Tucute y se señala el escalón topográfico

Se ubica a 1 km de Pueblo Viejo de Tucute sobre una mesada rocosa entre las quebradas de Tucute y Toraite. Este sitio fue identificado en las fotografías aéreas, nada hace suponer la existencia de un asentamiento en un espacio como el que ocupa (Figura 5). El poblado es de tipo semiconglomerado, limitado por un muro perimetral de trazado redondeado, y consta de un conjunto de recintos circulares, aunque con una modalidad constructiva algo diferente a la de Pueblo Viejo de Tucute, asociado a espacios limitados por pircas rectilíneas. Los recintos presentan puertas con jambas y el material arqueológico es muy escaso. Toraite se ubica en una posición de dominio desde lo alto, por encima de un escalón topográfico sobre el arroyo de Tucute, que limita marcadamente el ascenso hacia el poblado arqueológico. Lo consideramos vinculado con Pueblo Viejo de Tucute.

Se cuenta con un fechado radiocarbónico que lo ubica en el siglo XIV (Albeck & Zaburlín 2008), coincidente con la última etapa de ocupación de Tucute (Tabla 1).

Pueblo Viejo de Tucute (Tu-1)

Corresponde al pueblo prehispánico de mayor magnitud en la región, reviste además, características particulares que no permiten vincularlo con los demás asentamientos arqueológicos del Noroeste argentino, si bien existen dos pequeños asentamientos identificados recientemente en el área de Coranzulí al oeste de Casabindo: Candado y Yerbaijo en Canalita (Rivet 2018). Los demás sectores puneños, la Quebrada de Humahuaca, los valles y quebradas ubicados al sur (Toro y Calchaquí) y el área atacameña no ofrecen asentamientos con características comparables. Tan solo para el extremo sur de la cuenca altiplánica (Lipes) se han descripto poblados arqueológicos con arquitectura afín aunque no idéntica (Nielsen 2010; Vaquer 2006). El emplazamiento, arquitectura, tamaño, organización del espacio y otras particularidades permiten discriminarlo como algo único en la arqueología argentina y han llevado a plantear que sus raíces se relacionan con el Altiplano peruano-boliviano (Albeck 2007a, 2010; Gisbert 1988).

Antecedentes

Pueblo Viejo de Tucute también se conoce localmente como Pueblo Viejo (a secas), Pueblo Viejo de Casabindo o Antigal de Río Negro. En la literatura arqueológica corresponde a Pueblo Viejo de Tucute (Seler 1894; Bregante 1926), Pueblo Viejo y Sorcuyo (Boman 1908, p.611). En trabajos anteriores se ha hecho una extensa referencia a estas confusiones en los nombres (Albeck 1999, pp.143-147) que llevaron a Boman y a investigadores posteriores a considerar a este poblado arqueológico como dos y aún tres sitios diferentes (Casanova 1938; Madrazo & Ottonello 1966, pp.18-20).

Von Rosen fue el primer investigador que hizo referencia a la arquitectura de Pueblo Viejo de Tucute, aunque no indica nombre alguno para el antiguo poblado. No obstante, su mención a la presencia de viviendas de planta circular, a las dimensiones del sitio y una fotografía que muestra los andenes de Puerta de Tucute, nos permiten inferir que se trataba, en efecto, del que consideramos aquí (von Rosen 1904). Boman no visitó el sitio personalmente, sin embargo, hace referencia a las dimensiones, emplazamiento y al material de construcción, transmitidos por su informante, el cura de Cochinoca, comenta además lo publicado por von Rosen y cree que se trata de poblados diferentes (Boman 1908).

Casanova visitó el sitio en la década del ’30, principalmente con el objeto de rescatar materiales arqueológicos depositados en las chullpas que rodean al antiguo asentamiento. Hizo referencia al acceso al sitio, su emplazamiento, al sistema defensivo ubicado sobre el talud que conduce al Pucará y a algunos de los sectores de edificación (Figura 6). Sin embargo, no logró apreciar la verdadera dimensión del poblado arqueológico al confundir los niveles aterrazados más bajos con andenes de cultivo. Con posterioridad, y hasta fines del siglo XX, los investigadores citaron la información brindada por Casanova, en tanto no hubo otros datos de primera mano, hecho que se sumaba a las aludidas confusiones en la denominación (Albeck 1999) y a un error en su ubicación (von Rosen en 1904 indica que el sitio visitado se encuentra 8 kilómetros al noroeste del poblado de Casabindo, siendo que se ubica al sudoeste).

Vista del sector más elevado de Pueblo Viejo de Tucute
y el Pucará.
Figura 6.
Vista del sector más elevado de Pueblo Viejo de Tucute y el Pucará.

En síntesis, el sitio se describía como un pucará con un poblado al pie compuesto principalmente por viviendas de tamaño reducido de planta rectangular y la presencia de algunos recintos circulares (Madrazo & Ottonello 1966,p.19; Krapovickas 1968,p.256).

Estudios realizados

La primera visita a Pueblo Viejo de Tucute se hizo en 1980, sin sospechar siquiera que se trataba del Sorcuyo de Casanova. La sugerencia criteriosa de Krapovickas que Sorcuyo y Pueblo Viejo de Casabindo eran un mismo sitio, fue comprobado en el campo con las imágenes reproducidas en el trabajo de Casanova y permitieron establecer la identidad entre ambos (Albeck 1999). La descripción de este último autor fue tomada entonces como valedera.

A partir de 1983 se realizaron sondeos en recintos domésticos y la excavación de una habitación completa (entre 1986 a 1988). No obstante, recién con el relevamiento planimétrico se empieza a vislumbrar, en parte, la magnitud del antiguo poblado, aunque se dudaba todavía del vínculo entre el poblado (Tu-1) y el Pucará (Tu-2) (Albeck 1999, p.155).

El relevamiento y las excavaciones, sumados a una nueva revisión de la bibliografía previa, permitieron definir a Pueblo Viejo de Tucute como un sitio único para el Noroeste argentino y plantear un origen ajeno a las demás sociedades del Intermedio Tardío-Desarrollos Regionales de la región. Se postulaba, así, una identidad étnica distintiva (Barth 1970) para los moradores de este poblado, diferente de los otros grupos prehispánicos contemporáneos conocidos para la puna (Albeck et al.. 1999), básicamente por la inusual presencia de viviendas de planta circular para dicho período en el Noroeste argentino, aunque no para áreas más septentrionales (Albeck 1999,p.157) .

A partir de 2002/2003, la confrontación de la arquitectura arqueológica de Pueblo Viejo de Tucute con la arquitectura tradicional y arqueológica del altiplano boliviano (Gisbert 1988; Hyslop 1976; Rydén 1947; Métraux 1932; Cobo 1890 [1653]; Stanish 1989; Stanish et al. 1993) permitió reconocer un amplio espectro de rasgos arquitectónicos y elementos compartidos con las ruinas arqueológicas estudiadas (Albeck 1999, p.157). Se plantea inicialmente que la instalación en la zona de Casabindo se podría fijar entre los siglos XIII y XIV.

El cambio en el marco teórico generó otro tipo de conceptualización del sitio y permitió vislumbrar su real dimensión. Se identificaron otros sectores de asentamiento, ubicados sobre aterrazados al oeste y sur que, previamente, se habían asumido como de cultivo y se integró al Pucará dentro del sistema de asentamiento. De la misma manera, se reconoció que todo el faldeo por el cual se accede al Pucará, fue originalmente un espacio de habitación, posteriormente remodelado para defensa. De ahí la presencia de basura doméstica y la ausencia de viviendas (Tu-4 “Terraza Basural”) por el reciclado de rocas talladas utilizadas en las paredes. A esto se agregó la ubicación de sectores de índole simbólica al interior del poblado y en el paisaje circundante (Albeck 2010) y un complejo de corrales ubicado aguas arriba del poblado (Tu-3). Esta concepción del sitio no era asequible con un marco ajustado a la naturaleza de los demás asentamientos arqueológicos conocidos para las áreas aledañas.

La obtención de más de 30 fechados radiocarbónicos, tanto para Pueblo Viejo de Tucute como para sitios cercanos (Tabla 1), permitió plantear el lapso de ocupación de este poblado entre los siglos X y XV y establecer su contemporaneidad con otros poblados de la zona que presentan patrones de asentamiento diferentes. Una nueva revisión bibliográfica amerita valorar la brevísima mención que hizo von Rosen, al destacar la forma de las viviendas, su gran abundancia y numerosa población (von Rosen 1904, p.576). Respecto a Casanova, resulta claro que debió acceder al sitio por alguna quebrada paralela a la de Tucute (tal vez por la de Sarsuyo, de donde pudo originarse el nombre Sorcuyo). A todas luces este investigador restringe el área de ocupación al Pucará y a la parte más elevada, donde precisamente se encuentran tres recintos rectangulares, muy conspicuos, uno de los cuales cuenta con “menhires” cilíndricos; todo lo demás fue interpretado como andenes de cultivo (Casanova 1938 Lám. I, Figura2).

Emplazamiento

Pueblo Viejo de Tucute se ubica al interior de la serranía de Casabindo, hacia el oeste de la Cuenca de Guayatayoc, y no resulta fácil acceder desde la parte baja del bolsón de Guayatayoc, siguiendo tanto el curso del arroyo homónimo como las quebradas vecinas, y tampoco desde el interior serrano. El poblado se encuentra a 6 km del frente serrano y, al ingresar por cualquiera de las quebradas cercanas, el acceso se ve obstaculizado por un marcado escalón topográfico que se repite en cada quebrada y resulta difícil de sortear (Figura 5).

Siguiendo el camino más directo, se ingresa por el lecho del Río Negro, limitado por altos farallones rocosos y, al tomar el curso del arroyo de Tucute, se pasa al pie de una formación rocosa en forma de meseta que sirve de emplazamiento a otro asentamiento arqueológico denominado Toraite, totalmente invisible desde la parte baja.

