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Yutopián, donde los objetos se sublevan

Yutopián, where objects revolt

Yutopián, onde os objetos se sublevam

María Cristina. Scattolin
IDECU, CONICET-UBA, Buenos Aires, Argentina

Yutopián, donde los objetos se sublevan

Revista del Museo de La Plata, vol. 4, núm. 1, 2019

Universidad Nacional de La Plata

Recepción: 01 Julio 2018

Aprobación: 01 Febrero 2019

Publicación: 30 Junio 2019

Financiamiento

Fuente: Esta investigación fue costeada con fondos de University of South Carolina (1992-93) y Comisión Fulbright (1994) otorgados a Joan M. Gero, y de Wenner-GrenFoundationforAnthropologicalResearch (1996 a 1999)

Beneficiario: otorgados a Joan M. Gero, y de Wenner-GrenFoundationforAnthropologicalResearch (1996 a 1999) concedidos a Joan M. Gero y María Cristina Scattolin mediante un Collaborative Research Project.

Resumen: Yutopián es un sitio arqueológico multicomponente emplazado sobre una loma, en el área de los valles semiáridos del Noroeste argentino. Tiene ocupaciones del período Formativo (500 AC a 1000 DC) que difieren de sus contemporáneas en su localización y contenidos. Su estudio reveló que algunas características de los modelos de sucesión cronológica (periodización), transmisión cultural y distribución geográfica (áreas culturales) de las sociedades prehispánicas merecen una revisión. Ocupa una posición topográfica destacada en el paisaje; contiene indicadores de producción metalúrgica en un contexto doméstico y cerámicas con estilos similares a los de Candelaria y Tafí, distintivos de la vertiente oriental andina, junto con alfarerías de los estilos Condorhuasi, La Manga, Río Diablo. Por último, manifiesta un uso recurrente de la misma localización para asentamientos humanos sucesivos desde los primeros siglos de nuestra era hasta el final de la época prehispánica.

Palabras clave: Andes, Culturas, Periodo Formativo, Historia Cultural.

Abstract: Yutopián, where objects revolt. Yutopián is a multi-component archaeological site, located on a hill in ​​the semi-arid valleys area of the Northwestern Argentina. The site comprises domestic structures from the Formative period (500 BC to 1000 AD) that differ in location and contents from their contemporaries. Excavations have revealed that some characteristics of the models of chronological succession (periodization), cultural transmission and geographic distribution (culture areas) of pre-Hispanic societies, merit a revision. Yutopián occupies a prominent topographical position in the landscape; it contains indicators of metallurgical production in a domestic context, and ceramic styles similar to those of Candelaria and Tafí, characteristic of the eastern Andean slopes, together with pottery in the Condorhuasi, La Manga, and Rio Diablo styles.Finally, the site shows repeated use of the same location for successive human settlements from the first centuries of our era to the end of pre-Hispanic period.

Keywords: Andes, Cultures, Formative Period, Cultural History.

Resumo: Yutopián, onde os objetos se sublevam.Yutopián é um sítio arqueológico multicomponente localizado em uma colina, na área dos vales semi-áridos do noroeste argentino. Tem ocupações do período formativo (500 A.C a 1000 D.C) que diferem de suas contemporâneas em localização e conteúdo. Seu estudo revelou que algumas características dos modelos de sucessão cronológica (periodização), transmissão cultural e distribuição geográfica (áreas culturais) das sociedades pré-hispânicas merecem uma revisão. Ocupa uma posição topográfica proeminente na paisagem; contém indicadores de produção metalúrgica em um contexto doméstico e cerâmicas com estilos semelhantes aos da Candelaria e Tafí, distintivos da encosta andina oriental, junto com olarias de estilos Condorhuasi, La Manga, Río Diablo. Finalmente, mostra um uso recorrente do mesmo local para sucessivos assentamentos humanos desde os primeiros séculos da nossa era até o final da época pré-hispânica.

Palavras-chave: Andes, Culturas, Período Formativo, História Cultural.

Introducción

Durante la década de 1990 se efectuaron tres temporadas de excavación en Yutopián, un sitio en el valle del Cajón (Catamarca, Argentina). La configuración de los hallazgos arqueológicos no se ajustó a lo esperado. En primer lugar, no se preveía que un asentamiento del período Formativo (PF) (500 AC a 1000 DC)[i] en el área Valliserrana del Noroeste argentino (NOA) ocupara localizaciones elevadas como ocurre en los sitios defensivos del período Tardío o período de Desarrollos Regionales (PDR) (1000 a 1470 DC), pero Yutopián mostraba ocupaciones formativas en una localización topográfica prominente. Segundo, en los cuadros cronológicos y mapas corográficos más difundidos del NOA prehispánico se había establecido que los estilos cerámicos Candelaria y Tafí se desarrollaron al este de la región Valliserrana en áreas bien delimitadas (González 1963, 1977, Fig. 26; Tartusi & Núñez Regueiro 2001, Fig. 1), pero los encontrábamos en un valle semiárido al borde de la Puna. Tercero, tampoco era usual encontrar el trabajo de metalurgia junto a la preparación de alimentos (Núñez Regueiro 1994, Angiorama 1995), sin embargo, Yutopián mostraba producción metalúrgica en una cocina. Por último, la idea prevaleciente entonces era que los asentamientos formativos de los valles, con énfasis en la agricultura[ii], fueron creciendo por fisión y en forma replicativa, “homeostáticamente”, por toda la extensión del paisaje y tenían bajo nivel de integración social (Berberián & Nielsen 1988, p. 49, Olivera 2001, p. 92, cf.Tarragó 1996), pero Yutopián sugería un crecimiento interno del asentamiento en un mismo y único lugar desde el PF hasta fines del PDR.[iii]

Advertimos, en ese entonces, junto a Joan Gero (2015, p. 122), que ciertas nociones usuales no podían aplicarse en Yutopián; la distribución espacial de cultura material no concordaba con la historia cultural vigente hacia 1990. Un antiguo mito chiriguano[iv] relata un tiempo en que se subvierte el orden de las cosas, se transgreden las reglas humanas y los objetos se alzan contra las personas. Los utensilios obran en contra de las normas habituales: los cascos golpean las cabezas de los guerreros, los morteros y manos muelen ahora a los hombres y las mujeres, las cosas se mueven por sí mismas, la gente queda inerme. Alterando el orden de lo establecido, son los artefactos los que actúan sobre los seres humanos. Cuando estudiamos Yutopián, los objetos y estructuras encontradas no se ajustaban a algunos ordenamientos y categorías arqueológicas asumidos en aquel momento (Tartusi & Núñez Regueiro 2001,Fig. 1) y, como en la leyenda, padecimos una situación semejante a la de los chiriguanos míticos que nos hizo reflexionar sobre ciertas narrativas habituales en la arqueología del NOA.

Aunque ya han pasado dos décadas, rastros de algunas de esas nociones sobre distribuciones de cultura material podrían todavía subyacer en la narrativa de la disciplina (Núñez Regueiro & Tartusi 2003; Tartusi & Núñez Regueiro 2005; Sempé et al. 2015; ver también su evolución en Gianfrancisco & Núñez Regueiro 2009 p. 42; Gianfrancisco 2012, p. 174) y por eso su puesta en discusión puede aún ser útil para aportar mayor precisión a los esquemas ordenadores de la historia y la geografía cultural de la región, quizá no tanto en la teoría sino, sobre todo, en la práctica (Scattolin 2015, Fig. 3). Como ha dicho Randall McGuire al referirse al sudoeste de Estados Unidos “Esto puede sorprender a algunos lectores como un empeño anacrónico después de medio siglo de armonía” (2002, p. 173), pero algunas clasificaciones todavía “acechan nuestras investigaciones. Afectan la forma en que planteamos y contestamos las preguntas que hacemos, cómo definimos los límites de nuestros estudios… con qué colegas hablamos… y muchos otros aspectos de la arqueología” (2002, p. 174)[v]. Todavía parece necesario seguir declarando la muerte de algunas culturas (Hart 2011, Watkins 2013). En este artículo se describen las excavaciones y hallazgos realizados en Yutopián[vi] para sostener una discusión sobre ciertas nociones de uso común que se han empleado en la historia cultural del NOA. Tales nociones afectanlos modelos de sucesión cronológica –periodización– y los de transmisión cultural y distribución geográfica –áreas culturales– de las sociedades prehispánicas, los cuales –aunque ya no despierten interés teórico en el seno de la disciplina arqueológica– todavía nutren el conocimiento extraacadémico y tienen gran resistencia a abandonar los ámbitos de museos y los manuales, cuyos discursos comunicativos todavía se alimentan de esos modelos[vii]; de allí que pueden tener efectos más o menos directos en la arqueología pública.

La región y los estudios previos

El del Cajón es uno de los grandes valles semiáridos del NOA (Figura 1). En esta latitud, es el primer escalón y el valle más inmediato al oriente de la Puna; seguidamente al este se extienden importantes cuencas –como el valle de Santa María y luego el valle de Tafí– hasta alcanzar las yungas orientales. El río Cerro Colorado nace en el Nevado de Chuscha (5468msnm) y va bajando hacia el sur hasta alcanzar el Campo del Arenal (2300msnm), un amplio bolsón desértico. Su cauce divide el valle de manera asimétrica: la vertiente este es muy corta y abrupta y cae directamente sobre el río, hay un estrecho terreno plano disponible para cultivar; la vertiente oeste en cambio, con una gran extensión ofrece una serie de microambientes diversificados, varios de los cuales pueden ser usados para la agricultura.

El valle del Cajón (mapa
    basado en modelos digitales del Instituto Geográfico Nacional de la
    República Argentina, gentileza de Carlos Belotti López de Medina).
Figura 1.
El valle del Cajón (mapa basado en modelos digitales del Instituto Geográfico Nacional de la República Argentina, gentileza de Carlos Belotti López de Medina).

El clima es exigente, semiárido. “El promedio anual de precipitaciones está comprendido entre los 100 y 250 mm” (Turner 1973, p.17). Los cursos de agua son, en su mayoría, temporarios, con crecientes cortas y violentas durante el verano. Las prácticas de subsistencia están muy condicionadas por la distribución temporal y espacial de los recursos. Las zonas de uso de la tierra más importantes son:

1. El fondo del valle con bordes aluvionales a la vera del río Cerro Colorado (2300-2600msnm), donde se puede cultivar maíz y poroto si el agua es suficiente. Hay algunos árboles como algarrobo, chañar y molle que proporcionan frutos comestibles apreciados. 2. Los pequeños valles y quebradas interiores y los faldeos bajos de los cerros (2300-3200msnm), especialmente en la vertiente oeste. Aquí hay una agricultura limitada y exigida por el rigor climático y ganadería de especies europeas. 3. Las laderas altas de los cerros también en el flanco oeste (3200-4400msnm) con arbustos bajos y pastos duros, así como pequeñas vegas en el interior de la sierra donde se desarrolla el pastoreo de llamas.

La arqueología del valle del Cajón se conoce desde el fin del siglo XIX cuando se recogieron grandes cantidades de vasijas funerarias. Varios investigadores visitaron diversas localidades, concentrándose en los sitios más visibles y en los cementerios que ahora se atribuyen al PDR: Huasamayo (ten Kate 1893, Weiser 1922), Minas Yaco (ten Kate 1893), Pampa Grande (ten Kate 1893), Famabalasto (Bruch 1911, Schreiter 1919,Weiser 1922), El Mishito, Santa Ana y Kashuan (Schreiter, 1919).