Todo el asentamiento sugiere una sociedad en actitud de defensa o protección (Albeck et al. 2018). Escondido en la serranía, de acceso muy difícil, asociado a otra instalación (Toraite) que podría haber tenido un rol exclusivamente defensivo, poco accesible, y con un reducto de defensa al interior del espacio habitado representado por el Pucará, ubicado al centro del espacio de vivienda. Sin embargo, Pueblo Viejo de Tucute, sin un emplazamiento estratégico de dominio del entorno, al hallarse distanciado del frente serrano y rodeado por cerros y farallones rocosos más elevados, difícilmente podía ejercer un control directo sobre la circulación por las partes bajas correspondientes a la planicie de la cuenca de Miraflores-Guayatayoc.

El espacio construido ocupa un terreno con fuertes pendientes: un sector más escarpado y elevado, ubicado al norte del arroyo, y otro bajo, de menor pendiente, al sur. Se trata de un sitio arqueológico complejo que, además de los sectores de habitación, presenta caminos de acceso, senderos de circulación interna, basureros, una plaza y diversos espacios con claras connotaciones simbólicas (Albeck 2010).

Arquitectura

Se cuenta con dos viviendas circulares excavadas en forma completa (R-1 y R-3), sondeos en otras seis, en cuatro recintos rectangulares y en espacios libres de estructuras, además de la excavación en trinchera que atraviesa un montículo. Las viviendas son de planta circular con diámetros que oscilan mayormente entre los 4 y los 5 m y algunos pocos cercanos a los 6 m. Se identifican además otros de alrededor de 2 m de diámetro, considerados demasiado reducidos para cumplir funciones de vivienda (Tolaba 2011).

Lo más peculiar de la arquitectura de estas estructuras son las paredes, levantadas íntegramente con piedras cortadas en forma prismática, mayormente haciendo uso de la ignimbrita de la Fm. Zapaleri que aparece en las inmediaciones del área construida. Los prismas son de tamaños regulares con un largo que oscila entre los 20 y 40 cm x 20 cm de ancho y 10 cm de espesor (Figura 7). En contadas ocasiones se han usado pequeños bloques de la roca sedimentaria de la Fm. Acoite que aflora en la base del asentamiento. La roca volcánica utilizada se presenta en dos calidades, una sumamente friable, donde los bloques se encuentran actualmente muy meteorizados (R-3), y otra de roca más resistente con buena conservación (R-1) (Tolaba 2011).

Bloque tallado de ignimbrita de la Fm. Zapaleri,
    característico de las paredes de las viviendas.
Figura 7.
Bloque tallado de ignimbrita de la Fm. Zapaleri, característico de las paredes de las viviendas.

Las hiladas fueron dispuestas en forma alternada como se construye una pared de mampostería, entre las cuales se observa la presencia de argamasa. En la mayor parte de los recintos es de color amarillo y también utilizada como revoque interno; unos pocos muestran revoque de arcilla roja.

Los vanos han sido identificados en muchos de los recintos, si bien no se ha podido establecer una orientación preferencial hacia algún punto cardinal. Es recurrente la presencia de un deflector oblicuo frente a la puerta, con frecuencia monolítico y tallado en la ignimbrita local o en su defecto por una pequeña pared. En los recintos excavados, el fogón se encontraba en el sector central, parcialmente protegido por el deflector, excavado en el piso y modelado en barro.

No se han registrado vestigios de postes para el sostén del techo. Se observaron grandes piedras planas, talladas en la misma roca volcánica, cubriendo acumulaciones de fragmentos cerámicos correspondientes a piezas rotas in situ sobre el piso y entre las piedras de derrumbe de algunos recintos se reconocen ocasionalmente rocas planas con una perforación. Otro vestigio recuperado sobre el piso durante las excavaciones es la presencia de restos de sogas rústicas elaboradas con haces de gramíneas retorcidas (Basso 2014).

Estos hallazgos nos han llevado a una analogía etnográfica con sociedades del altiplano. A la llegada de los españoles las viviendas circulares se mencionan, casi sin excepción, para los grupos de las tierras altas, en especial las del Collao (Cobo 1890 [1653],p.166). Resultan notorios los datos sobre tamaño (4,5 m de diámetro) y se hace referencia a unidades no asociadas (Gisbert 1988). Las viviendas eran construidas de piedra, adobe o con panes de tierra con raíces de tapiz vegetal (Métraux 1932, p.256), se hacía uso de mortero de barro y revoque (Gisbert 1988, p.53) y la estructura del techo apoyaba sobre una hilada más ancha. La cubierta era una bóveda adecuada al perímetro, construida con haces de ramas arbustivas sobre la cual se fijaba una capa de paja amasada con barro que se cubría con otra gruesa capa de paja. Sobre ésta se colocaba una red elaborada con pastos que a su vez se ataba a piedras incrustadas en la pared (Métraux 1932). Creemos que las piedras planas de las viviendas de Pueblo Viejo de Tucute debieron ser las que sostenían la cúpula y las que presentan perforaciones podrían servir para amarrar la red (Figura 8).

Las viviendas de los caciques eran de mayores dimensiones y tenían techo cónico y un poste central (Gisbert 1988, Cobo 1890 [1653]). En este contexto consideramos a los “menhires” de piedra tallada que aparecen esporádicamente en el poblado, que probablemente funcionaron como bases de las columnas de madera que sostenían la cubierta. Resulta interesante la presencia de tres “menhires” sobre el eje central de un gran recinto rectangular, presumiblemente con techo a dos aguas, ubicado en el sector más elevado del sitio. La falta de especies arbóreas de buen fuste debió llevar a esta solución para salvar la luz que requerían las viviendas más grandes.

Vivienda aimará. Corte esquemático de viviendas
    altiplánicas con cúpula y cubierta cónica (Gisbert 1988).
Figura 8.
Vivienda aimará. Corte esquemático de viviendas altiplánicas con cúpula y cubierta cónica (Gisbert 1988).

Organización espacial

Este aspecto resulta, tal vez, lo más interesante del antiguo poblado, básicamente por la topografía sobre la cual se emplaza y el ordenamiento espacial da lugar al planteo de diferentes propuestas que hacen al ordenamiento social de los antiguos pobladores de Pueblo Viejo de Tucute.El patrón de instalación se define por la presencia de espacios nivelados por muros de contención, sobre los cuales se ubicaban las viviendas de planta circular no asociadas. El área ocupada ha sido subdividida en diferentes sectores denominados Loma Baja, Loma Alta, Faldeo Oeste, Pucará, Faldeo Sur y Faldeo del Pucará (Figura 9). Sólo se cuenta con el relevamiento planimétrico de los dos primeros que, no obstante, constituyen más del 50 % del área ocupada.

 Imagen de Google Earth donde se señalan los
    diferentes sectores de edificación de Pueblo Viejo de Tucute.
Figura 9.
Imagen de Google Earth donde se señalan los diferentes sectores de edificación de Pueblo Viejo de Tucute.

La Loma Baja (LB) cuenta con relevamiento planimétrico completo y totaliza 298 recintos, de los cuales 258 son circulares simples no asociados, 33 recintos de planta rectangular y 7 irregulares (Tolaba 2011), ubicados entre una cota máxima de 3770 y una mínima de 3700 msnm. La abrumadora mayoría de los recintos correspondería, por su tamaño, a unidades de vivienda ubicadas en diferentes planos, conectados por senderos. Se destaca como excepcional en todo el asentamiento un reducido sector de edificación donde las viviendas circulares aparecen adosadas a patios pircados (Figura 10). En dicho espacio se encuentra un recinto circular de 6 m de diámetro, con un gran deflector monolítico y un menhir prismático en su interior.

Plano de la Loma Baja con senderos y sectores de
edificación.
Figura 10.
Plano de la Loma Baja con senderos y sectores de edificación.

Próximo al arroyo se distingue un espacio libre de construcciones, flanqueado por un muro de contención de mayores dimensiones que ha sido planteado como una plaza (Albeck1999, p.229). En el punto más elevado de la Loma Baja se observa un corto sendero serpenteante, formatizado sobre un afloramiento rojizo y limitado por rocas más claras.Conduce a una especie de atrio que encierra una gran roca con una hendidura poco profunda y que, en su frente, muestra un surco tallado que sigue un curso en diagonal (Figura 11). En las inmediaciones se registran varios recintos circulares desmantelados y los muros de contención son de tipo regular y en hiladas que no son frecuentes en el resto de la LB (Tolaba 2011).

En la Loma Alta (LA) no se ha concluido el relevamiento planimétrico pero se llevan relevados 224 recintos circulares y 3 de planta rectangular, ubicados sobre niveles aterrazados que en su mayoría siguen una determinada cota que rodea parcialmente al promontorio. En el sector cuspidal se identifican tres recintos de planta rectangular, construidos con el mismo tipo de bloques tallados utilizados en los recintos de planta circular. Dos de ellos presentan menhires en su interior, en un caso, cilíndricos, en el otro, prismáticos. Se destaca uno de estos recintos rectangulares como excepcional tanto por sus dimensiones (8 x10 m aproximadamente) como por su emplazamiento y visibilidad. El derrumbe de los muros indica además que las paredes debieron ser de una altura mayor que el resto de los edificios identificados en el sitio.

La Loma Alta es un área ocupacional con una gran pendiente, muchas veces cercana a los 45º, lo cual dificulta el tránsito, las cotas de ocupación se extienden entre los 3820 y los 3740 msnm. En la parte más elevada se encuentra un montículo artificial al cual se accede por una senda en la roca de base rojiza, señalizada con bloques más claros. Hacia el norte, el área ocupacional se halla comunicada con una lomada adyacente, vacía de construcciones y separada de ella por una profunda cárcava protegida con muros de contención. Al pie se identifican unas pocas construcciones, entre las cuales se distinguen los cimientos de un gran recinto rectangular inconcluso, levantados con bloques de cuarzo blanco, lo cual le confiere una gran visibilidad (Figura12).

Roca hendida con surco oblicuo ubicada en la parte más
elevada de la Loma Baja.
Figura 11.
Roca hendida con surco oblicuo ubicada en la parte más elevada de la Loma Baja.

Plano Loma Alta.
Figura 12.
Plano Loma Alta.

El Pucará (Pu) (Tu-2 en Albeck 1999) no ha sido relevado y, por lo dificultoso de su acceso, solo se ha accedido al plano superior en un par de breves visitas. Se trata de un afloramiento de roca volcánica, ubicado entre la Loma Alta y la Loma Baja con una reducida superficie sobre la cual se concentran construcciones de planta circular, algo irregulares, levantadas utilizando rocas del lugar (Fm. Zapaleri). El plano de ocupación se encuentra a 3.830 msnm. Se trataría de un verdadero pucara y es conocido en la literatura arqueológica como “Pucará de Sorcuyo” (Casanova 1938) o “Pucará de Tucute” (Ruiz & Albeck 1997). El elevado afloramiento lo hace naturalmente inexpugnable y se accedía a la cima por una única senda; sobre el talud se observa un conjunto importante de muros de defensivos, algunos de grandes dimensiones. Desde la parte superior se tiene un magnífico dominio visual del entorno, divisándose a lo lejos el fondo de la cuenca de Miraflores-Guayatayoc y el faldeo occidental de la Sierra del Aguilar.

El Faldeo Sur (FS) se encuentra al pie de los farallones que constituyen el límite meridional de la Quebrada de Tucute y separado de la Loma Baja por una hondonada profunda. Este espacio, entre las cotas de 3730 y 3780 msnm, comprende pendientes superiores a 45º sobre las cuales se han construido diferentes niveles de terrazas que sirven para el emplazamiento de viviendas; un recuento rápido ha permitido identificar más de 30 recintos circulares en este sector.

El Faldeo del Pucará (FP) (Tu-4 en Albeck 1999) es un sector con gran pendiente ubicado sobre el talud, entre los farallones del Pucará y el arroyo de Tucute, y comprende una serie de muros de contención y defensa que se escalonan en el área de acceso al sector cuspidal. Gran parte del faldeo se halla cubierto por desechos domésticos (carbón, cerámica, huesos y material lítico) pero no se observan restos de viviendas sobre los planos determinados por los muros de contención. En un sector donde se había derrumbado la pared de contención exponiendo restos arqueológicos con una potencia de más de 1 metro, se realizó una limpieza de perfil que oportunamente fue denominado “Terraza Basural” (Tu-4 en Albeck 1999). Todo el Faldeo del Pucará se interpreta como un espacio que originalmente debió ser residencial, posteriormente remodelado para defensa.

El Faldeo Oeste (FO) tampoco ha sido relevado aunque un conteo expeditivo de los recintos circulares indicaría que superan una treintena. En la mitad superior del faldeo se observa claramente un camino, parcialmente excavado en la roca, que conduce al área cuspidal de la Loma Alta. La cota máxima de ocupación de este sector es de 3800 y la mínima de 3740 msnm, inmediatamente por encima del curso del arroyo.

Pueblo Viejo de Tucute es un espacio de habitación, donde se llevan relevados más de 500 recintos pero se estima que este número superará las 600 unidades cuando se concluya el relevamiento planimétrico. Los lugares deprimidos entre los diferentes conjuntos de viviendas han sido utilizados para la depositación de basura doméstica (Tolaba 2011). Entre las terrazas se observan accesos que conducen de un nivel al siguiente y también se reconocen espacios de circulación dentro de un mismo plano. Es frecuente la presencia de bloques de cuarzo en los muros de contención, habitualmente coincidentes con comunicaciones entre un nivel y el siguiente.

Se postula que los antiguos habitantes de Pueblo Viejo de Tucute pertenecían a una sociedad segmentaria, dividida en dos mitades, como es habitual en muchas sociedades andinas. La conformación topográfica misma del poblado, ocupando una Loma Alta y una Loma Baja, separadas por el arroyo, hacen pensar en un “alto” y un “bajo”, un “hanan” y “urin” (Cobo 1890[1653]), “alasaya” y “majasaya” (Riviére 1983). El crecimiento poblacional que indudablemente tuvo el poblado a lo largo de cuatro siglos, debió obligar a la habilitación de otros espacios de residencia. En este contexto consideramos el Faldeo Oeste, el Faldeo Sur y el talud que conduce al Pucará como espacios que no se ajustan a un claro esquema “arriba-abajo” (planteado de manera hipotética, deberá ser contrastado mediante sondeos y fechados radiocarbónicos).

Cerámica y otros restos materiales

La cerámica del evento de abandono del poblado aparece en grandes concentraciones de fragmentos, pertenecientes a las vasijas enteras que fueron aplastadas por el derrumbe de techos y paredes. Este fenómeno es recurrente en todos los recintos excavados y sondeados, tanto circulares como rectangulares, excepto R-3, que muestra evidencias de haber sido desocupado previamente (Basso et al. 2010). Los niveles de ocupación, en cambio, contienen fragmentos de piezas que se rompieron mientras las viviendas eran habitadas.

La cerámica es mayormente ordinaria, de cocción oxidante y superficie alisada. Las piezas decoradas se restringen a algunas con un leve baño rojo, a grandes cántaros pintados con franjas negras sobre el fondo rojo que determinan triángulos rellenos de puntos blancos (TM 2 Zaburlín 2015, Zaburlín 2012), vasos con la superficie pulida y pintados en negro sobre rojo con motivos de paneles de líneas oblicuas entrecruzadas (TM 14 en Zaburlín 2015, Zaburlín 2016) y vasijas zoomorfas de simetría dorso-ventral modeladas como camélidos (TM 21 Zaburlín 2015). Un conjunto importante corresponde a pucos de interior negro pulido (TM 17 y 19 Zaburlín 2015).

Las formas más representadas corresponden a pucos o escudillas de diferente tamaño, las pequeñas de uso personal y las grandes para servir (Menacho 2000). Las vasijas cerradas (cántaros) sirvieron para almacenar o transportar líquidos y para la preparación de alimentos, también se registra la presencia de vasitos chatos o “de hilandera” (Krapovickas 1958-59) con marcas de desgaste en su interior (Figura13).

En cuanto a la abundancia de los diferentes tipos morfológicos resulta sugestiva la comparación de los niveles de abandono con los de ocupación. En los estratos inferiores dominan los fragmentos de piezas abiertas pequeñas, mayormente escudillas, mientras que en el nivel de abandono dominan las piezas grandes y faltan notoriamente las escudillas, los vasos y las vasijas cerradas utilizadas para cocción, presumiblemente transportadas a un nuevo destino (Basso 2014; Basso et al. 2016).

El material lítico comprende artefactos de molienda (molinos, morteros y manos), pulidores, percutores, puntas de flecha de obsidiana triangulares de base escotada, torteros, fragmentos de palas, un pendiente y descartes de talla y retalla (Albeck 1997; Basso et al. 2016). Los restos óseos aparecen con un alto grado de fragmentación aunque se pudo reconocer cortes y procesos de termoalteración. Entre los especímenes identificados la gran mayoría corresponde al género Lama (Albeck & Zaburlín 1996). Las especies maderables utilizadas como combustible pertenecen a cardón (Trichocereus sp.) y a queñoa (Polilepys tomentella). Se recuperaron restos de una soga de fibra vegetal y los fragmentos de torzales de gramíneas carbonizados.

Diferentes tipos de vasijas de Pueblo Viejo de Tucute
(gentileza Martín Basso).
Figura 13.
Diferentes tipos de vasijas de Pueblo Viejo de Tucute (gentileza Martín Basso).

Espacios domésticos

Los recintos R-1 y R-3 se encuentran ambos en la Loma Baja aunque en áreas diferentes del espacio construido. R-1 se halla en el único sector en el que los recintos aparecen asociados a patios con pircas perimetrales mientras que R-3 se ubica en la parte más elevada de la Loma Baja, caracterizado por una arquitectura particular de los muros de contención, construidos con rocas regulares o en hiladas, planteada como un área de edificación más antigua, en virtud de la cantidad de viviendas y espacios de almacenamiento desmantelados (Tolaba 2011). A partir de la dispersión de los materiales al interior de los recintos excavados de manera completa y la función de determinados elementos, como los muros, el fogón y el acceso con deflector, se han reconocido diferentes áreas de actividad (Wilk & Rahtje 1982). Si bien R-1 y R-3 tienen el acceso orientado hacia puntos cardinales opuestos, la distribución interna de las actividades siguen patrones análogos (Figura 14). En ambos casos y en otras viviendas sondeadas se destaca en el centro del recinto la presencia del fogón, próximo a este último y protegido por el deflector se halla un espacio mayormente vacío de materiales arqueológicos, donde es particularmente notoria la ausencia de restos óseos (Albeck 1997). Estos sectores se han interpretado como el lugar de descanso (que incluiría también la procreación).

También es recurrente la ubicación de inhumaciones en los sectores cercanos a los vanos de acceso, en ambos casos se trata de niños, también observados en recintos no excavados. En el caso de R-1, el área de entierro, un pequeño hoyo excavado en el piso y contenido en una matriz arenosa, aparece cubierto con una tapa de lajas. Por la cantidad y tipo de huesos identificados, se ha supuesto que se trata de una inhumación primaria (Mendonça 2006), sin embargo, por las condiciones en que aparecieron los huesos y el espacio que ocupaban debió tratarse de una inhumación secundaria, tal vez de un cuerpo parcialmente descompuesto y contenido en un fardo; los huesos no se encontraban en posición anatómica. En R-3, en cambio, se trata de una inhumación primaria sin otro elemento indicador en superficie, en este entierro los restos óseos se encontraban articulados y fueron extraídos en un pan de tierra.