En la década de 1950 Eduardo M. Cigliano (1956-57, 1958) analizó las colecciones antiguas –con un interés histórico-cronológico–y distinguió varias fases en la arqueología de la zona de Famabalasto. Su trabajo enfocó la cerámica vinculada a los sitios residenciales complejos del PDR en la ladera oriental del valle. Más tarde, María Delia Arena reunió gran parte de la información previa y, en base a un análisis morfológico y estilístico, refinó la cronología conocida hasta ese momento. Introdujo un lapso de transición entre las fases San José y Santa María que incluía algunos tipos cerámicos o estilos aún no distinguidos: Peñas Azules Tricolor y P. A. Antropomorfo (Arena 1975). Dio a conocer la ubicación de varios de los sitios ya publicados y mencionó pocas ocupaciones formativas.

En suma, hasta 1990, la mayor parte del trabajo en el valle se había concentrado en los sitios más visibles del PDR y del Período Incaico (PI) y no se había intentado comprender y explicar ni las configuraciones ni los cambios sociales, políticos o económicos del PF. En la década de 1990 María De Hoyos comenzó a estudiar varios sitios incaicos en el centro del valle y también investigó el arte rupestre local (1996 a y b, 1999,2013).

En 1985 realizamos, con María Ester Albeck, una prospección en La Hoyada donde recorrimos principalmente la zona de Sajrapampa. En 1986 visitamos con Verónica Williams y Beatriz Cremonte los sitios de la ladera oriental del valle. En 1992 efectuamos con Joan M. Gero un reconocimiento de la sección sur del valle y, en 1993, Gero visitó la sección media y localizó dos sitios del PF anteriormente inexplorados, sobre la margen occidental del valle: Loma Yutopián (2980msnm) y Cardonal de La Quebrada (Scattolin et al. 2009), separados por una distancia de 6km en línea recta. La instalación formativa en la vertiente occidental incluye también el sitio Bordo Marcial que fue reconocido en 2005. Nuevas prospecciones realizadas en 2017 detectaron otras ocupaciones formativas en Agua Amarilla, Volcán y El Alto.

El conjunto de la información condujo a una comprensión preliminar del patrón de asentamiento a través del tiempo. La mayoría de los sitios arqueológicos conocidos del valle (Tabla 1) corresponden a los períodos más recientes: PDR (1000-1480 DC) y PI (1480-1535 DC). Varios sitios del PI se localizan en la vertiente oeste; los sitios aglomerados del PDR parecen estar concentrados en las quebradas secas del flanco oriental; mientras que sólo se han registrado asentamientos formativos en la vertiente occidental de la sección central del valle, que ofrece las mejores condiciones para el laboreo agrícola. Durante el PDR varios asentamientos siguieron ocupando esta ladera donde se hallan asociados a construcciones para el laboreo de la tierra (Campo del Medio, Huasamayo), pero en algún momento del PDR comenzó a utilizarse también la escarpada vertiente este, con poblados en posiciones encubiertas y de acceso muy escabroso. Se advierte entonces una concentración de la población con claros propósitos defensivos, puesto que varios poblados aglomerados –como los de Famabalasto y La Calera (Weiser 1922)– se construyeron en localizaciones altas estratégicas, en el interior de las quebradas cortas y abruptas, de difícil ascenso, muy alejadas de terrenos apropiados para el cultivo.

Tabla 1.
Sitios del valle del Cajón. La ubicación en cada flanco del valle se señala con E y O. Las designaciones de períodos cronológico-culturales son tentativas.
Sitios del valle del Cajón. La ubicación en
cada flanco del valle se señala con E y O. Las designaciones de períodos
cronológico-culturales son tentativas.
Referencias. PI: Inka; PDR: Desarrollos Regionales; PF: Formativo y PA: Arcaico. Las primeras referencias (REF) para los sitios son: a: ten Kate 1893; b: Weiser 1922; c: Williams, Cremonte y Scattolin, survey 1986; d: Bruch 1911; e: Schreiter 1919; f: Albeck y Scattolin, survey 1985; g: Arena 1975; h: Cigliano 1956-57 y 1958; i: de Hoyos 1996 a y b,1999; j: Cortés 2013; k: Scattolin et al. 2015).

El estudio de Yutopián partió de considerar la distribución de los bienes, la arquitectura y la cultura material para averiguar sobre las configuraciones sociales presentes en las aldeas formativas y conocer las implicancias derivadas de su estudio acerca de las ideas corrientes sobre el PF. A continuación, se describirá la estructura de los hallazgos arqueológicos de Yutopián que ayudó a ampliar la variabilidad conocida de los asentamientos del período y más tarde contribuyó a revisar nociones preestablecidas. Ya la primera impresión al llegar al sitio reclamaba aprehenderlo con visión singular.

Loma Yutopián

Es una colina flanqueada por dos cauces de agua (-26,642329, -66,427164), elevada unos 50m sobre el fondo de una planicie suavemente inclinada. Las construcciones visibles de piedra ocupan la parte superior y las laderas de la loma (Figura 2). El sitio mismo abarca un área de 300m de largo por 100m de ancho. Desde su base y antes de ascender se observan hileras sucesivas de muros de piedra: son construcciones aterrazadas que la bordean por toda su parte este. Existe una gran variación en la hechura de los recintos, en su forma y su tamaño y hay una decena de concentraciones de recintos compuestas por estructuras adosadas que consideramos las áreas de habitación y denominamos “núcleos”. Entre ellos hay estructuras más amplias –probablemente recintos agrícolas y corrales– y varias áreas abiertas.

La superficie del sitio reveló concentraciones densas de tiestos lisos y decorados correspondientes a varios tipos conocidos de la región: diferentes clases de grises pulidos, grises incisos, Condorhuasi policromo, Condorhuasi rojo sobre ante, Río Diablo gris inciso, fragmentos pintados en negro sobre rojo y también del estilo Santa María tricolor y bicolor. El material lítico fue especialmente abundante y variado; comprendía lascas, desechos e instrumentos como puntas de proyectil de diversas materias primas, incluida la obsidiana, y cuchillos de pizarra. También había morteros y molinos muebles y fijos de piedra, una tableta de piedra laja para inhalar (Figura 3) y dos láminas metálicas. En especial, la instalación en posición destacada y la posibilidad de varias ocupaciones reclamaban un tratamiento especial.


Imagen satelital de la Loma Yutopián (Google Earth) y planimetría del sitio. El
eje de la grilla usada para el estudio tiene una desviación de 30º al oeste con
respecto al norte magnético y se indica con la línea recta punteada.
Figura 2.
Imagen satelital de la Loma Yutopián (Google Earth) y planimetría del sitio. El eje de la grilla usada para el estudio tiene una desviación de 30º al oeste con respecto al norte magnético y se indica con la línea recta punteada.

a) Tableta para inhalar en piedra de la recolección
    de superficie de Yutopián; b)
    Vasija recolectada por un poblador local de las inmediaciones del sitio.
Figura 3.
a) Tableta para inhalar en piedra de la recolección de superficie de Yutopián; b) Vasija recolectada por un poblador local de las inmediaciones del sitio.

La primera aproximación a la historia ocupacional de Yutopián se basó en una serie de veinte pozos de prueba en diversos sectores del sitio durante la temporada de 1994. Se logró detectar así una diferenciación en la estratigrafía y en la arquitectura y uso del espacio a través del sitio. Mediante el análisis cerámico preliminar se estableció que las ocupaciones más tardías prevalecían en la parte sur del sitio por sobre parches de ocupación formativa, que en el centro había una superposición de ocupaciones tardías por encima de otras más tempranas y que en el extremo norte se hallaban exclusivamente ocupaciones agroalfareras tempranas (Figura 4 y Tabla 2), por eso el trabajo se concentró en este último. Luego, la asignación al PF fue confirmada con dataciones radiocarbónicas (Tabla 3). Durante el PF las partes norte y central de la Loma Yutopián ya habrían estado ocupadas. Quedan pendientes nuevas dataciones de la parte sur del sitio, que al momento cuenta sólo con dos.

Distribución de pozos de sondeo PP1a PP23 y áreas excavadas.
Figura 4.
Distribución de pozos de sondeo PP1a PP23 y áreas excavadas.

Tabla 2.
Distribución de la cerámica en los primeros veinte pozos de sondeo de Yutopián (ordenados de N a S).
 Distribución de la
cerámica en los primeros veinte pozos de sondeo de Yutopián (ordenados de N a
S).

Tabla 3.
Fechados radiocarbónicos de Yutopián[viii].
Fechados radiocarbónicos de Yutopián[viii].

Sector III. Los Núcleos 1 y 2 en el extremo norte
    de la loma. Unidades de excavación.
Figura 5.
Sector III. Los Núcleos 1 y 2 en el extremo norte de la loma. Unidades de excavación.

El sector norte seleccionado para un estudio más intensivo –también denominado Sector III– está constituido por recintos que tienen la apariencia de dos conjuntos habitacionales; los denominamos Núcleos 1 y 2 (Figura 5). El Núcleo 1 consiste en un grupo de estructuras, E1, E2 y E3, apartadas unos 5m de otras dos, E4 y E5, las cuales constituyen el Núcleo 2. Ésta ha sido una designación operativa basada en la arquitectura superficial y no se asume la existencia de igual cantidad o identidad de unidades familiares o domésticas representadas. Alrededor de estos núcleos hay indicaciones de otras estructuras perturbadas por instalaciones modernas, así como también, muros de contención y paredes (pircas) sueltas. Al oeste de ambos núcleos se hallaron los restos de una acequia construida en piedra. Las tres estructuras de Núcleo 1 se abren hacia el este a un gran espacio subcircular o patio que fue denominado Patio 1 (PN1). Las excavaciones probaron que E4, abierta al este, se conecta con la E5, la cual presenta las características de un patio amplio, también llamado PN2.

Sector III, Núcleo 1

La estructura E1, de forma subcircular, con un diámetro de 6 m, se vincula con el espacio mayor mediante una entrada definida por dos bloques de piedra mayores. A través de los 110cm de profundidad excavados desde el datum, se notaban ciertas características de la acumulación y formación de la estratigrafía. De manera preliminar pudimos separar tres diferentes patrones de depositación. Los primeros 60cm contenían escaso material, en un estado bastante fragmentado.Los niveles de 60 a 90cm presentaron mayor cantidad de restos, aunque no mostraban una estructura de asociación. El nivel de ocupación, que incluye el piso, fue identificado, entre los 90 y 110cm, por cuatro líneas de evidencia:(1) un fogón bien preparado y preservado (Gero & Scattolin 2002, Fig.9.3) asociado con residuos pirotecnológicos y restos macrobotánicos, (2) unas consolidaciones rasas de arcilla quemada extendiéndose desde las paredes oeste y noroeste, (3) cuatro conanas juntas–molinos de piedra– que yacían en el sector noroeste en posición horizontal al fondo del recinto (Figura 6), (4) un puco entero invertido contra la pared interior de la estructura yaciendo sobre las áreas consolidadas (Figura 7 d) y, al menos, otras dos vasijas fragmentadas pero completas. Se consideró entonces que constituía un piso de ocupación, con mínima perturbación y por lo tanto con las relaciones de artefactos de alta confiabilidad, asociadas en espacio y tiempo. El contexto daba indicaciones de la distribución de actividades en E1.