Áreas de actividad doméstica en R-1 y R-3 de la Loma
Baja.
Figura 14.
Áreas de actividad doméstica en R-1 y R-3 de la Loma Baja.

Las áreas utilizadas para el procesamiento de la comida (elaboración y cocción) y el almacenamiento no son idénticas entre ambas viviendas. Solo en el caso de R-1 se han identificado áreas destinadas a tareas ocasionales como el hilado, algunas etapas de la fabricación de cerámica y la talla lítica (Albeck 1997).

Se supone que estas tareas fueron ocasionales al interior del recinto en tanto debieron tener lugar mayormente en el exterior. Se puede pensar que fenómenos meteorológicos como precipitaciones, heladas y fuertes vientos pudieron obligar a buscar reparo al interior. Respecto a la preparación de comida, no se puede descartar la presencia de un fogón externo de uso cotidiano que también podría haber nucleado el consumo. No obstante, el gran número de fragmentos de escudillas o pucos en el interior estaría apuntando a la importancia del consumo de alimentos en el interior de las viviendas (Basso 2014).

Espacios simbólicos

En Pueblo Viejo de Tucute se observan claramente dos lugares simbólicos principales relacionados con los espacios de habitación más importantes, la roca hendida en la Loma Baja (Figura 12) y el montículo en la Loma Alta (Figura 15). Ambos se ubican adyacentes a sus respectivas áreas residenciales aunque a una cota superior, en un emplazamiento claramente visible que podía observarse desde la mayor parte del sector al que pertenecían. No obstante, por las características propias de cada núcleo habitacional, solamente desde el montículo de la Loma Alta se dominaba el entorno. La Loma Baja se hallaba restringida por encontrarse encerrada entre elevados farallones. Se destaca en el paisaje circundante la gran altura de la Loma Alta, un espacio que pudo haberse elegido como lugar de residencia por esta característica, casi 100 metros por encima del curso del arroyo. Solo desde la cúspide se tiene buena visibilidad, quedando el resto del asentamiento oculto por los accidentes topográficos inmediatos. El montículo contiene materiales culturales, principalmente fragmentos cerámicos pero también restos líticos y de metal, en un sedimento pedregoso con lentes de vegetales quemados y escaso material óseo, su base ha sido fechada entre el 1100 y el 1300 d.C. y los niveles superiores entre 1400 y 1450 (Zaburlín 2017).

Montículo artificial ubicado en la parte más
    elevada de la Loma Alta.
Figura 15.
Montículo artificial ubicado en la parte más elevada de la Loma Alta.

No existe contacto visual entre ambos espacios simbólicos y la visualización desde el área de residencia que no es la propia, está restringida por encontrarse interpuesto el afloramiento que funcionaba como Pucará. Así, el montículo se podía observar desde la Loma Alta y el Faldeo Oeste. La piedra hendida, por su parte, se podía ver desde la Loma Baja, el Faldeo del Pucará y el Faldeo Sur. Solo desde el Pucará se podían distinguir ambos espacios simbólicos.

La plaza de la Loma Baja pudo funcionar como área de congregación de los pobladores aunque su capacidad tal vez no permitiría alojar a la población en su conjunto, si se consideraran a todas las viviendas ocupadas de manera simultánea. La presencia de dos rocas talladas, una con pequeñas cúpulas alineadas y otra con la forma de un rústico asiento, es probable que haya estado ligada a la esfera simbólica o política. Sobre unas grandes rocas ubicadas entre la plaza y el curso del arroyo se identificaron cimientos de pequeñas construcciones cuadrangulares de pirca levantadas con rocas de la Fm. Acoite unidas con mortero de barro ¿tal vez unas chullpas de carácter especial?

Respecto a las áreas de inhumación, los farallones que rodean al poblado, las que conforman el Pucará, y las que flanquean las quebradas adyacentes, presentan numerosas construcciones mortuorias, “casitas”, “cuevas tapiadas” o chullpas. Casanova identificó además otro tipo de inhumaciones en un área cercana al Pucará (sobre la Loma Alta); se trata de entierros directos en una suerte de fosa común con varios individuos y su ajuar (Casanova 1938, p.432).

En una lomada desnuda de color rojizo, ubicada unos 1000 m al este de la Loma Alta (Figura 16) y con buena visibilidad desde la parte alta del poblado, se identificó un vano marcado por rocas de cuarcita blanca. Hacia el norte del mismo sector residencial, sobre una lomada más elevada con vegetación baja se registró una roca alargada de más de 1 m de largo con una litología extraña a la localidad. Hacia el sur, apoyada en un afloramiento rocoso del Pucará, se identificó un bloque de cuarzo blanco (Albeck 2010). Todas estas marcas en el paisaje son claramente visibles desde el montículo, aún no se ha identificado un marcador con rumbo oeste en tanto corresponde a un sector sin prospectar.Se propone que estos marcadores en el paisaje correspondían a líneas imaginarias sagradas o ceques (Bauer 2000) que se proyectaban en el espacio circundante.

Vano con cuarzos sobre lomada
    al este de la Loma Alta.
Figura 16.
Vano con cuarzos sobre lomada al este de la Loma Alta.

Áreas agrícolas

Las áreas de producción agrícola fueron el primer tema de investigación desarrollado en Casabindo[vi] (Albeck 1984, 1993, 1995, 2011, 2016; Albeck et al. 2007). Se reconocieron vestigios de agricultura prehispánica en el espacio que corresponde al piso serrano inferior y comprenden terrenos de cultivo, obras de riego y control de la erosión, estructuras vinculadas con el laboreo y el almacenamiento y el registro de implementos agrícolas en sitios habitacionales y terrenos de cultivo. El análisis exhaustivo previo de imágenes aerofotográficas brindó un panorama preliminar de la extensión de las áreas productivas y con posterioridad se realizaron prospecciones terrestres cubriendo las áreas identificadas. Las quebradas de Potrero, Capinte y Tarante fueron estudiadas en detalle, se visitó Sayate, ubicada más al norte, (Figura 2) y se prospectaron las cuencas menores emplazadas al sur de Tarante y la cuenca de Río Negro (Albeck 1993, 2011). Fueron caracterizados diferentes tipos de estructuras agrícolas, diferenciando las áreas de siembra y los sistemas de riego, se elaboraron tipologías de las obras de cultivo siguiendo a Denevan (1980) y Donkin (1989) y se propusouna tipología de acequias propia (Albeck 1984). En la Quebrada de Tucute se realizaron muestreos de suelo en andenes de cultivo prehispánico para estudios polínicos y también para sedimentos provenientes de espacios domésticos de Pueblo Viejo de Tucute. El análisis brindó Zea mays tanto en un andén de cultivo como en uno de los recintos circulares (Lupo et al. 2007, 2011).

En el área de Potrero-Capinte-Tarante los terrenos de cultivo pudieron agruparse en dos series, una para las terrazas de fondo de valle y otra para los andenes sobre los faldeos serranos (Figura 17), ambas comprenden cuatro grupos cada uno. Se observa que el sistema de riego alcanzó una gran complejidad, se nutría de los cursos de agua que nacen en lo alto de la serranía y enlazaba a las tres quebradas. Las acequias a veces recorrían grandes distancias antes de alcanzar el espacio que beneficiaban y se han reconocido cuatro represas arqueológicas, dos de ellas en muy buen estado de conservación.

Ejemplo de perfil de andenes en la Quebrada de
Potrero.
Figura 17.
Ejemplo de perfil de andenes en la Quebrada de Potrero.

Las construcciones relacionadas con prácticas de control de la erosión y conservación del suelo agrícola comprenden líneas de piedra en cauces, que habrían prevenido los efectos de la erosión retrocedente, y paredes de sostén para proteger las barrancas de los cursos de agua. Relacionadas con las prácticas agrícolas se observan algunos despedres, producto de la limpieza de las áreas de cultivo. Se ha registrado gran cantidad de silos, ubicados contra paredones rocosos, construidos con piedra y mortero de barro, con frecuencia reutilizados para prácticas mortuorias. Respecto a los implementos agrícolas son habituales los hallazgos de palas y azadas líticas, estas últimas estuvieron fijadas a un mango curvo como el que ilustra von Rosen (1924).

Se postuló una secuencia de cinco momentos de construcción para las áreas de cultivo, integrando todas las categorías de terreno y considera, además de la modalidad constructiva, el emplazamiento, la cobertura de líquenes de las paredes, el sedimento acumulado entre las rocas de la pared de contención y la complejidad de la red de riego que beneficia al sector (Albeck 1993, 2011). El primer momento se habría iniciado con canchones y grandes líneas transversales que se registran en el fondo de valle; el segundo momento corresponde a andenes construidos con pequeñas piedras ubicados en partes bajas cercanas a los arroyos; el tercer momento comprende un sector de terrazas con una construcción particular, ubicado en Puerta de Potrero; al cuarto momento pertenece la gran mayoría de las áreas agrícolas, principalmente los faldeos de Potrero y Capinte, el quinto momento se asocia con andenes construidos con una cara plana hacia el frente, siempre ubicados en las partes más elevadas y difíciles de regar.

El área de Sayate se encuentra en un amplio paisaje que ha permitido la instalación de un importante sistema de andenerías (Boman 1908; Albeck 1993). Río Negro, en cambio, abarca quebradas estrechas limitadas por farallones verticales con poca superficie agrícola pero que genera ambientes locales muy protegidos.

Las limitaciones para la instalación agrícola en Casabindo contemplan el clima, la disponibilidad de agua y la presencia de un sustrato adecuado. Entre las condiciones climáticas adversas se considera la frecuencia de heladas, potenciados por la altura sobre el nivel del mar y las condiciones locales de escasa protección, atemperados por el fenómeno de inversión de temperatura y las turbulencias sobre las faldas serranas (Albeck 1993). La disponibilidad de agua se subsanaba mediante tecnologías apropiadas de provisión en los lugares que contaban con agua permanente y el tapizado de lajas del lecho de las acequias que corrían por terrenos arenosos. El sustrato adecuado también pudo resolverse con la creación de suelos artificiales en los andenes, en un caso construidos sobre afloramientos rocosos en Potrero.