En el interior de la estructura y en relación con el piso de ocupación, los hallazgos de artefactos se distribuyen de una manera organizada. Al centro y este se ubica el fogón compuesto por un anillo sobreelevado de arcilla endurecida y quemada junto con cuatro piedras firmemente adheridas como para servir de apoyo a un recipiente (Figura 6). En relación con este rasgo había trozos de hueso quemado y varios porotos carbonizados, lo cual sugirió que el fogón fue usado para cocinar alimentos. Pero, además, en relación con él, también se halló una cantidad apreciable de material burbujeante (vitrified fuel ash), que es un producto residual de actividad pirotecnológica, cuyo análisis indicó una composición de suelo vitrificado[ix]a 1000ºC, una temperatura significativamente superior a la necesaria para fogones culinarios, la cual es más bien propia de una combustión relacionada con la metalurgia (Van Diver 1994, Gero & Scattolin 2002). Junto con esta evidencia había, además, un trozo de materia prima identificada como mineral de cobre –probablemente malaquita–[x]. Estos hallazgos, junto con varios otros de la vecina estructura E2, como algunos martillos de laminación quebrados, hacen suponer que en el Núcleo 1 están representadas algunas etapas del proceso de producción de artefactos metálicos que involucraron su fogón principal.

 Izquierda:
Estructura E1 al final de la excavación. Derecha: Cuatro conanas y un puco
completo gris liso pulido sobre el piso.
Figura 6.
Izquierda: Estructura E1 al final de la excavación. Derecha: Cuatro conanas y un puco completo gris liso pulido sobre el piso.

Al oeste del fogón se halló una distribución extendida de fragmentos cerámicos que pertenecen a dos vasijas de tamaño grande. Tienen un cuello restringido y cuerpo globular; presentan diferentes patrones decorativos. La más sencilla tiene únicamente una tira aplicada al pastillaje con incisiones diagonales en la base del cuello. La más elaborada es una olla con una representación antropomorfa incisa y punteada en el cuello de la vasija que representa una estilización de un rostro con líneas extendiéndose debajo de los ojos (Figura 7a) y tiene dos asas laterales.Su similitud con la decoración presente en el estilo Candelaria condujo a su asignación a este estilo. Su presencia también es común en sitios del valle de Tafí. Se verá más adelante que se encontraron otros ejemplares similares en el resto de las excavaciones en Yutopián. Hay que señalar que algunas de las vasijas de esta clase poseen una delgada cobertura blanca por toda la superficie de la pieza y que este tratamiento también ha sido detectado en asentamientos de tipo Tafí en la Quebrada de La Ciénega por Beatriz Cremonte (2003, p. 63). Junto a esta cerámica se hallaron otros restos: entre los más notables, un conjunto de varios porotos carbonizados (Gero 2015, Fig. 50) y varias lascas de obsidiana. Cerca de estos tiestos también se halló una figurina cerámica zoomorfa de cuerpo alargado, cola larga y cuatro patas que carece de cabeza (Gero 2015, Fig. 82), similar a las que se han encontrado en La Bolsa del valle de Tafí (Salazar 2011, Fig. VIII.13).

Asociación de estilos cerámicos en
Estructura 1.
Figura 7.
Asociación de estilos cerámicos en Estructura 1.

 Vaso de piedra del piso de ocupación
en U302 de E1.
Figura 8.
Vaso de piedra del piso de ocupación en U302 de E1.

De los cinco molinos encontrados en E1, cuatro de ellos se encontraron localizados en el sector noroeste, algunos en relación con sus manos. Se distinguen del quinto, aparte de su ubicación, por su forma y tamaño: son grandes, ovalados y su concavidad central presenta una superficie de molienda mayor.En cambio, el quinto es redondo, más pequeño y está alejado del resto y cerca de la entrada. Al este del área de conanas y cerca de la pared se hallaron fragmentos óseos de tamaño mayor que los del resto de la estructura (Izeta 2004). Es evidente que estas conanas agrupadas constituyen un área destinada a la preparación de comida. Debajo de la base de los molinos había fragmentos de cerámica Condorhuasi Blanco sobre Rojo y fragmentos Gris Inciso. Dentro de este sector se hallaron otros restos óseos de gran tamaño. Contra de la pared se ubicó un puco completo Negro Pulido con aplicaciones zoomorfas en el borde, en posición invertida. Cerca de este lugar se conservó perfectamente una porción del piso quemado y endurecido que estaba adosada a la pared y se extendía inmediatamente a partir de ella.Esta evidencia, junto con el hecho de que ninguno de los molinos estaba agotado –e incluso uno de ellos mantenía la correspondiente mano en su lugar (Gero 2015, Fig. 26)–, sugiere que el piso fue abandonado y dejado con sus instrumentos in situ. También se hallaron otros objetos notables en relación con el piso, como un vaso de piedra pulida y grabado en el borde (Figura 8) y una espátula de hueso –“winchuña”– confeccionada sobre un metapodio de camélido (Izeta et al. 2013). Por debajo del piso y en varios sectores se descubrieron pozos excavados en la roca de base de forma redondeada y de distinto tamaño y profundidad; algunos llegaban a adicionar hasta 60cm por debajo de la roca de base. Suponemos que se trata de pozos de almacenaje.

Una muestra ósea seleccionada para su datación (#8, Tabla 3), procedente del nivel N6 de la Unidad 302 (90-100cm) dio una antigüedad de 1777 ± 45 años C14 AP (AA 82255, AMS, óseo, δC13: -15.0). Mientras que la muestra #10 (Tabla 3), publicada por Gero (2015, p. 247) como del “piso de ocupación” de E1, dio 1720 ± 40 años C14 AP (Beta 203472, carbón vegetal).

La estructura E2, al sur de E1, no compartía ningún acceso directo con esta última, pero se podía acceder a ella a través de una entrada que conducía desde el gran patio PN1, ubicado en el este. Los resultados de las excavaciones en E2 se distinguen en varios aspectos de aquellos de E1, en particular la formación de sus contextos arqueológicos. Siendo la más pequeña y con las paredes menos regulares de todo el núcleo, la E2 no exhibió ningún piso de vivienda bien definido a ninguna profundidad (Figura 9). No obstante, se recuperaron densas concentraciones de restos en todos los niveles de la excavación, incluyendo muchos de la misma clase de artefactos y materias primas líticas que en E1. Ninguno, sin embargo, incluyó conanas completas y hubo una sola vasija cerámica reconstruible a partir de fragmentos (Figura 9); no había evidencia reconocible de fogón, aunque en algunas áreas se observaron lentes de ceniza. Entre los artefactos se hallaron martillos de piedra quebrados cuya forma y configuración los hacen muy apropiados para el trabajo de laminación de metal, por lo que es probable que hayan estado relacionados originalmente con la actividad metalúrgica de E1. La naturaleza fragmentaria de todos los hallazgos, incluyendo las conanas y martillos quebrados y los fragmentos cerámicos remontables recuperados a diferentes niveles en unidades de excavación adyacentes, sugieren que, en algunos puntos de su historia ocupacional, E2 fue alterada y/o usada como un área de depositación de basura. Posee un fechado radiocarbónico de 1640 ± 60 años C14 AP (Beta 203474, carbón vegetal) realizado por Gero (2015, p. 247).

a) Estructura E2. b) Fragmentos remontados de un cuenco con interior pintado en
    negro sobre ante (tomado de Bugliani 2006), los dos de la izquierda
    provienen de la U311 de E2, el de la derecha proviene de la cercana unidad
    U352 del Patio N1.
Figura 9.
a) Estructura E2. b) Fragmentos remontados de un cuenco con interior pintado en negro sobre ante (tomado de Bugliani 2006), los dos de la izquierda provienen de la U311 de E2, el de la derecha proviene de la cercana unidad U352 del Patio N1.

El recinto que denominamos E3 había sido sondeado con anterioridad a su excavación completa mediante el sondeo PP14. Esta estructura E3 tiene forma cuadrangular con esquinas redondeadas y unos 4m de lado. Al construir la pared perimetral de piedra fue sellado un vano que comunicaba con E2. La entrada que daba al patio PN1 está pobremente definida, pues la pared en el este está parcialmente colapsada. Su excavación alcanzó una profundidad de 110cm bajo el datum, donde se halló la roca de base. Se pudieron reconocer distintos patrones de depositación. Los primeros 90cm presentan una distribución regular y uniforme de restos que no muestran relaciones de asociación características. El nivel de ocupación se identificó, entre los 90 y 110cm, por: (1) la presencia de agrupaciones de fragmentos de cerámica reconstruibles, (2) la disposición horizontal de los molinos, (3) las posiciones relativas entre estos restos y la pared perimetral y (4) la localización de la boca de varios pozos cavados en la roca de base (Gero 2015, p. 141, Fig. 55). Fue considerado como nivel intermedio, aunque descansa casi sobre la roca de base, debido a que los pozos eran muy profundos, en particular uno de ellos, el más central. Por último, la matriz sedimentaria en el interior de los pozos, a mayor profundidad, contenía restos fragmentarios de vasijas cerámicas y esquirlas de hueso. La distribución de vestigios y rasgos en contextos primarios difiere de la E1 principalmente por la ausencia de fogón central (Figura 10). Además, la E3 carece de evidencia clara de abandono abrupto. Por otra parte, revela materiales cerámicos asignables a una fase posterior a las halladas en E1 y E2; de las capas superiores de E3 se recuperaron algunos fragmentos de cerámica de estilo Aguada, lo cual no había ocurrido en E1 y E2; y señala la existencia de una ocupación del sitio durante un momento en que este estilo estaba en uso, es decir, en la segunda mitad del primer milenio EC. La muestra radiocarbónica #16 (Tabla 3), obtenida de la U321 Nivel N5, es decir, de las capas superiores de E3, proporcionó la fecha de 1316 ± 32 años C14 AP (AA 103171, AMS, óseo, δ C13: -22.6), que es congruente con el estilo cerámico mencionado. Asimismo, el contenido de los pozos a mayor profundidad podría indicar el uso de este espacio aún antes de que se formara el nivel de ocupación intermedio, con mayor integridad de contexto. Estimamos que la colocación final del muro perimetral, de forma cuadrangular y de factura más regular que en las E1 y E2, corresponde a la ocupación intermedia mejor preservada.

 a) Plano de la
    Estructura 3. b) Cuenco
    semicompleto Gris Inciso con instrumento de punta múltiple. c) el fondo de la excavación con el
    jalón en el pozo más profundo.
Figura 10.
a) Plano de la Estructura 3. b) Cuenco semicompleto Gris Inciso con instrumento de punta múltiple. c) el fondo de la excavación con el jalón en el pozo más profundo.

En efecto, la ocupación que se ve más claramente está marcada por tres conanas que yacen aproximadamente a 100cm debajo del datum, sobre una superficie algo inclinada desde el sudeste al noroeste, que probablemente corresponda al piso, pero menos evidente que el de E1. Dos molinos están completos y un tercero, ya perforado por desgaste, se halló como cubierta de la boca de uno de los pozos. Al norte de uno de los molinos se hallaron fragmentos de una vasija utilitaria parcialmente reconstruible.

Como evidencia remarcable se ha hallado en el interior del pozo de mayores dimensiones fragmentos de cerámica con representaciones de rostros en el cuello confeccionadas mediante la aplicación de tiras al pastillaje e incisiones de puntos de estilo Candelaria y fragmentos pintados en negro y blanco sobre un engobe rojo de estilo Condorhuasi, entre otros. Aparte de la cerámica, la ocupación más antigua reveló otros indicadores de actividades domésticas tales como restos óseos y artefactos líticos en diversas etapas de producción y uso. La muestra de carbón #4 (1830 ± 60 AP, Tabla 3) que está asociada a tales tiestos proviene del fondo del pozo (Figura 11). De manera que podría haber unos cuatro siglos de diferencia en el uso de esos dos contextos datados.

Contenido parcial del pozo más profundo en
    E3. Dos fragmentos de vasijas antropomorfas con baño blanco y aplicaciones
    al pastillaje; un apéndice zoomorfo; fragmento Condorhuasi Polícromo, negro
    y blanco sobre rojo.
Figura 11.
Contenido parcial del pozo más profundo en E3. Dos fragmentos de vasijas antropomorfas con baño blanco y aplicaciones al pastillaje; un apéndice zoomorfo; fragmento Condorhuasi Polícromo, negro y blanco sobre rojo.

El patio del Núcleo 1 –que fue sondeado en 1996 mediante el pozo de prueba PP23– había señalado la existencia de depósitos más delgados y pocas indicaciones de las actividades desarrolladas en esta área abierta adyacente a las habitaciones. Entonces se abrió allí un área de excavación con el propósito de conocer las características de su formación, así como las actividades desarrolladas en él y su vinculación con las habitaciones. Se plantearon cuatro cuadrículas. Las unidades U350, U352 y U354, se ubicaron adyacentes a la pared perimetral al norte del patio y en relación con la entrada de la E1 (Figura 5). Como resultado de su excavación se pudo establecer que el patio estuvo conectado a la E1 a través de un umbral de piedra y su piso debió estar en un nivel superior con respecto al piso de las habitaciones.

Una cuadrícula separada, la U357, se cavó a fin de investigar un conjunto de piedras que sobresalían en superficie y cuya configuración hizo considerarlo un rasgo especial. Este rasgo reveló que estaba constituido por piedras, varias de ellas tabulares, colocadas de manera vertical y en círculo, rodeando una piedra central en posición horizontal (Figura 12). En relación con este rasgo se hallaron fragmentos de pucos de estilo Aguada Gris Grabado con motivo zoomorfo y otros de un tipo cerámico con motivos geométricos dibujados en blanco y negro sobre un fondo ante-naranja (Figura 13). Algunos fragmentos similares habían sido hallados antes en la estructura E2 y en el sondeo PP14 de E3, los cuales deben corresponder a cada una de las vasijas halladas semicompletas en asociación con este rasgo. El estilo de la alfarería pintada lo denominamos Geométrico Polícromo y no le encontramos afinidades claras con otros tipos conocidos. Mientras que el puco con diseño zoomorfo corresponde claramente al estilo Aguada. Ello sugiere que este rasgo corresponde a un evento posterior (intrusivo) al uso del patio N1 durante la ocupación de E1, aunque no queda clara una asociación física directa con E2 o con E3. Por su configuración, asociaciones, presencia de cuencos finos para servir y analogía con estructuras similares actuales, puede haber sido un receptáculo de ofrendas (Yacobaccio & Malmierca 2006).

La cerámica diagnóstica de este rasgo –junto con los tiestos de estilo Aguada hallados en E3 (v. supra) correspondientes al fechado #16 (Tabla 3; AA 103171)–, manifiestan la existencia de una ocupación durante la segunda parte del primer milenio DC. Aunque se habían detectado muy pocos restos de esta época en los primeros sondeos por toda la extensión de la Loma Yutopián, los mencionados indicadores y, sobre todo el rasgo especial, señalan que al menos algunas partes del sitio, en este sector norte, estuvieron en uso durante esa época.

Rasgo de U357 en
Patio N1. A la izquierda se indica presencia de cerámica diagnóstica al
interior y por fuera del rasgo (flecha blanca). A la derecha se muestra el
fondo del rasgo (Gero 2015, Fig. 65).
Figura 12.
Rasgo de U357 en Patio N1. A la izquierda se indica presencia de cerámica diagnóstica al interior y por fuera del rasgo (flecha blanca). A la derecha se muestra el fondo del rasgo (Gero 2015, Fig. 65).

Fragmentos de dos
cuencos semicompletos del rasgo de U357 en el Patio PN1; sólo llevan rótulo dos
tiestos de estilo Geométrico polícromo que vienen de la U313 de E2 y pertenecen
a la misma vasija de U357, y un tiesto gris grabado de estilo Aguada hallado en
PP14 de E3 que corresponde al mismo puco gris también de U357.
Figura 13.
Fragmentos de dos cuencos semicompletos del rasgo de U357 en el Patio PN1; sólo llevan rótulo dos tiestos de estilo Geométrico polícromo que vienen de la U313 de E2 y pertenecen a la misma vasija de U357, y un tiesto gris grabado de estilo Aguada hallado en PP14 de E3 que corresponde al mismo puco gris también de U357.

Núcleo 2

La estructura E4, se encuentra al norte conformando con la estructura E5 el conjunto que denominamos Núcleo 2. Sin embargo, los hallazgos de E4 la señalan como perteneciente a una misma fase cerámica que las ocupaciones tempranas de Núcleo 1, debido a la similitud que hallamos entre varias vasijas de estilo Candelaria tanto en la forma como en la decoración. Al excavar E4 se pudo reconocer el perímetro de la habitación en forma completa, con indicación de abertura de salida hacia el este, o sea, en comunicación con E5 la cual, luego de ser excavada, pareció haber funcionado como patio descubierto.

En E4 se plantearon cinco unidades cavadas por niveles de 10cm que se profundizaron hasta la roca de base: U330, U331, U332, U333, U334 (Figura 5). La estratigrafía consta de una sucesión de capas que abarcan, al menos, dos ocupaciones. En el nivel de ocupación superior se pudo distinguir claramente un área de piso endurecida aproximadamente a 100cm de profundidad y en relación con él, un fogón de características peculiares, compuesto por tres arcos de arcilla elevada, divididos por tres piedras paradas (Figura 14), el cual ocupaba una buena parte del recinto. Inmediatamente al lado del fogón se halló un jarro de alfarería Gris Inciso (Figura 15 a) y en el mismo nivel una vasija antropomorfa con decoración al pastillaje e incisión (Figura 15 b). También se recuperaron restos vegetales carbonizados tales como carozos de chañar, tres winchuñas (Izeta et al. 2013), un fragmento de alambre de cobre y varios fragmentos de alfarería de tamaño considerable que pudieron ser remontados para formar vasijas semicompletas. Este nivel de ocupación superior está señalado de manera nítida por un sedimento de coloración muy oscura, muy carbonizado y grasiento y varias piedras ahumadas, lo que permite afirmar su uso como cocina (Figura 16). Se consideró que tal estado era una señal de las actividades de combustión y de la manipulación de sustancias grasas en esta habitación, donde también se hallaron porotos y endocarpios de chañar carbonizados. Fogones similares se conocen en áreas vecinas como en el valle del Bolsón (Korstanje 2007, p. 204) y en Ambato (Gastaldi 2010) y aún más lejos, en la puna de Jujuy, hay estructuras de combustión parecidas (Albeck 1995-1996). De los niveles asociados con este fogón procedieron también vasijas semicompletas algunas de las cuales tienen representaciones de rostros antropomorfos.

Fogón de E4. La flecha
    indica fragmento de jarro Gris Inciso.
Figura 14.
Fogón de E4. La flecha indica fragmento de jarro Gris Inciso.

a) Botellón antropomorfo de la ocupación superior de
    E4. b) Jarro Gris Inciso
    restaurado, ubicado cerca del fogón en la ocupación superior de E4.
Figura 15.
a) Botellón antropomorfo de la ocupación superior de E4. b) Jarro Gris Inciso restaurado, ubicado cerca del fogón en la ocupación superior de E4.

 Estructura E4. Izquierda, se observa el sedimento
negro y graso correspondiente al nivel del fogón principal, tanto en el perfil
oeste de las cuadrículas U331 y U332, como en la planta de la excavación. La
flecha blanca, por detrás una piedra, indica fragmento de un jarro Gris Inciso asomando
al lado del fogón. El norte, a la derecha de la imagen. Derecha, E4 al final de
la excavación.
Figura 16.
Estructura E4. Izquierda, se observa el sedimento negro y graso correspondiente al nivel del fogón principal, tanto en el perfil oeste de las cuadrículas U331 y U332, como en la planta de la excavación. La flecha blanca, por detrás una piedra, indica fragmento de un jarro Gris Inciso asomando al lado del fogón. El norte, a la derecha de la imagen. Derecha, E4 al final de la excavación.

Se decidió conservar intacto este distintivo fogón como un rasgo de preservación especial que, al término de la excavación del recinto, fue cubierto cuidadosamente de tierra. De manera tal que la ocupación inferior –más comprimida– fue detectada únicamente al profundizar la excavación todo en derredor del mencionado fogón (Figura 17). Esta ocupación inferior por lo tanto no se pudo observar por debajo de tal rasgo, sin embargo, su existencia se verificó por conjuntos de fragmentos remontados que resultaron de la presencia de vasijas quebradas de material cerámico ordinario que constituyen partes de ollas de cocina (Figura 18). Se observaron alrededor del fogón principal y extendiéndose por debajo de él.

Ocupación inferior de E4.
    Obsérvese una hilera de piedras y dos ollas rotas, por debajo y por
    alrededor del fogón trilobulado. La flecha blanca indica el norte.
Figura 17.
Ocupación inferior de E4. Obsérvese una hilera de piedras y dos ollas rotas, por debajo y por alrededor del fogón trilobulado. La flecha blanca indica el norte.

Cerámica con delgado
    engobe rojo de la ocupación inferior de E4.
Figura 18.
Cerámica con delgado engobe rojo de la ocupación inferior de E4.

Finalmente, al fondo de la excavación, apareció la roca de base donde se encontraron varios pozos cavados. Un pozo singular, más pequeño, presentó características especiales, ya que contenía puntas líticas de obsidiana y artefactos de basalto, restos óseos y pigmento ocre. Sobre estos objetos había varias rocas naturales redondeadas y muy lisas, posiblemente escogidas, por todo lo cual se interpretó como un escondrijo o receptáculo en la base del hoyo de poste principal de la vivienda (Figura 19).

Izquierda: Contenido del pozo-escondrijo en E4, entre
ellos, disco y fragmentos de cerámica, restos óseos, varias puntas de proyectil
de obsidiana, lascas de basalto, andesita y cuarzo y, en el extremo izquierdo,
dos fragmentos de raederas muy grandes y pigmento. Derecha: el pozo.
Figura 19.
Izquierda: Contenido del pozo-escondrijo en E4, entre ellos, disco y fragmentos de cerámica, restos óseos, varias puntas de proyectil de obsidiana, lascas de basalto, andesita y cuarzo y, en el extremo izquierdo, dos fragmentos de raederas muy grandes y pigmento. Derecha: el pozo.

Se han realizado tres dataciones en E4. La muestra #13 (Tabla 3) fue reunida de carboncillos obtenidos de los niveles 2, 3, 4 y 5 de las cuadrículas U331 y U332, excavadas en 1996, o sea, la sección superior de E4 y dio la fecha de 1630±60 AP (Beta 95611) reportada en Gero & Scattolin (1999). Más tarde se envió la muestra #1 (Tabla 3) de los niveles N6 y N7, también de la ocupación superior de E4, obtenida de las cuadrículas adyacentes U333 y U334, excavadas en 1998, que proporcionó la fecha de 1970±90 AP (Beta 127006). Una tercera datación #14 (Tabla 3) derivó de una muestra extraída de los niveles 9 y 10, correspondientes a la ocupación inferior de E4, de las cuadrículas U333 y U334, sin embargo, dio como resultado la fecha más moderna de las tres y prácticamente igual a la de los niveles superiores, 1610±90 (Beta 127005). Estas dos fechas muestran por tanto una reversión del orden estratigráfico que pudo deberse a factores hasta el momento indeterminados (ver NotaVIII). En cambio, la datación #13 concuerda con su posición estratigráfica y con los materiales recuperados de los niveles de los cuales se extrajo.