En la actualidad se sostiene que el uso de andenes en gradería en Casabindo fue una técnica preincaica, tal vez aportada por los grupos altiplánicos instalados en Pueblo Viejo de Tucute. No obstante, la máxima expansión agrícola correspondería al momento incaico (cuarto y quinto momento de la secuencia) cuando se propició la creación de un bolsón productivo estatal (state farm) con el fin de sostener parte de la infraestructura imperial (Albeck 2016).

Pastoreo e intercambio

Si se consideran las condiciones ambientales de Casabindo, y del resto del sector central de la Puna de Jujuy, la actividad pastoril debió constituir el recurso económico más importante de las sociedades del pasado, aunque resulte difícil obtener datos concretos sobre su volumen y complejidad. La mayor parte del área de estudio es apta para el pastoreo (excepto las altas cumbres, el piso serrano superior), actividad fomentada por la buena calidad de algunos pastos, entre los que se destaca el esporal (Pennisetum chilense), la chillagua (Festuca scirpifolia) y las extensas superficies cubiertas por vegetación arbustiva de tolares. No obstante, las áreas más septentrionales de la cuenca de Miraflores-Guayatayoc presentan pasturas de mayor calidad y cubren grandes superficies, como en las inmediaciones de Abra Pampa y Miraflores (Ruthsatz & Movia 1975; Ottonello & Krapovickas 1973). En el sector cercano a Guayatayoc las pasturas son de menor calidad y menos densas.

En Casabindo, la parte baja del bolsón y especialmente el espacio cercano al frente serrano constituyen el espacio exclusivamente pastoril, al igual que el sector de vegas de altura. En la actualidad se establecen circuitos de movilidad (Zaburlín 1998) entre las pasturas de la parte baja, que prosperan con las lluvias estivales, y las vegas permanentes en el área serrana, estas últimas utilizadas mayormente durante la etapa invernal. En el registro de estructuras vinculadas con el pastoreo, corrales y refugios dispersos en el paisaje, resulta notoria la redundancia de la ocupación que indica un uso recurrente desde épocas prehispánicas hasta la actualidad (Zaburlín 1998). En algunos de los poblados arqueológicos se han identificado construcciones asimilables a corrales, como el sector más elevado de Ojo de Agua. En Pueblo Viejo de Tucute un sector con construcciones ubicado al oeste del poblado, denominado Tu-3 (Albeck 1999), y asociado a un camino que sigue en uso, ha sido interpretado como un sector de corrales, aunque seguramente haya estado más vinculado con prácticas de caravaneo e intercambio (Figura 18), en tanto las áreas inmediatas al poblado arqueológico cuentan con escasos recursos pastoriles.

Representación de caravana de camélidos en Capinte
    (gentileza María Tejerina).
Figura 18.
Representación de caravana de camélidos en Capinte (gentileza María Tejerina).

El pastoreo de camélidos generó gran cantidad de derivados: carne fresca y seca, grasa, cueros, lana, abono y la producción textil (Krapovickas 1958-59; Albeck & Ruiz 1999). De una importancia no despreciable, se debe considerar el uso de los camélidos domésticos como animales de carga y su resistencia para realizar largas travesías, con muy poco consumo de agua y alimento, fundamentales en el funcionamiento de las redes de intercambio con sociedades aledañas

Si nos atenemos a los vestigios recuperados en los contextos excavados, son pocos los que remiten al manejo de las llamas. Debemos entonces recurrir al arte rupestre y a las colecciones recuperadas de las inhumaciones en chullpas depositadas en diversos museos. Los objetos corresponden a instrumentos de madera y fibra animal (Krapovickas 1958-59). Vinculadas con el pastoreo, sacrificio de animales y caravaneo se proponen las campanas, un cencerro con badajos, recuperado en Ojo de Agua (Dip 2001), las sogas y hondas de lana de llama, cuchillones y horquetas de atalaje. Los cuchillones (cuya funcionalidad ha sido discutida) se proponen aquí como instrumentos aptos para desollar animales faenados[vii], tanto el filo romo como el mango engrosado resultan aptos para esta tarea. Las horquetas de atalaje por su parte, servían para fijar las cargas al lomo de las llamas. Un hallazgo recurrente en los recintos domésticos excavados es la gran abundancia de restos óseos de camélidos (Lama sp.) con evidencias de cortes y termoalterados, lo que indicaría un importante consumo local (Dip 2001; Albeck & Zaburlín 1996). Respecto a las representaciones rupestres, las figuras de camélidos, tanto domésticos como silvestres, resultan claramente dominantes.

Sin embargo, muchos de los hallazgos en tumbas y algunas en contextos domésticos, remiten a la producción textil, si se tienen en cuenta los abundantes restos arqueológicos relacionados con el hilado y el tejido. Estos comprenden objetos de madera: husos, instrumentos de telar, agujas de madera, espinas de cardón (Krapovickas 1958-59), torteros, también de piedra, y vasos cerámicos de hilandera (TM 19 Zaburlín 2015) en contextos de inhumación y domésticos. La producción textil, a toda luz superior a las necesidades de consumo local, debió integrar los circuitos de intercambio con las regiones vecinas, asociada a otros productos derivados de la producción animal y actividades extractivas como la sal y minerales.

Se han definido redes de intercambio a corta y larga distancia, según la proveniencia de elementos alóctonos identificados en la zona de Casabindo y también de la presencia de elementos propios de esta zona en áreas aledañas, en este contexto resultan indicativas las piezas cerámicas (Zaburlín 2015). Los circuitos de corta distancia integraban a la Quebrada de Humahuaca y el Sur de Bolivia, los de larga distancia las tierras bajas orientales y la costa pacífica, de donde provenían plumas de aves tropicales, cascabeles de nuez de nogal criollo (Juglans australis), maderas y conchas de moluscos marinos (Albeck 1994; Albeck & Ruiz 1999) entre otros bienes.

En este contexto se plantea la importancia de los pueblos de las tierras altas, poseedores de animales de carga, como vectores de intercambio con las sociedades agrícolas de valles y quebradas (Albeck 2007b). En el tráfico hacia las regiones adyacentes debieron tener un rol preponderante los productos alimenticios (derivados de la ganadería intercambiados por productos agrícolas) mientras que con espacios más distantes fueron los productos suntuarios y elaborados los de mayor interés (Albeck 1994). La cerámica no siempre acompañaba estas redes, por ejemplo, es notoria la presencia de objetos de metal en Casabindo (Ambrosetti 1902) procedentes del valle Calchaquí pero las piezas alfareras se hallan ausentes.

Arte rupestre

El sector central de la Puna posee un arte parietal rico y variado (Ruiz & Chorolque 2007). Se caracteriza por la abundancia de pictografías, el notable uso de la policromía y la riqueza temática, si bien los motivos antropomorfos y la representación de camélidos son los más comunes. Las prácticas pictóricas se registran desde la etapa de cazadores-recolectores (Zaburlín 1998) hasta el momento colonial (Chorolque 2005). Metodológicamente se adhiere a los postulados iconológicos de Panofsky (1970) para la interpretación de las pictografías, en los casos en que esto es posible.

Una característica de las representaciones plásticas del Período Intermedio Tardío es que las figuras humanas cobran centralidad con elementos de identidad, distinción social y poder, fenómeno claramente visible en el Noroeste argentino (Aschero 2000) y norte de Chile (Berenguer 2004, 2009; Pimentel & Montt 2008). La variabilidad de elementos que conforman el motivo (colores, diseños, vestimenta, tipo de adornos cefálicos, etc.) actuarían como diacríticos sociales de pertenencia a una comunidad, linaje, determinado rol o función social, status, procedencia u otros (Ruiz 2002; Ruiz & Chorolque 2007; Ruiz et al. 2001; Martel & Giraudo 2014).

Ante la ausencia de escritura, estas representaciones plásticas prehispánicas han sido consideradas como sistemas de comunicación, cuyo objeto fue transmitir ciertos temas de conocimiento colectivo relacionados con eventos históricos, política, memoria o identidad (Ruiz 2002). Ha quedado en discusión si las imágenes poseían una estructura narrativa. No obstante, para la etapa preincaica se ha planteado que las tallas presentes en tabletas de alucinógenos harían referencia a partes de la secuencia narrativa de los contextos de sacrificios humanos en el Período Intermedio Tardío (Horta Tricallotis 2012) y en algunas pinturas rupestres se puede interpretar el registro de la llegada de españoles, montados a caballo y a pie (Chorolque 2005).

Una particularidad de las representaciones humanas en la Puna de Jujuy es el reconocimiento de la presencia de diferentes atuendos, tanto unkus o camisetas como tocados, distinguibles por su morfología, detalles y colores (Ruiz 2002). Algunos de éstos aparecen de manera recurrente y se ha planteado, como hipótesis de trabajo, que el espacio geográfico donde se identifica la mayor representatividad de determinado atuendo sería el correspondiente a los pobladores prehispánicos de ese lugar. En la gran mayoría de los casos muestran un rasgo distintivo reflejados en los colores de las camisetas y de los tocados (Albeck et al. 2018).