Basándonos en la observación de la arquitectura superficial, la estructura E5 fue inicialmente supuesta como una habitación similar a E4. Sin embargo, las excavaciones planteadas en ella modificaron esta evaluación preliminar. Quedó expuesta un área más amplia que la comúnmente esperada para una estructura de habitación. Además, la profundidad alcanzada de manera general (ya que varía en las distintas cuadrículas) era menor que en E4. Estas características junto con los restos arqueológicos hallados en ella inducen a pensar que se trata de una estructura descubierta, si bien es posible que sólo algunos sectores hubieran sido techados y otros estuvieran al aire libre. Por todas estas razones interpretamos que la estructura E5 corresponde a un patio de actividades múltiples conectado con E4 a través de la puerta de comunicación mencionada anteriormente. La excavación de toda la estructura E5 no se completó y por tanto no se conoce el perímetro completo de este patio.

La estratigrafía de E5 consta de un depósito superior de arena fina y desde allí hacia abajo es variable en los diferentes sectores excavados e incluye áreas con suelo oscuro probablemente asociadas a fogones efímeros y áreas con pozos de diferentes profundidades.

También de aquí se recuperaron materiales cerámicos, algunos parcialmente reconstruibles (Figura 20), como el jarro Gris inciso, cuya decoración y forma corresponde al tipo Aconquija Inciso B definido por Núñez Regueiro para la zona de Alamito (1975, p. 351), pero que también podría ser afín al tipo Ciénaga Inciso Simple (Figura 20c) de la fase La Manga (Ciénaga I) del valle de Hualfín (González & Cowgill 1975, p. 288). Había además artefactos y desechos líticos tallados, restos óseos faunísticos (Izeta 2004) y varios artefactos líticos pulidos como manos y conanas. Se obtuvieron también muestras de restos vegetales carbonizados por medio de flotación del sedimento, particularmente en pozos y en zonas de suelo oscuro.

a y b) Pequeño jarro Gris Inciso de
E5 (dibujo de Bugliani2006). c)
jarro Gris Inciso de Corral Quemado, valle de Hualfín, Catamarca, Colección B.
Muniz Barreto Nº 6333, División Arqueología, Museo de La Plata.
Figura 20.
a y b) Pequeño jarro Gris Inciso de E5 (dibujo de Bugliani2006). c) jarro Gris Inciso de Corral Quemado, valle de Hualfín, Catamarca, Colección B. Muniz Barreto Nº 6333, División Arqueología, Museo de La Plata.

Cuatro fueron los fechados obtenidos del patio PN2, que se extienden desde 1600±80 a 1820±100 años AP (sin calibrar) y están en acuerdo con el material cerámico obtenido de sus capas (ver Tabla 3).

Sector I, Estructura 11

La excavación de la estructura E11 se realizó de forma intermitente en tres etapas. En 1994 se ubicó el Pozo de Prueba PP6 dentro de un recinto subcuadrangular, de unos 5x5m, construido contra los muros de una terraza en la zona central de Loma Yutopián que denominamos Sector I. El PP6 produjo fragmentos de cerámica claramente estratificados; tiestos del PDR ocupaban mayormente las capas superiores, las cuales cubrían un componente del PF (Tabla 4). Luego el PP6 fue expandido a un bloque de excavación de 2x2m que se denominó U101. Esta segunda etapa de la excavación confirmó la existencia de una ocupación formativa sustancial en la parte central y oriental del sitio. Los niveles superiores contenían hallazgos rotos (se notó una conana rota y una mano rota a los 50cm de profundidad) y cerámica Santa María más varios tiestos del PF (grises incisos, Condorhuasi rojo sobre ante).

En 1996 se excavó E11 por completo. Se impuso una cuadriculación que creó otras cinco unidades de excavación de 2x2m cada una: U102, U103, U104, U105, U106. Sobre la base de lo conocido en las temporadas anteriores, la excavación procedió por niveles artificiales. Se extrajeron los primeros 40cm desde el datum (niveles N1 a N4; 0 a 40cm) para horizontalizar la superficie de excavación; luego se extrajeron otros 20 cm (niveles N5 y N6; 40 a 60cm) hasta los 60cm y, a partir de allí, se cavaron niveles de 5cm controlando la aparición de depósitos naturales, a fin de identificar la separación entre los componentes tempranos y tardíos.

En la parte norte de la estructura aparecieron varias porciones de un piso de tierra consolidado, parcialmente preservado, en el nivel N7 de 60-65cm de profundidad, a los 62cm de profundidad en el sureste y a los 65-67cm en el centro de la estructura. La densidad general de artefactos era menor en este nivel, pero de un tamaño mayor. Es así como se encontraron conjuntos de tiestos contiguos pertenecientes a una misma pieza o varias, rotas in situ, y la base de una olla grande descansaba directamente sobre la superficie del piso dela estructura (Figura 21). También había unos pocos y pequeños fragmentos de cerámica del PF dispersos en la matriz sedimentaria, lo que indicaba que esta vivienda se había instalado sobre una ocupación anterior. Una muestra de carbón vegetal de este nivel N7, en la unidad U103, proporcionó la fecha de 572 ± 36 años AP (Tabla 3, #17, AA 102680), que data la ocupación superior de esta Estructura 11 y es congruente con los materiales cerámicos recuperados.

Tabla 4.
Distribución de cerámica diagnóstica de PF y PDR en E11.
 Distribución de cerámica diagnóstica
de PF y PDR en E11.

Estructura
E11. a) Nivel de ocupación superior;
en U103 se aprecian ollas rotas apoyando en el piso. b) Nivel de ocupación inferior. c) Olla de cocina con pedestal de la ocupación superior. d) Distribución de las cuadrículas. La
unidad U101 (incluido PP6) aparece completamente excavada.
Figura 21.
Estructura E11. a) Nivel de ocupación superior; en U103 se aprecian ollas rotas apoyando en el piso. b) Nivel de ocupación inferior. c) Olla de cocina con pedestal de la ocupación superior. d) Distribución de las cuadrículas. La unidad U101 (incluido PP6) aparece completamente excavada.

La cerámica tardía comprendía cuencos abiertos de cuello corto pintados en negro sobre blanco de estilo Santa María (Podestá & Perrota 1973, pp. 10-11, Marchegiani 2012, Tarragó et al. 2017, cf. Bugliani 2018, Figura 6), una olla globular con cuello, vasijas grandes de paredes gruesas con superficies peinadas y bases muy estrechas y altas, como pedestales (Figura 22) (cf.Debenedetti 1921).

Seis vasijas
cerámicas de la ocupación superior de E11.
Figura 22.
Seis vasijas cerámicas de la ocupación superior de E11.

El piso de ocupación superior también brindó artefactos líticos –raspadores y lascas–, así como restos óseos de camélidos, entre ellos, mandíbulas y dientes, además de numerosas placas de quirquincho. También se obtuvieron muestras de restos vegetales carbonizados. No se localizó ningún fogón formalmente constituido sino solo áreas del piso quemadas, algunas con lentes de ceniza y hueso calcinado. Además, el centro de la estructura estaba ocupado por un gran peñasco fijo, ahuecado en el medio, el cual, luego se reveló que emergía desde la roca de base, a mayor profundidad. (Figura 21). Puede haber funcionado como base de poste para el techo.

Más abajo, los tiestos tardíos desaparecieron y se presentaron fragmentos diagnósticos del PF, restos óseos de tamaño variable y material lítico tallado; pero no se halló ninguna superficie clara que indicara la existencia de un piso asociado a esta ocupación. Se advirtió que en los niveles inferiores los artefactos –mayormente residuos domésticos– se extendían por debajo de los muros del recinto, lo que indicaba una reocupación del lugar por parte de los habitantes posteriores, con un diseño estructural diferente, de extensión menor que el área de ocupación formativa previa.

Escasos trozos de carbón vegetal dispersos –asociados a tiestos de alfarería Gris Pulida y Condorhuasi Marrón Pulido y Rojo sobre Ante (Scattolin & Gero 1999, p. 353)– suministraron una muestra agregada procedente de los niveles N13 y N14 de las unidades U102, U103, U104 y U105, cuya datación dio la fecha radiocarbónica de 1940 ± 90 años AP (Beta 95610). Teniendo en cuenta esta fecha y los materiales cerámicos diagnósticos de una y otra ocupación se infiere que pudo haber transcurrido un lapso de más de mil años entre ambas, del que no se han conservado evidencias.

Pozo de prueba PP12 y su extensión PP12A

A fin de conocer la historia ocupacional en el centro-oeste de la loma, durante el muestreo inicial del sitio (Figura 4), se estableció el sondeo PP12, de 1x 1 m que fue cavado por niveles artificiales de 10cm. Hacia los35cm de profundidad desde la superficie del suelo, se descubrió el borde de un pozo cavado en la roca de base que ocupaba la mitad sudoeste de la cuadrícula (Gero 2015, Fig. 75), la que finalmente se abandonó luego de hallar piedras en su fondo que no permitían avanzar más en profundidad. No obstante, los materiales cerámicos extraídos indicaron que también en esta zona del sitio había una ocupación formativa.

Más tarde (1996) la excavación se extendió hacia el sur con una cuadrícula adyacente, de 1x1m, que fue denominada PP12A. Esta extensión reveló, de manera más clara, un área de combustión profunda delimitada por piedras, la cual suministró una gran cantidad de fragmentos de carbón, una muestra de la cual se extrajo a unos 80cm de profundidad en el nivel N5 (80-100cm) (Tabla 3, #3; Beta 95608; 1870 ± 60 AP; Scattolin & Gero 1999, p. 353). De dicho nivel se obtuvieron pocos fragmentos cerámicos toscos y grises pulidos, un tiesto con decorado zoomorfo, trozos de barro cocido y abundantes restos de vegetales carbonizados, entre ellos una importante cantidad de marlos de maíz, masas fundidas de marlos de maíz adheridos, semillas y trocitos de tallos. Sobre la base de los informes arqueobotánicos efectuados por Jack Rossen, Gero (2015) concluye que “La notoria concentración de maíz del nivel N6, el nivel más oscuro de PP12A, representa la friolera del 83% del maíz recuperado en la temporada de campo de 1996 (y el 74% del Chenopodium) e incluye grandes masas fusionadas de marlos de maíz adheridos…Los restos de plantas de 1994 muestran las mismas e intensas concentraciones de maíz y masas de maíz de PP12… [L]a intensa actividad registrada aquí … se relaciona con la cocción y el procesamiento, quizás para la preparación de chicha...” (p. 192, traducción de la autora).

Sector II, PP3, ampliación y Enterramiento 1

El pozo de sondeo PP3 (Figura 4) fue ubicado entre dos hileras de piedras que parecían definir un espacio intramuros que fue referido, de manera provisoria, como “pasillo”; estaba cubierto con material de superficie que incluía abundante cerámica gris pulida y lascas de obsidiana. El sondeo avanzó hasta los 30cm de profundidad –desde la superficie del suelo actual– donde se alcanzó la roca de base, por lo que demostró no corresponder a un pasillo de entrada al recinto adyacente sino constituir, probablemente, un relleno de pared doble. Proporcionó cerámica del PF y del PDR, la primera en mayor cantidad que la segunda. También se encontraron fragmentos de hueso de un cráneo humano en el ángulo sudeste de la unidad. Para ampliar el área de excavación, se dispusieron primero dos unidades adyacentes de 1x1m que se denominaron, en conjunto, U201. Luego se expandieron otros 3 m2 –unidades U202A, U202B y U202C– de modo que, finalmente, las cinco unidades adicionales de 1x1m fueron denominadas conjuntamente como Sector II (Figura 23).