En el área de Casabindo las representaciones son profusas y ocupan principalmente los farallones rocosos de la Fm. Zapaleri, que devienen en inmejorables paneles rocosos para las pictografías. La riqueza cromática registrada incluye los tonos habituales negro, blanco y rojo, a los cuales se agregan otros rojizos, rosado, naranja, amarillo, beige, ocre, gris, verde y azul (Tejerina 2018). Las imágenes son esquemáticas pero sumamente detallistas, tanto en la representación de figuras humanas como de los camélidos. Entre estos últimos se distinguen diferentes tonalidades de pelaje y numerosos aditamentos cefálicos (señales o “flores” de lana) y corporales (puiso y chimpu) para las llamas y en muchos casos es posible distinguir entre llamas y vicuñas (Tejerina 2018). Tanto en el caso de representaciones antropomorfas como zoomorfas es posible reconocer la presencia de escenas. A las habituales caravanas, con o sin cargamento, se agrega el uso de bozales y sogas para las llamas conducidas por personajes que oficiaban de guías. También se han identificado chacus o capturas de camélidos silvestres, el cercado de llamas por personas y el encierro en corrales (Tejerina 2018).

Personajes vistiendo unkus de color blanco y
    detalles en rojo con tocados de plumas rojas y blancas (gentileza Domingo
    Chorolque y María Tejerina).
Figura 19.
Personajes vistiendo unkus de color blanco y detalles en rojo con tocados de plumas rojas y blancas (gentileza Domingo Chorolque y María Tejerina).

Personajes vestidos con unkus blancos aparecen representados en muchos paneles del arte rupestre de la zona de Casabindo, especialmente en la cuenca del Río Negro, con la figura humana plasmada de diferentes formas, cuadrangular, alargada o triangular. Muestran detalles rojos en cuello, ruedo, abertura de mangas o en el torso o cintura como un cinto o faja, pero siempre manteniendo los tonos blanco y rojizo (Figura 19). Se ha propuesto que los unkus blancos con detalles rojos y tocados de plumas rojas o rojas y blancas serían propios de los casabindos, los antiguos habitantes de Pueblo Viejo de Tucute (Albeck et al. 2018). Hay numerosas escenas en las cuales se hallan involucrados, algunas de congregación, en fila portando hachas de mano, en fila con una especie de estandarte, en hilera como si fuera una especie de baile (Albeck et al. 2018) y conformarían relatos visuales de eventos en los cuales pudieron participar los moradores del antiguo poblado y cuya memoria debía preservarse para la posteridad.

La ocupación incaica

Las evidencias arqueológicas indicarían que los inicios de la ocupación inca del Noroeste argentino tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XV, 50 años antes de las estimaciones clásicas (Rowe 1946) que hicieron uso de los datos proporcionados por cronistas del siglo XVI. Un conjunto de fechados procedentes de diferentes poblados prehispánicos del extremo surandino, fijan una instalación inicial alrededor de 1430 (Bárcena 2007; D´Altroy et al. 1998; Williams & D´Altroy 1998) y esto, aparentemente, habría sucedido también en Pueblo Viejo de Tucute.

Las manifestaciones incaicas indiscutibles de Pueblo Viejo de Tucute se limitarían a materiales arqueológicos recuperados de inhumaciones en chullpas (von Rosen 1924; Bregante 1926), al haberse reconocido muy pocos vestigios muebles, como por ejemplo cerámica en superficie. No obstante, aguas abajo del arroyo de Tucute se destacan sectores agrícolas de clara factura incaica. Se trata de un andén ciclópeo y los sistemas de andenería en anfiteatro emplazados en Puerta de Tucute que remiten a una clara factura imperial (Albeck 2016, Albeck et al.2007) (Figura 20) y beneficiados por un elaborado sistema de acequias.

Andenes de cultivo incaicos en Puerta de Tucute.
Figura 20.
Andenes de cultivo incaicos en Puerta de Tucute.

Hacia el norte, particularmente en las quebradas de Capinte, Potrero y Sayate se identificaron importantes sistemas de andenes vinculados con complejas redes de riego, enlazadas a represas, y que constituirían en conjunto un bolsón productivo estatal (Albeck 2016). El único poblado del área que podría adscribirse a esta época sería Pueblo Viejo de Potrero, ubicado en la quebrada homónima, unos 8 km al norte de Tucute.

La ubicación temporal de Pueblo Viejo de Tucute entre los siglos X y XV, abarca desde el Período Intermedio Tardío (Desarrollos Regionales) hasta los inicios de la ocupación incaica en la región. De hecho, el despoblamiento generalizado del asentamiento ha sido referido a la acción del estado incaico, como ha ocurrido en otros espacios de los Andes (Hyslop 1976; Gisbert 1988). La arquitectura del poblado permite plantear que la desocupación del asentamiento no fue inmediata a la llegada de los emisarios incaicos sino que hubo un lapso entre el contacto (previa resistencia, negociación, derrota o todas ellas) y el abandono del poblado. Un tiempo, tal vez breve pero que permitió la realización de determinadas construcciones y modificaciones en la organización del espacio residencial y el simbólico (Albeck et al. en prensa).

Al respecto se identifica determinada arquitectura y elementos simbólicos y rituales como propios del momento de contacto con el inca. En primer lugar, se consideran los recintos de planta rectangular. El reemplazo de las viviendas de planta circular por las rectangulares, como secuela del contacto incaico, ha sido descripto para el altiplano peruano-boliviano (Cobo 1890 [1653]; Gisbert 1988). El gran recinto ubicado en la Loma Alta y los dos recintos rectangulares próximos, constituyen los únicos con ese tipo de planta en dicha lomada y se encuentran en un emplazamiento prominente. En la Loma Baja los recintos rectangulares son más frecuentes, se han identificado 33 en total. No obstante, 5 podrían asignarse a instalaciones posteriores al abandono del poblado y 15 son demasiado pequeños para ser habitaciones (Tolaba 2011).

Un sector probablemente en uso al momento incaico es la plaza, espacio construido tal vez a expensas de la reubicación de viviendas, no obstante la forma de la planta no es cuadrangular. Los sondeos realizados tampoco fueron concluyentes respecto a su ubicación sobre áreas que anteriormente fueron domésticas. Lo que nos mueve a vincular la plaza con el momento incaico es la identificación de un bloque tallado como asiento, un elemento que aparece en algunos sitios incaicos (asientos o tronos del inca), aunque formatizado de una manera rústica. La presencia de rocas con cúpulas también se registra en sitios correspondientes al momento incaico, si bien no constituirían un rasgo típicamente estatal (Figura 21).Por último, los cimientos en cuarzo del gran recinto inconcluso de planta rectangular, ubicados fuera del espacio habitacional de la Loma Alta, también podrían asignarse al momento incaico, teniendo en cuenta otros casos de uso de material de construcción diferente del resto del asentamiento cercano, como pasa en otros sitios con presencia incaica como La Paya (González & Díaz 1992) y Turi (Cornejo 1999) o el emplazamiento de construcciones fuera del espacio urbanizado descripto para Yacoraite (Krapovickas 1981-82).

Vista de la plaza de la Loma Baja.
Figura 21.
Vista de la plaza de la Loma Baja.

Respecto a la llegada del estado incaico y las modificaciones impuestas en el orden simbólico, se pueden realizar algunas reflexiones. La construcción del gran recinto rectangular en la Loma Alta afectó el principal espacio simbólico del antiguo poblado, el montículo. Las dimensiones, altura de las paredes, techo a dos aguas y emplazamiento sobre un pequeño morro, seguramente empañaron la visualización del montículo, al tapar parcialmente la visibilidad desde gran parte del asentamiento, y el gran recinto rectangular debió pasar a destacarse como un nuevo hito en el paisaje, probablemente visible a la distancia desde el bolsón de Miraflores.

El destino de estas modificaciones en Pueblo Viejo de Tucute fue tener una corta vida. El abandono generalizado del antiguo asentamiento y su relocalización en otro espacio fue el corolario de un inicial acuerdo entre la población local y los mandatarios imperiales pero que se quebró antes de que se diera fin a la gran construcción con cimientos de cuarzo que permaneció inconclusa.

Dónde fueron relocalizados constituye una intriga, en el área aledaña no existe poblado alguno de las dimensiones de Pueblo Viejo de Tucute. No obstante, el hecho que se continuaran utilizando los farallones que rodean al poblado arqueológico como espacio de inhumación hasta el contacto con los europeos nos habilita a plantear como probable que tal vez solo una de las mitades pudo ser desarraigada fuera del espacio ancestral, tal vez para cumplir funciones dentro del marco de la expansión imperial en otras partes del Noroeste argentino o áreas vecinas. Pueblo Viejo de Potrero, ubicado en línea recta hacia el norte, pudo albergar a la otra mitad.

Los pobladores coloniales y republicanos

Se desconoce cuáles fueron, en Casabindo, las consecuencias inmediatas a la caída del Cuzco en manos de los españoles en 1534. Menos de cuatro años después, los pobladores debieron ser testigos del paso por sus tierras de la comitiva de Almagro en su malograda expedición hacia Chile en 1536, fue el primer encuentro con los invasores. Cuatro años después, en 1540, los indios de Casabindo fueron dados en encomienda a Martín Monje por Francisco Pizarro desde Lima, no obstante, el encomendero no pudo hacer efectiva el usufructo de su encomienda (Palomeque 2006). En 1557 pasó una comitiva de españoles por Casabindo, acompañados por el cacique de los chichas, momento en el cual se bautiza el cacique, su familia y cuatro niñas (Martínez 1998). El lapso que va desde este episodio hasta la derrota militar definitiva de los casabindos por Ramírez de Velasco en 1588/89 hubo casi medio siglo en que resistieron al dominio español, atacando a las incursiones colonialistas desde Charcas o Tucumán y plegándose a las sublevaciones indígenas surgidas en áreas aledañas (Palomeque 2006).

El territorio de las sociedades preincaicas de la Puna se vio notablemente restringido por la instalación de españoles a fines del siglo XVI y principios del XVII, fundamentalmente por la explotación de menas metalíferas (Albeck & Palomeque 2009). Luego de la dominación definitiva de los casabindos por las armas, se efectiviza la encomienda en manos del hijo de Monje (Palomeque & Tedesco 2014). Hasta 1602 residían, aparentemente, en su solar prehispánico y a partir de allí se los redujo, según las pautas españolas, en un “pueblo de indios”, el poblado actual del mismo nombre (Sica 2006).

En 1654 la encomienda pasa a manos de Pablo Bernárdez de Ovando para continuar bajo el Marquesado de Tojo durante toda la época colonial (Madrazo 1982; Palomeque & Tedesco 2014; Zanolli 2005). En 1655, el flamante encomendero Bernárdez de Ovando, pidió en merced el sector central de la Puna que incluía en su espacio a las reducciones y áreas productivas de los casabindos (Albeck & Palomeque 2009). Dicha merced abarcaba fundamentalmente la cuenca de Miraflores-Guayatayoc. Posteriormente los casabindos obtuvieron, por “donación” de Campero, yerno de Ovando y futuro marqués, las áreas de Cobres (actualmente Salta) y Barrancas, conformándose así el territorio colonial.

En algunos de los registros coloniales de población (padrones y censos), que comprenden una serie que se inicia a mediados del siglo XVII y culmina a principios del XIX, se destacan los lugares de residencia de los pobladores. La secuencia en que se nombran las localidades y su proximidad geográfica ha permitido asignar determinadas localidades a los casabindos. El área que ocupaban durante la colonia comprendía la cuenca del río Doncellas, la falda oriental de la sierra de Casabindo, la falda occidental de la sierra del Aguilar, la cuenca inferior del río de las Burras y la margen oriental de la laguna de Guayatayoc (Albeck 2003). Sin embargo, hay que recordar que ésta fue el área donde fueron reducidos y que su espacio prehispánico fue más amplio y tal vez menos compacto.

La documentación del siglo XVII muestra a los casabindos como el grupo más importante en la Puna de Jujuy, tanto política como numéricamente, quedando los cochinocas como una entidad subordinada. La autoridad principal de Casabindo había logrado el reconocimiento colonial de “Governador y cacique principal” que lideraba a los “pueblos de indios” de Casabindo y Cochinoca, cargo que se heredaba dentro de una descendencia o linaje, al menos en los siglos XVI y XVII (Palomeque 2006). La situación preeminente de Casabindo parece revertirse en un momento posterior, quedando subordinada a Cochinoca, al menos en lo eclesiástico y administrativo.

Durante los siglos XVII y XVIII se registra un aumento progresivo de la población en el marco de una notable endogamia y escaso ingreso de migrantes. A principios del siglo XIX en Casabindo todos los habitantes figuraban como “originarios con tierras”, esto permite suponer que debieron descender por línea masculina o femenina del antiguo tronco casabindeño (Figura 22).

Iglesia de Casabindo, segunda mitad del siglo
    XVIII.
Figura 22.
Iglesia de Casabindo, segunda mitad del siglo XVIII.

La encomienda, bajo la tutela del Marquesado continuó hasta las guerras de la Independencia, quince años de conflicto en los cuales los puneños fueron obligados a aportar recursos (alimentos y pasturas) a ambos ejércitos. Con la Independencia caducó la encomienda pero continuó de hecho hasta la segunda mitad del siglo XIX (Paz 2006). En 1833, desde Salta, se estableció la caducidad de los caciques y de las demás autoridades indígenas y las tierras, que habían sido propias de las comunidades durante toda la etapa colonial, pasaron a ser de utilidad pública. Esto constituyó un quiebre en la sociedad, los antiguos encomenderos empezaron a cobrar arriendos por las tierras y el estado provincial, Jujuy desde 1834, presionaba con el cobro de impuestos.

En 1874-75 se produjo una sublevación indígena reclamando la propiedad de las tierras, solicitada previamente por vía legal, la que no tuvo curso favorable por intereses políticos tanto provinciales como nacionales. La revuelta llevó a dos enfrentamientos armados ante tropas provinciales, la Batalla de la Cruz, favorable a los indígenas, y la Batalla de Quera en que fueron vencidos por el auxilio de tropas nacionales (Paz 2006; Cardozo 2000) y posteriormente duramente reprimidos.

A fines del siglo XIX se potencia la emigración estacional de la población local hacia los ingenios azucareros de las tierras bajas de Salta y Jujuy y en la primera mitad del siglo XX se instalan grandes emprendimientos mineros en la Puna que ocupan la mano de obra local. La emigración continúa durante todo el siglo XX, dejando pueblos y áreas rurales con una población sumamente reducida.

El tronco casabindo en la población actual

Desde fines de la década de 1990 se iniciaron estudios sobre la antroponimia indígena propia de Casabindo (Albeck et al. 2001). El documento colonial temprano de 1557 sobre el bautismo del cacique de Casabindo (Martínez 1992) cuenta con una serie de nombres (8 femeninos y 7 masculinos) donde lo notable es que, entre ellos, cuatro perduran como apellidos en la población actual de la Provincia de Jujuy. Esto llevó al desarrollo de una fecunda línea de investigación a lo largo de más de 20 años.

Al breve e incompleto registro de mediados del siglo XVI, se agregaron los antropónimos indígenas (32 femeninos y 53 masculinos) de los individuos que figuran en el padrón de encomienda de 1654 (Palomeque & Tedesco 2014), casi un siglo después. A mediados del siglo XVII Casabindo contaba con una iglesia (González 2003) y toda la población estaba bautizada, se observa la presencia de nombres cristianos antepuestos a los indígenas, entre los cuales se identificaron nombres masculinos y femeninos.

Se ha realizado el seguimiento de los 53 nombres de varones de 1654 hasta la actualidad, tan solo 25 lograron perdurar en los siglos posteriores y continuar como apellidos hasta hoy. Los registros trabajados corresponden a 1654, 1688, 1778/79, 1786, 1895, 1982 y 2001. De éstos, 1654, 1688 y 1786 son padrones de tributarios de la encomienda, 1778/79 y 1895 pertenecen a censos de población y 1982 y 2001 a padrones electorales (población mayor de 18 años).

En coincidencia con lo ocurrido en otros espacios de los Andes (Acosta & Tandeter 2002; Medinacelli 2003), la transformación de los nombres en apellidos fue gradual, y su culminación fue cuando el nombre masculino de los padres pasó a transmitirse tanto a varones como mujeres para cumplir la función de apellido. Este fenómeno tuvo lugar entre fines del siglo XVII y mediados del siglo XVIII. Así toda la población pasó a portar un nombre indígena masculino como apellido y gradualmente los nombres femeninos desaparecieron en su totalidad (Alfaro 2010).

Según se puede observar en el gráfico (Figura 23) la población colonial fue creciendo en un marco relativamente estable, a juzgar por la frecuencia de apellidos, donde dominan claramente los que consideramos locales mientras que los de origen europeo constituyen una minoría y los apellidos autóctonos superan el 90% de la población. Esta relación se invierte a fines del siglo XIX y XX donde los de origen europeo constituyen una franca mayoría, mientras que los locales pasan a ser una minoría aunque todavía se reconocen 14 de los 25 nombres de la etapa colonial. No obstante, si se considera el porcentaje de población que cubren, alcanzan el 30% de la población en el antiguo espacio de residencia de los casabindos (Alfaro 2010).

Perduración de apellidos del tronco originario en la zona
de Casabindo. a) Distribución
porcentual de los apellidos según su origen; b) Apelativos presentes en 1654 que perduran en Casabindo. Los que
desaparecen son Alabar, Cachi, Cachizumba, Caiconde, Lacsi, Repe, Socomba,
Tabarconde, Toconas, Tolay, Yonar.
Figura 23.
Perduración de apellidos del tronco originario en la zona de Casabindo. a) Distribución porcentual de los apellidos según su origen; b) Apelativos presentes en 1654 que perduran en Casabindo. Los que desaparecen son Alabar, Cachi, Cachizumba, Caiconde, Lacsi, Repe, Socomba, Tabarconde, Toconas, Tolay, Yonar.

Algunos antropónimos han sido catalogados como atacameños (Martínez 1998, Nardi 1986). Sin embargo, este planteo debería tomarse con cierto recaudo, atentos a la alta frecuencia con que aparecen estos nombres entre los casabindos y hasta tanto se conozcan con mayor detalle los registros de zonas vecinas. Cabe aclarar que la antroponimia registrada en Casabindo también aparece en los registros de la etapa colonial pertenecientes a Cochinoca, sin embargo, aún se encuentran en proceso de estudio.

Se destaca, en este contexto, que la zona de Casabindo y áreas aledañas constituyen también un área con una toponimia particular (Albeck 2000), afín en parte con la antroponimia analizada. Esto reflejaría la presencia de una lengua particular, diferente al quechua, aymara, kunsa o kakán en algún momento del pasado. No obstante, hasta tanto se encuentren referencias documentales sobre su uso en etapa colonial o republicana, permanecerá como área toponímica (Cerrón Palomino, com. pers. 1995).

Si se realiza un análisis espacial de la presencia y representatividad de los 25 apellidos en el Padrón electoral de 2001 de la República Argentina, vale decir hasta la actualidad, resulta sumamente interesante la dispersión observada. Al evaluar su presencia en cada uno de los departamentos del Noroeste argentino se observó que los 25 apellidos aparecen en la provincia de Salta y 24 de ellos en Jujuy, con una presencia muy poco significativa en las restantes provincias del Noroeste argentino. No obstante, si se analiza el departamento de Cochinoca, su antigua área de origen, se reconoce que un 20 % de la población actual lleva alguno de los apellidos registrados como nombres cuatro siglos atrás (Figura 24) (Alfaro 2010).

Dispersión de apellidos del tronco
    originario en el Noroeste argentino y República Argentina (Alfaro 2010). a) Porcentaje de individuos,
    portadores de los 25 apellidos de Casabindo, presentes hasta hoy en el
    Noroeste argentino. b) Cantidad
    de portadores, por provincia, de antropónimos del núcleo original de
    Casabindo de 1654.
Figura 24.
Dispersión de apellidos del tronco originario en el Noroeste argentino y República Argentina (Alfaro 2010). a) Porcentaje de individuos, portadores de los 25 apellidos de Casabindo, presentes hasta hoy en el Noroeste argentino. b) Cantidad de portadores, por provincia, de antropónimos del núcleo original de Casabindo de 1654.