La unidad U201 incluyó la hilera oriental del espacio intramuros y la parte del interior de la estructura adyacente. Los bloques correspondientes a la hilera de piedras fueron removidos y se descubrieron los restos de un entierro, muy aplastado, primero la escápula, luego las costillas y por último los brazos doblados debajo del cuerpo. Su situación indicaba que el cuerpo había sido colocado antes de que se construyera el muro, no obstante, no se percibió ninguna cámara de entierro preparada. Un hueso largo del esqueleto procedente del nivel N5 (40-50cm) de la U201 proporcionó la fecha de 1811 ± 50, AA102678, Tabla 3, #6 (cf.Gero 2015, pp. 67-71).

Izquierda: Sector II. Derecha:
    Perfil Sur de U201.
Figura 23.
Izquierda: Sector II. Derecha: Perfil Sur de U201.

Continuando la excavación, se halló una oquedad alargada que entraba oblicuamente en la roca de base por abajo de un borde saliente. El hueco, que se localizaba por debajo del entierro, proporcionó varias herramientas de piedra grandes, una punta de proyectil de obsidiana, una mano redonda, varios tiestos de cerámica grandes, restos óseos animales y un cuchillo de pizarra, asignables –de manera preliminar– al PF.

Al abrir una parte más amplia del área de excavación (U202 A, B y C), los depósitos entregaron materiales mezclados del PF y del PDR con solo una moderada tendencia a que los materiales tempranos aparecieran más abajo, hasta llegar a la roca de base –que se alcanzó a los 70cm de profundidad desde el suelo–, donde se abandonó la excavación del Sector II.

Emplazamiento de la ocupación formativa. ¿Raso o prominente?

Nuestra primera impresión al ver Yutopián fue la de su peculiaridad. Tanto la ubicación del asentamiento como su configuración arquitectónica no parecían acordar con lo usual para sitios formativos conocidos al momento de nuestro estudio. La selección de una loma prominente no era lo habitual ya que los sitios formativos de los valles semiáridos, por lo común, ocupaban terrazas a la vera de cursos de agua, áreas pedemontanas onduladas, laderas inclinadas, zonas aluvionales en fondos de cuencas, etc.La ladera este de la loma Yutopián está cubierta con una serie de muros de contención paralelos, aterrazados, que van descendiendo hasta una planicie chata y disectada cubierta con campos de cultivo, que fueron seguramente utilizados por los pobladores de la loma. La localización elevada y rodeada de muros es un rasgo común en poblados del PDR.

La separación de las áreas agrícolas, por un lado, y el espacio residencial en un lugar prominente, por otro,ofrecía una distribución distinta de la encontrada en asentamientos formativos vecinos –dentro del radio de 120km a la redonda desde el centro del valle del Cajón– como los de Laguna Blanca (Delfino et al. 2009), Caspinchango-El Ciénago y El Monte (Arocena et al. 1960), valle de Tafí (Berberián 1988), Quebrada de La Ciénega (Cremonte 1996), Falda del Aconquija (Scattolin 2007), Molleyaco (Heredia 1974) y otras localidades de los alrededores. Tiempo después, se empezaron a conocer otros sitios formativos como Cardonal y Bordo Marcial en La Quebrada (Scattolin et al. 2009), Antigal de Tesoro (Lazzari 2006), Amaicha-El Remate (Aschero & Ribotta 2007), Bajo Los Cardones (Somonte 2007, Pastor & Rivero 2004), El Bolsón (Korstanje 2010), El Divisadero (Gómez Augier & Caria 2012), Soria (Palamarczuk et al. 2007), Puesto Viejo en la Quebrada de Los Corrales (Oliszewski 2011, 2017), La Bolsa, valle de Tafí (Franco Salvi 2012, Salazar 2011), Caspinchango-Mesada de Agua Salada (Lanzelotti & Spano 2015), Andalhuala (Álvarez Larraín 2016,2018) y Anfama (Salazar & Molar 2017). Según Oliszsewski y colegas “Las investigaciones de los últimos años están mostrando variantes a los modelos clásicos, permitiendo proponer la existencia de aldeas formadas por viviendas agrupadas y apartadas de las áreas productivas, pero a la vez estrechamente relacionadas entre sí” (Oliszewski et al. 2015, p. 70).

Una característica de estos asentamientos de los primeros siglos DC es que no se los vincula a la construcción de obras de irrigación complejas. Los asentamientos emplazados sobre superficies extendidas han sido relacionados con la facilidad de captación de agua, sin la necesidad de acudir a la implementación de arreglos hidráulicos complejos para irrigar campos de cultivo próximos a las viviendas como en Antofalla (Quesada 2006) y Laguna Blanca (Díaz 2013). Generalmente las tomas de agua están cercanas o el desnivel desde la toma al sitio mismo no es acusado.

En el caso de Yutopián eso parece haber sido solucionado con una toma del agua desde el faldeo de la sierra que fue conducida hasta la loma donde se construyó una acequia con muro de piedra a cada lado. Un tramo de unos 20m de esta acequia pasa a escasos metros de E3 y desde ese lugar puede ser derivada al resto del sitio. Este artificio no es complejo y proporciona una parte del agua necesaria para actividades cotidianas y huertos cercanos a la vivienda, pero a la vez permite aprovechar el caudal de agua restante del arroyo principal para irrigar campos más extensos en la planicie suavemente inclinada al pie de la loma. De esta manera se crearon dos espacios, el residencial y el productivo, uno alto, prominente y el otro llano, lo que produce una disyunción de ámbitos de acción. La diferencia podría ser parcialmente explicada por un énfasis diferente en el sistema de subsistencia-asentamiento: una mayor dependencia del pastoreo cuando ocurren áreas disyuntas o una mayor actividad hortícola en áreas conjuntas (ver Nota ii).

Crecimiento de la ocupación formativa. ¿Fisión replicativa o divergencia?

El modelo corriente para el PF surgido hacia la década de 1970 visualizaba las poblaciones como grupos de agricultores y pastores igualitarios, segmentados, con particularidades regionales o microrregionales fuertes, de crecimiento por fisión y bajos niveles de jerarquización social (para referencias exhaustivas, ver Salazar 2014). Sus asentamientos consistían en estructuras domésticas compuestas o individuales, dispersas y repetitivas ya sea aisladas o en relación con campos de cultivo, generalmente en densidades bajas y también montículos artificiales originados por ocupaciones sucesivas. El patrón de instalación característico era “el de poblado disperso entre campos de cultivo” (Ottonello & Lorandi 1987, p. 68); los casos de “patrón aldeano agrupado son escasos” (Tarragó 2002, p. 308) y no se señalaban jerarquías de asentamientos. Más tarde Quesada & Korstanje advirtieron que

“(a)lgunos autores han interpretado esta estructura espacial como una característica de los paisajes del Formativo: “las casas dispersas entre campos de cultivo” es una fórmula que en general parece ser útil para caracterizarlos (por ejemplo: Albeck 2000; Scattolin y Lazzari 1993; Nielseny Boschi 2007). También suele asumirse que esta forma de estructuración espacial del trabajo agrícola resultó paulatinamente reemplazada por otra en la cual las áreas de vivienda fueron siendo concentradas y segregadas de las áreas de producción en un proceso que parece consolidarse con la expansión de los señoríos tardíos a partir del siglo X (ej. Tarragó 2000; Sempé 1999; Olivera y Vigliani 2000-2002). Sin embargo, esa forma de estructuración espacial permaneció vigente luego del Formativo tanto en el Salar de Antofalla (Haber 2004; Quesada 2007a y b), como en el Valle del Bolsón (Quiroga 2004, Quiroga y Korstanje 2005), por lo cual también se podría pensar que en algunos ámbitos, … la estructuración de la vida campesina en torno a su economía de autosuficiencia pudo haber perdurado en el tiempo, debido a que estos espacios y paisajes no entraron por igual en la re-estructuración socio-política que se postula para el período Tardío. Entonces, antes que considerar que los paisajes descritos están mostrando formas de espacialidad propias de un momento o estadio de evolución particulares, podríamos pensarlos como formas en que las familias campesinas estructuraron en sus prácticas cotidianas el espacio y las relaciones de producción.” (Quesada & Korstanje 2010, p. 148).

En la década de 1990 Tartusi & Núñez Regueiro (1993, 2001) propusieron ciertos cambios al modelo corriente que devino de considerar los sitios de Alamito y valle de Tafí como localizaciones de centros ceremoniales y como indicadores de la presencia de jefaturas de naturaleza ideológico-religiosa (Tartusi & Núñez Regueiro 1993, p. 40). Los autores propusieron que la base para el surgimiento de los sistemas jerárquico-religiosos fue estimulada por el intercambio y la difusión de bienes relacionados con el culto (1993, p. 22,32) a partir de dichos nodos. Estos señoríos habrían motorizado la circulación de bienes desde sus enclaves principales. Sin embargo, esta propuesta no ha obtenido un consenso generalizado, probablemente porque no se ha verificado la existencia de jerarquías de asentamientos. De hecho, la localidad de La Alumbrera con los sitios de Alamito, parcialmente contemporáneos de Yutopián, no muestra ningún centro singular, único, que se destaque como ápice de una jerarquía, sino, todo lo contrario, siempre se ha resaltado, paradójicamente, la existencia de unas cincuenta unidades replicadas, estructuralmente idénticas, las cuales no conforman un orden de superioridad o subordinación; por ello el modelo original ha seguido vigente.

Se mantiene entonces la idea de que las comunidades aldeanas deben suponerse como segmentarias y creciendo por fisión, por toda la extensión del paisaje, llenando los vacíos dentro del espacio geográfico. La ampliación –sea puntuada o paulatina– del paisaje agrícola habría ocurrido hasta su máxima expansión durante el primer milenio A.D., tanto en los valles (por ejemplo, Lanzelotti & Spano 2015) como en la Puna Sur (Haber 2004). En Antofalla, “las familias, como unidades de producción, pudieron mantener un elevado grado de autonomía en relación a la gestión de los espacios de cultivo” (Quesada 2010, p. 99), aunque no sin conflictos (Quesada 2006, 2010, pp. 90-91).

En cualquier caso, Yutopián agrega una modalidad de crecimiento interno del asentamiento hasta alcanzar el PDR en un mismo y único lugar. El área residencial fue creciendo a lo largo del tiempo. Advertimos que las ocupaciones formativas se preservaron en el sector norte, sin imposiciones posteriores; que habría una sobreimposición de ocupaciones en el sector central y que las ocupaciones del PDR habrían prevalecido en el sector sur, tal vez sobre delgadas ocupaciones anteriores. Según indican los fechados, tanto el norte como el centro de la loma estuvo ocupado desde comienzos del primer milenio DC mientras que todavía queda por corroborar a través de nuevas excavaciones y fechados adicionales la historia ocupacional precisa al sur del sitio.

Las señales de la divergencia, más que la replicación, también se manifiestan en la transformación de las propias unidades domésticas. En el curso de unos siglos los Núcleos 1 y 2 fueron modificados y usados de distintas maneras por cambiantes contingentes domésticos que dejaron en el registro arqueológico marcas perceptibles de transformaciones consecutivas, graduales o puntuales.