A partir de la misma fuente se evaluó también la presencia de los 25 apellidos en todo el territorio de la República Argentina (32.103 individuos), encontrando una abrumadora cantidad de portadores en las provincias de Jujuy (10.581) y Salta (9.113). Las frecuencias que le siguen en importancia reflejan migraciones selectivas hacia polos de desarrollo económico (Albeck et al. 2007; Alfaro 2010) con una dispersión gradual del tronco antroponímico original de los casabindos en el Noroeste argentino y en otras regiones argentinas a principios del siglo XXI. El registro en las regiones de Bolivia y Chile aledañas a Salta y Jujuy también muestra una baja representatividad (Alfaro et al. 2017).

Estos datos no solamente refuerzan el postulado del sector central de la Puna de Jujuy como el espacio originario sino que apuntan hacia una importante permanencia en el área de origen, con una notable migración hacia los valles templados que bordean la Puna, pertenecientes a las Provincias de Salta y Jujuy.

La perduración hasta la actualidad de la antroponimia autóctona propia del sector central de la Puna de Jujuy incentivó el desarrollo de investigaciones de marcadores moleculares uniparentales, en las cuales se han obtenido muestras para análisis genético, en principio el ADN del cromosoma Y. En las 237 muestras analizadas se ha reconocido un grupo monofilético de 31 linajes, 23 de los cuales provienen de la provincia de Jujuy (Figura 25). Si se considera el origen de los apellidos de estos linajes, en el total de la muestra el 20% lleva un apellido autóctono mientras que en el grupo monofilético este porcentaje es del 58%, y entre estos un cuarto corresponde al conjunto de los 25 apellidos registrados desde el siglo XVII. Dato que indicaría claramente la existencia de una correlación positiva entre la antroponimia y la genética (Alfaro et al. 2013).

Si se indaga sobre el vínculo existente entre los pobladores actuales, presuntos descendientes de los antiguos habitantes de Pueblo Viejo de Tucute, sorprende la actitud de temor, a veces terror, que inspira el antiguo poblado, algo que no ocurre con los demás poblados arqueológicos de la zona, la mayoría afectados por instalaciones más modernas. Esta circunstancia nos ha llevado a reflexionar sobre el origen de dicha actitud. Creemos que lo más plausible es que sea resultado del accionar de curas y sacerdotes, tal vez en la etapa colonial.

Gráfico de grupo monofilético
    del cromosoma Y, según ubicación geográfica y origen de apellidos.
Figura 25.
Gráfico de grupo monofilético del cromosoma Y, según ubicación geográfica y origen de apellidos.

Los alrededores del antiguo poblado oficiaron de espacios de inhumación, relacionados con el culto a los ancestros con visitas recurrentes a los espacios de entierro. Esto continuó durante la etapa incaica, cuando la población aparentemente residía en Pueblo Viejo de Potrero y hasta la llegada de los españoles. Una chullpa saqueada, ubicada en los farallones del Pucará de Tucute, brindó material hispano mostrando la continuidad de las prácticas. A esto debe agregarse la referencia documental sobre un cacique de Casabindo, destituido y enviado a servir en un convento de Salta, bajo la acusación de haber ido a adorar a los cerros como hacían sus antepasados (Palomeque & Tedesco 2014). La perduración de las prácticas prehispánicas probablemente haya generado un discurso encendido de los evangelizadores, instalando el temor en la población. También debe tenerse presente que en la segunda mitad del siglo XVII tuvo lugar una extirpación de idolatrías entre los vecinos atacameños, donde en un acto de fe se quemaron los ídolos, se azotaron a los oficiantes y se los envió al destierro (Castro 2009).

Si bien este planteo queda totalmente en el terreno hipotético, la mayoría de los pobladores de Casabindo en la década de 1990 no reconocía filiación alguna con el sitio arqueológico (Dip & Mamaní 1999-2000). La narrativa actual remite mayormente a mitos relacionados con la iglesia del pueblo, su origen milagroso vinculado con un cerro sagrado (González 2003; Arévalo & Albeck 2015) y reconocen el rol del cacique don Pedro Quipildor como mentor de la construcción del templo en la segunda mitad del siglo XVIII. Las fiestas patronales del pueblo, cada 15 de agosto, son extremadamente convocantes y en la actualidad acude gran cantidad de turistas. Se trata del único lugar de la Argentina donde perdura la práctica hispana de la tauromaquia: El Toreo de la Vincha.

Agradecimientos

Primeramente a los habitantes de Casabindo que desde 1980 me abrieron sus puertas, me alojaron, me acompañaron, respondieron a mis preguntas, permitieron interiorizarme de su modo de vida, de su historia, mitos y recuerdos. Entre ellos a Don Pascual Carrillo y Doña Filomena Zárate, mis padres casabindeños, a sus hijos Julio y Lorenzo, a Doña Julia, Don Isaac Ciares, Doña Lorenza y Don Timoteo Gutiérrez, Doña Teodora y Don Simón Alancay, Don Honorio Colqui, Don Canuto Vásquez, Salomé Carrillo, Santiago Urzagasti y muchos otros que hicieron más fácil la vida en la Puna. A la maestra de Casabindo de inicios de la década de 1980, Ivonne de del Pino.

Debo agradecer también a todos los que me acompañaron en mis trabajos de campo en Casabindo desde 1980, con riesgo de algunas omisiones involuntarias por el tiempo transcurrido, recuerdo a Hugo Yacobaccio, Gustavo Politis, Patricia Madrid, Cristina Scattolin, Verónica Williams, Roque Díaz, Carlos Lobrutto, Humberto Robles, Irina Podgorny, René Soruco, Gabriela Ortiz, Omar Jerez, Carlos Aschero, Alejandra Korstanje, Sara Vallejos, Eti Zaburlín, Susana Dip, Marta Ruiz, Domingo Chorolque, Karina Menacho, Ramón Quinteros, Pablo Trenque, Martín Basso, Guillermo Herrera Demitropulos, Carlos González, José Luis Tolaba, María Tejerina, Cecilia Coca, Noelia Lizárraga, Natividad González, Martín Arjona, Gabriel Cortés, Norma Rivera, Pamela Gutiérrez, Raquel García, Liliana Lupo, Natalia Batallanos y una “banda” de alumnos de la FHyCS, UNJu y algunos de la Escuela Agrotécnica 3 de Humahuaca, que compartieron sabores y sinsabores de largos trabajos de campo en precarios campamentos. A todos ellos, mi reconocimiento.

A Alejandro y Rodolfo, estudiantes de la Escuela Normal de Tilcara, por los primeros remontajes de piezas cerámicas; a Humberto Mamaní y Susana Dip por trabajos de gabinete; a Eti Zaburlín por el constante acompañamiento y el procesamiento de innumerables imágenes, a Claudio Colarich por dibujos y mapas, a Martín Basso por sus acertadas revisiones. A Emma Alfaro, Martín Basso, Eti Zaburlín y María Tejerina por las imágenes de este trabajo.

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Notas

[i] Beca de Iniciación CONICET 1980-1982, Beca de Perfeccionamiento CONICET 1982-1984
[ii] Beca de Formación Superior CONICET 1984-1988
[iii] Proyectos SECTER - UNJu (desde 1994 a 2020); PICT 2003 Nº 14591 ANPCYT. 2004-2006; PICT-2007 N º 01599 ANPCYT. 2009-2011; PICT-2014 N º 0978 ANPCYT 2015-2017; PIP 2011-2013 SECYT-UNC Categoría A 2014-2015; PIP 2000 N º 2800 CONICET; PIP 2005 N° 11459819 CONICET; PIP 2009-2011 Nº 11220080100057 CONICET; PIP 2011-2013 Nº 11220100100111 CONICET; PIP 2015-2017 N º 11220150100557 CONICET
[iv] Doctorado: ALFARO, Emma. 2010. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP

ZABURLIN, María Amalia. 2015. Fac. Cs. Nat. e Inst. Miguel Lillo. UNT

Maestría: RUIZ, Marta Susana. 2004. Escuela Andina de Postgrado. Centro Bartolomé de las Casas. Cuzco - Peru.

Licenciatura: ZABURLIN, María Amalia. 1998. FHyCS, UNJu

DIP, Susana del Rosario. 2001. FHyCS, UNJu

CHOROLQUE, Domingo, 2006. FHyCS, UNJu

TOLABA, José Luis. 2011. FHyCS, UNJu

BASSO, Diego Martín. 2014. FHyCS, UNJu

PEÑA AGUILERA, Daniela Consuelo. 2016. FHyCS, UNJu.

[v] Becas: SECTER-UNJu. Beca Pre-grado - DIP, Susana del Rosario. 1994-96; ZABURLIN, María Amalia. 1995-97.

FONCAP. Beca de Investigación - DIP, Susana del Rosario 1999-00. MAMANÍ, Humberto Esteban 1999-00.

ANPCYT. Beca Doctoral - ZABURLIN, María Amalia. 2005-2007.

FHyCS, UNJu. Beca Iniciación – TOLABA, José Luis. 2007-2008

CIN – UNJu. Beca Iniciación – TEJERINA, María Elena de los Ángeles. 2011; LIZÁRRAGA, Noelia. 2012; BASSO, Diego Martín. 2012. ARÉVALO, Paula. 2013; CAMARGO, Nahuel. 2016.

CONICET. Beca Doctoral Tipo I – BASSO, Diego Martín. 2014-18; PEÑA AGUILERA, Daniela Consuelo. 2016-20.

[vi] Becas de Iniciación y Perfeccionamiento Conicet
[vii] Agradecemos la sugerencia de Miguel Ángel Palermo, quien me comentó el uso de instrumentos análogos entre grupos etnohistóricos de áreas más meridionales.
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