Estilos cerámicos y geografía cultural

La alfarería de Yutopián muestra una amplia variedad estilística y morfológica. Entre los materiales cerámicos aparecen fragmentos Gris Pulido Liso, algunos con aplicaciones al pastillaje en los bordes; Gris Inciso, en variantes que son conocidas de regiones vecinas como “Río Diablo Gris Inciso”, “Ciénaga Gris Inciso”, “La Manga Inciso”, “Aconquija Inciso”, “Candelaria Inciso”, material pintado en Blanco sobre Rojo y en Blanco y Negro sobre Rojo asignables al tipo “Condorhuasi Policromo” y “Condorhuasi Blanco sobre Rojo”, tiestos del tipo “Tafi Monocromo Rojo” y fragmentos o piezas semicompletas con diseños antropomorfos modelados similares a ejemplares de estilo Candelaria. Esta conjunción de estilos indica que sus habitantes compartieron similares hábitos de confección y de decoración de vasijas que los de varias poblaciones vecinas asentadas en los valles del Cajón, de Santa María, de Tafí, cuenca de Tapia-Trancas y Falda del Aconquija. Tales saberes técnicos compartidos contribuyeron a delinear su identidad y por ello puede considerarse que integraron “comunidades de la práctica” junto con otras colectividades vecinas. Es decir, no sólo formaron parte de una red de conexiones entre individuos, sino que participaron de “una identidad definida por un dominio compartido de interés...”; desarrollaron –como reales practicantes– “un repertorio común de recursos”: experiencias, herramientas, materiales, “en pocas palabras una práctica compartida” (Wenger & Wenger-Trayner 2015, p. 2). No obstante, todavía no podemos discernir si tales hábitos de confección responden a un modelo de distribución de rasgos continua o discontinua (Figura 24), es decir, “si las distribuciones de artefactos se solapan al azar o si lo hacen de un modo no aleatorio formando agrupamientos distintivos” (Hodder 1982, p. 7), según los modelos de la Figura 24.

En la arqueología del PF los estilos han sido usados para establecer los límites de culturas arqueológicas y de áreas culturales. Se ha sugerido que durante el Formativo habría existido una “fuerte barrera interétnica” entre el valle de Tafí y otros valles del NOA, razón por la cual no se hallaría cerámica Ciénaga o Aguada en el valle de Tafí (Tartusi & Núñez Regueiro 1993, p. 20, pero ver Salazar 2011); y tampoco habría cerámica local de estilo Candelaria al oeste del Aconquija y de las Cumbres Calchaquíes (ver Nota vii).

Por eso, resultó provechoso el hecho de que en Yutopián aparecieran varios estilos cerámicos conjuntamente asociados en el mismo nivel de ocupación de varios recintos, estilos que habían sido asignados y fueron fundamento de la definición de culturas arqueológicas distintas: Condorhuasi, Candelaria, Tafí, Ciénaga. En las viviendas de Yutopián se demuestra claramente que la cerámica de estilo Candelaria era usada con asiduidad en la decoración de vasijas de uso cotidiano y que frecuentemente está asociada con materiales del tipo Condorhuasi polícromo, dos estilos que han sido considerados con distribuciones disyuntas (Figura 21).

El estilo Candelaria ha sido considerado como representativo de la vertiente este de los Andes Meridionales, sin embargo, su presencia reiterada, en este valle semiárido al borde de la Puna, en relación con las actividades cotidianas reveladas en varios niveles de ocupación de este sitio, constituye otra demostración de las limitaciones de tales modelos culturales para explicar las distribuciones de cultura material. La extensión de la distribución del estilo Candelaria hacia el oeste, entre los paralelos de 26º y 27º de Lat. Sur, por fuera de sus fronteras originales, fue corroborada a posteriori de las excavaciones presentadas aquí, en base al estudio de la colección Zavaleta y otras procedentes del valle de Santa María (Scattolin 2006). Por tanto, la cultura material de Yutopián contribuye también a la desintegración de la noción de áreas culturales de fronteras estrictas.

Arriba, modelos de
agrupamientos continuos y discontinuos (tomado de Hodder 1982, p. 7). Abajo, distribuciones discontinuas de culturas del
Período Formativo. a) Según González
1977. b) Según Tartusi & Núñez
Regueiro 2001.
Figura 24.
Arriba, modelos de agrupamientos continuos y discontinuos (tomado de Hodder 1982, p. 7). Abajo, distribuciones discontinuas de culturas del Período Formativo. a) Según González 1977. b) Según Tartusi & Núñez Regueiro 2001.

Comidas y metales. Producción doméstica/producción especializada

Aparte del reportado en Yutopián, el otro caso más conocido de procesamiento metalúrgico para el PF ocurre en el área de Alamito y se desarrolla, según sus investigadores (Núñez Regueiro 1994, Angiorama 1995), en talleres metalúrgicos específicos para llevar a cabo dicha producción y, quizá, alguna otra labor artesanal. Tartusi & Núñez Regueiro han propuesto que desde Alamito se exportaron bienes a poblaciones de otras zonas, que los “artefactos de metal debieron ser hechos por artesanos especializados, que pudieron ser los propios shamanes, y elaborados en función de un ritual complejo, que parece centrarse en torno al culto al felino (jaguar)” (2001, p. 150) y destacan “la amplia distribución de muchos objetos, cuya semejanza estilística y complejidad tecnológica están indicando que son el resultado de una producción artesanal altamente especializada” (2001, p. 152).

A diferencia de Alamito, las estructuras domésticas de Yutopián dan evidencia de dos actividades productivas distintas emprendidas en contextos familiares, inmersos en las actividades cotidianas.Hemos propuesto que el fogón de E1 –en conjunto con el área de molienda– se destinó al procesamiento y cocción de alimentos, y que el mismo fogón también representa alguna etapa de procesamiento pirotécnico para producir artefactos de cobre (cf. Gero 2015, pp. 120-123).

Este solapamiento de áreas de actividad condujo al interrogante sobre el personal involucrado en las tareas emprendidas por el grupo doméstico. ¿Quiénes se ocupaban de moler granos y semillas, cortar y asar la carne, hervir en las ollas, preparar bebidas?, ¿quiénes se dedicaban a transportar el agua, a hilar y tejer, a tallar la piedra, a elevar la temperatura del fogón a fin de obtener temperaturas de hasta 1000º C para luego calentar y martillar láminas de cobre?, ¿quiénes confeccionaban y usaban las “winchuñas” encontradas en E1 y E4 (Izeta et al. 2013)? y ¿quiénes usaron las puntas de proyectil?

Para contestar tales preguntas hay que recordar que el trabajo doméstico se divide por género y edad y que tales vectores de diferencias crean fuerzas de trabajo separadas y manifiestas que son interdependientes para satisfacer necesidades vitales. El trabajo doméstico se integra a través de la dimensión sexual para vincular su personal a un cuerpo operativo mayor. Las dos formas de organización productiva, la división del trabajo y la coordinación del trabajo, comparten un único producto social primario a nivel del hogar: la creación de vínculos y obligaciones mutuas a lo largo de ejes transversales de integración social. Como fue dicho en otro lugar: “Es una observación conocida que el trabajo dividido y el trabajo cooperativo operan en diferentes niveles de integración social, incluso cuando el hogar ha sido considerado una unidad social indivisible: compartir los alimentos integra el hogar, mientras que la producción y circulación de artefactos de cobre integra la comunidad mayor de hogares dispersos. En Yutopián observamos que ambos sistemas de producción actúan en el mismo espacio, a la par, intensificando así la cohesión de los hogares, de manera importante a lo largo de diferentes ejes de edad, género y parentesco” (Gero & Scattolin 2002, trad. de la autora).

Palabras finales

Las excavaciones efectuadas durante la década de 1990 en Yutopián brindaron materiales de estudio que ampliaron el panorama de sociedades formativas del área Valliserrana del NOA. Reveló ser un sitio multicomponente con ocupaciones que abarcan varios tramos de la historia cultural del NOA, poniendo de manifiesto el uso recurrente de una misma localización por parte de grupos humanos separados tanto por una o unas pocas generaciones, como por lapsos de siglos y hasta por más de un milenio. Su localización topográfica prominente, poco común en el PF, se ajustó a las necesidades de grupos aldeanos tempranos como a los de poblaciones de los últimos siglos de la etapa prehispánica. El crecimiento y la trasformación de los recintos habitacionales en el Sector III de Yutopián, dieron señales de divergencia y modificación como modelo de crecimiento de las unidades domésticas formativas, en vez de (o a la par de) una fisión replicativa a través del territorio.

El Núcleo 1 ofreció una visión de la vida cotidiana durante el primer semimilenio EC en la que las actividades culinarias se combinaron con labores pirotecnológicas con metales. Tales hallazgos permitieron tomar conciencia y considerar la división de trabajo y los vectores de género y edad, en las prácticas (Gero & Scattolin 2002) y en las representaciones (Scattolin 2006), soslayados con frecuencia al tratar sociedades igualitarias y segmentarias. Incluso la organización de las actividades domésticas en tales sociedades de bajo nivel jerárquico esconde distinciones simbólicas y materiales, que se aprecian simplemente modificando nuestras perspectivas teóricas.

A pesar de que en narrativas museográficas sobre el NOA se ha planteado que “El límite occidental de esta cultura [Candelaria] lo marca el cordón de la Sierra del Aconquija ­Cumbres Calchaquíes” (Pérez Gollán 1994), los contextos y materiales del Núcleo 1 expusieron la asociación de tipos cerámicos Gris Pulido, Gris Inciso, Condorhuasi Polícromo, Candelaria Inciso y Tafí Monocromo Rojo, entre otros, y demostraron que los estilos Condorhuasi, Tafí y Candelaria no tienen distribuciones disyuntas. La mayoría de los enseres domésticos hallados en sus recintos –que asumimos fueron de elaboración local– se confeccionaron en estilos elaborados también por otras comunidades, revelando que los pobladores de Yutopián participaban de colectivos sociales que compartían y se intercambiaban saberes técnicos y hábitos de diseño para la elaboración de sus utensilios. En Yutopián las fronteras culturales se diluyen.

En suma, la historia ocupacional de Yutopián y su cultura material nos hicieron revisar los modelos de transmisión cultural y de distribución geográfica de las sociedades prehispánicas, nos impulsaron a introducir la dimensión del género en la arqueología aldeana y a considerar los estilos como hábitos y prácticas. Podría decirse, sus objetos nos obligaron.

Agradecimientos

Vaya mi mayor agradecimiento a Jorge Chaile, quien nos recibió en su casa con los brazos abiertos, nos protegió durante todos los años que trabajamos en Yutopián y lo sigue haciendo hasta el día de hoy; también a Ramona, Celia, Álvaro y al siempre recordado Federico Chaile. Dedico un grato recuerdo a Joan, por los buenos tiempos que pasamos en Yutopián. Agradezco a los revisores anónimos cuyos comentarios me permitieron mejorar el manuscrito, lo mismo que a Lucas Pereyra Domingorena que realizó una revisión adicional. Comprometen mi gratitud todos los que han colaborado en este proyecto, estudiantes, graduados, colegas y vecinos de La Quebrada, así como los editores del presente volumen por haberme convocado para participar en él. Fue un placer haber trabajado por varios años en la División Arqueología del Museo de La Plata.

Financiamiento

Esta investigación fue costeada con fondos de University of South Carolina (1992-93) y Comisión Fulbright (1994) otorgados a Joan M. Gero, y de Wenner- Gren Foundation for Anthropological Research (1996 a 1999) concedidos a Joan M. Gero y María Cristina Scattolin mediante un Collaborative Research Project.

Notas

i] Se superpone aproximadamente a los Períodos Agroalfareros Temprano y Medio del esquema de A.R. González de 1963.

[ii] En sitios formativos del NOA con énfasis pastoril (Campo Colorado, Las Cuevas, Matancillas, Casa Chávez Montículos) el patrón de asentamiento puede generar vestigios de viviendas agrupadas o superpuestas (Tarragó 1996, p. 111) en contraposición a sitios con fuerte componente agrícola (Tafí del Valle, Falda del Aconquija, Caspinchango) donde el asentamiento se muestra más disperso. Esto se entiende en razón de los requerimientos de las prácticas de agricultura. Una alta dispersión puede ser debida a la naturaleza progresivamente intensiva de los sistemas agrícolas los cuales inducen a mantener las unidades domésticas cerca de sus campos de cultivo, en vez de cerca de sus vecinos, lo que no sería tan necesario en un régimen preponderantemente pastoril, en el cual el caserío puede mantenerse agrupado, donde sea que se encuentren sus corrales (Scattolin 2007). De todas maneras, hay que subrayar que la densidad social no es enteramente comparable a la densidad edilicia. “En la sociedad de antaño la dispersión en el espacio no era percibida como tal, debido a la fuerte densidad social vinculada a la intensidad de la vida colectiva” (Bourdieu 2004, p. 96).

[iii] Con respecto a los sistemas formativos de las quebradas de acceso a la Puna, Tarragó planteó, en 1996, que para “los sistemas aldeanos del alto valle [Calchaquí]”… “se trata de asentamientos concentrados que se integraban por viviendas circulares de barro que se iban adosando unas a otras conformando varios sistemas de celdillas al estilo de Tulor en Atacama” (1996, p. 11). En cambio, Olivera recientemente ha planteado: “En un principio parece predominar, en la Puna y sus quebradas de acceso, un patrón disperso como en Las Cuevas (quebrada del Toro, Salta) (Cigliano et al., 1976), Casa Chávez Montículos (Puna Meridional, Catamarca) (Olivera 1991) o Campo Colorado (Valle Calchaquí norte, Salta) (Tarragó 1980). Pero desde comienzos de la era cristiana ya se observan patrones arquitectónicos más complejos y concentrados o asociados a los campos de cultivo. Algunos sitios, como Tebenquiche … alcanzaron gran desarrollo arquitectónico y espacial durante el primer milenio de la era cristiana, cubriendo grandes sectores de terreno con unidades habitacionales, cementerios y estructuras agropecuarias” (Olivera 2018, p. 304).

[iv] Recogido por Métraux en el Chaco boliviano (1932, p. 124 y ss).

[v] Como modelo de delimitación de un campo de estudios en la práctica, véase, por ejemplo, la discusión de Gordillo (2012) en torno a la categoría (clasificación) “Aguada”.

[vi] La investigación fue efectuada en conjunto por Joan M. Gero y la autora de este trabajo, sin embargo, el género de las producciones derivadas de tales estudios ha diferido y por eso se dan a conocer por separado (ver también Gero 2015, p. 7).

[vii]La reproducción acrítica de los modelos prevalecientes, cronológicos y corográficos, basados en estilos cerámicos, puede permanecer atrincherada, aun fuera del campo académico de la Argentina donde fueron instaurados, debido probablemente a los “malentendidos estructurales” que ocurren “entre el campo de producción y el campo de recepción” de los conocimientos y a que –en el marco de “la circulación internacional de ideas”–“la transferencia de un campo nacional a otro se hace a través de una serie de operaciones sociales” (Bourdieu 1990). Ver, por ejemplo, la atribución exclusiva del estilo cerámico/cultura/etnia Candelaria a la geografía de las selvas del piedemonte oriental (aparte de presupuestos valorativos implícitos) en las siguientes líneas: “… no obstante, no se revierten en los Candelaria los avances de los pueblos valliserranos, quizá por estar insertos en un medio selvático más conservador” (Núñez Atencio 1999, p. 311); … “las ventajas agrícolas y metalúrgicas … destacaron [a los Condorhuasi] de sus vecinos, como los Candelaria, con quienes interactúan tras los recursos de ceja de selva” (1999, p. 313).

[viii] Aunque en Gero (2015) no se explicita, una gran mayoría de las muestras de carbón enviadas para datar corresponden a la agregación de pequeños trozos de carbón procedentes de varios niveles y de varias cuadrículas a fin de obtener una cantidad suficiente para realizar una datación convencional (cf.Gero 2015, p. 245 y ss.). No es lo más conveniente si se quieren obtener fechas puntuales y precisas. Las muestras realizadas por AMS (Tabla 3) fueron enviadas más recientemente, por decisión personal, independiente de la Dra. Joan Gero, a fin de reducir la incertidumbre.

[ix] Subproducto de la acción calorífica intensa y localizada sobre el suelo de tierra.

[x] En Gero & Scattolin (2002) incluimos dentro este contexto metalúrgico un fragmento de tubo cerámico con probable función de soplador. Más tarde consideramos que debía ser excluido de dicho contexto y que corresponde considerarlo la rama horizontal de una pipa de fumar (ver Gero 2015, pp. 120-123), ejemplos de las cuales aparecen en otros sitios residenciales del PF en el valle del Cajón, incluso cerca de los fogones (Bugliani et al. 2010).

Agradecimientos

Vaya mi mayor agradecimiento a Jorge Chaile, quien nos recibió en su casa con los brazos abiertos, nos protegió durante todos los años que trabajamos en Yutopián y lo sigue haciendo hasta el día de hoy; también a Ramona, Celia, Álvaro y al siempre recordado Federico Chaile. Dedico un grato recuerdo a Joan, por los buenos tiempos que pasamos en Yutopián. Agradezco a los revisores anónimos cuyos comentarios me permitieron mejorar el manuscrito, lo mismo que a Lucas Pereyra Domingorena que realizó una revisión adicional. Comprometen mi gratitud todos los que han colaborado en este proyecto, estudiantes, graduados, colegas y vecinos de La Quebrada, así como los editores del presente volumen por haberme convocado para participar en él. Fue un placer haber trabajado por varios años en la División Arqueología del Museo de La Plata.

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Notas

[i] Se superpone aproximadamente a los Períodos Agroalfareros Temprano y Medio del esquema de A.R. González de 1963
[ii] En sitios formativos del NOA con énfasis pastoril (Campo Colorado, Las Cuevas, Matancillas, Casa Chávez Montículos) el patrón de asentamiento puede generar vestigios de viviendas agrupadas o superpuestas (Tarragó 1996, p. 111) en contraposición a sitios con fuerte componente agrícola (Tafí del Valle, Falda del Aconquija, Caspinchango) donde el asentamiento se muestra más disperso. Esto se entiende en razón de los requerimientos de las prácticas de agricultura. Una alta dispersión puede ser debida a la naturaleza progresivamente intensiva de los sistemas agrícolas los cuales inducen a mantener las unidades domésticas cerca de sus campos de cultivo, en vez de cerca de sus vecinos, lo que no sería tan necesario en un régimen preponderantemente pastoril, en el cual el caserío puede mantenerse agrupado, donde sea que se encuentren sus corrales (Scattolin 2007). De todas maneras, hay que subrayar que la densidad social no es enteramente comparable a la densidad edilicia. “En la sociedad de antaño la dispersión en el espacio no era percibida como tal, debido a la fuerte densidad social vinculada a la intensidad de la vida colectiva” (Bourdieu 2004, p. 96).
[iii] Con respecto a los sistemas formativos de las quebradas de acceso a la Puna, Tarragó planteó, en 1996, que para “los sistemas aldeanos del alto valle [Calchaquí]”… “se trata de asentamientos concentrados que se integraban por viviendas circulares de barro que se iban adosando unas a otras conformando varios sistemas de celdillas al estilo de Tulor en Atacama” (1996, p. 11). En cambio, Olivera recientemente ha planteado: “En un principio parece predominar, en la Puna y sus quebradas de acceso, un patrón disperso como en Las Cuevas (quebrada del Toro, Salta) (Cigliano et al., 1976), Casa Chávez Montículos (Puna Meridional, Catamarca) (Olivera, 1991) o Campo Colorado (Valle Calchaquí norte, Salta) (Tarragó, 1980). Pero desde comienzos de la era cristiana ya se observan patrones arquitectónicos más complejos y concentrados o asociados a los campos de cultivo. Algunos sitios, como Tebenquiche … alcanzaron gran desarrollo arquitectónico y espacial durante el primer milenio de la era cristiana, cubriendo grandes sectores de terreno con unidades habitacionales, cementerios y estructuras agropecuarias” (Olivera 2018, p. 304).
[iv] Recogido por Métraux en el Chaco boliviano (1932, p. 124 y ss)
[v] Como modelo de delimitación de un campo de estudios en la práctica, véase, por ejemplo, la discusión de Gordillo (2012) en torno a la categoría (clasificación) “Aguada”.
[vi] La investigación fue efectuada en conjunto por Joan M. Gero y la autora de este trabajo, sin embargo, el género de las producciones derivadas de tales estudios ha diferido y por eso se dan a conocer por separado (ver también Gero 2015, p. 7)
[vii] La reproducción acrítica de los modelos prevalecientes, cronológicos y corográficos, basados en estilos cerámicos, puede permanecer atrincherada, aun fuera del campo académico de la Argentina donde fueron instaurados, debido probablemente a los “malentendidos estructurales” que ocurren “entre el campo de producción y el campo de recepción” de los conocimientos y a que –en el marco de “la circulación internacional de ideas”–“la transferencia de un campo nacional a otro se hace a través de una serie de operaciones sociales” (Bourdieu 1990). Ver, por ejemplo, la atribución exclusiva del estilo cerámico/cultura/etnia Candelaria a la geografía de las selvas del piedemonte oriental (aparte de presupuestos valorativos implícitos) en las siguientes líneas: “… no obstante, no se revierten en los Candelaria los avances de los pueblos valliserranos, quizá por estar insertos en un medio selvático más conservador” (Núñez Atencio 1999, p. 311); … “las ventajas agrícolas y metalúrgicas … destacaron [a los Condorhuasi] de sus vecinos, como los Candelaria, con quienes interactúan tras los recursos de ceja de selva” (1999, p. 313).
[viii] Aunque en Gero (2015) no se explicita, una gran mayoría de las muestras de carbón enviadas para datar corresponden a la agregación de pequeños trozos de carbón procedentes de varios niveles y de varias cuadrículas a fin de obtener una cantidad suficiente para realizar una datación convencional (cf. Gero 2015, p. 245 y ss.). No es lo más conveniente si se quieren obtener fechas puntuales y precisas. Las muestras realizadas por AMS (Tabla 3) fueron enviadas más recientemente, por decisión personal, independiente de la Dra. Joan Gero, a fin de reducir la incertidumbre.
[ix] Subproducto de la acción calorífica intensa y localizada sobre el suelo de tierra
[x] En Gero & Scattolin (2002) incluimos dentro este contexto metalúrgico un fragmento de tubo cerámico con probable función de soplador. Más tarde consideramos que debía ser excluido de dicho contexto y que corresponde considerarlo la rama horizontal de una pipa de fumar (ver Gero 2015, pp. 120-123), ejemplos de las cuales aparecen en otros sitios residenciales del PF en el valle del Cajón, incluso cerca de los fogones (Bugliani et al. 2010)
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