Dossier

Los ríos en la arqueología de Norpatagonia (Argentina)

The rivers in the archaeology of North Patagonia (Argentina)

Os rios na arqueologia da Patagonia Norte (Argentina)

Luciano Prates
División Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de la Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina
Gustavo Martínez
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), INCUAPA. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (FACSO-UNICEN), Argentina
Juan Bautista Belardi
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Unidad Académica Río Gallegos (ICASUR), Argentina

Revista del Museo de La Plata

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 2545-6377

Periodicidad: Semestral

vol. 4, núm. 2, 2019

secretaria_rmlp@fcnym.unlp.edu.ar

Recepción: 01 Diciembre 2018

Aprobación: 01 Febrero 2019

Publicación: 01 Julio 2020



Resumen: El tema central de este trabajo es el uso humano de las tres principales cuencas fluviales en la Patagonia norte y centro-norte: el río Colorado, el río Negro y el río Chubut. Los objetivos del trabajo son sintetizarla información arqueológica disponible y evaluar la diversidad y los modos de explotación de los recursos, su rol en los sistemas de asentamiento y, complementariamente, en las prácticas inhumatorias y en los sistemas de comunicación. Una vez presentada la información arqueológica se definen las tendencias principales y se comparan con las observadas para sectores más meridionales de Patagonia. Se observa, por un lado, que en los sectores occidentales de las cuencas la cronología de los sitios es mayor, lo cual podría estar vinculado con las condiciones para la preservación y accesibilidad del registro arqueológico. Por otro lado, se destaca que la mayor densidad de sitios se encuentra en los sectores superiores e inferiores de las cuencas, lo cual podría vincularse con la productividad ambiental de las mesetas altas, en los sectores superiores, y de las planicies aluviales, en los sectores inferiores. Los tres casos muestran una alta densidad de inhumaciones, especialmente en los sectores inferiores.

Palabras clave: Ríos norpatagónicos, Cronología, Asentamiento, Recursos, Productividad ambiental.

Abstract: The central goal of this paper is to assess the human use of the main fluvial systems of northern Patagonia during the Holocene: the Colorado, Negro and Chubut rivers. This work summarizes the available archaeological information and evaluates the diversity and modes of resourceexploitation, their role in settlement patterns and, complementarily, their implications for mortuary customs and interaction / communication systems. After presenting the archaeological information for the three basins, we discuss the main emerging trends and compare them with those observed in southern Patagonia. We observe, firstly, that archaeological sites are chronologically older in the upstream sector of the basins, which may be related to the conditions for preservation and accessibility of the archaeological record. Secondly, we note that the density of sites seems to be higher in both upstream and downstream areas, which may be linked to the primary environmental productivity in the high plateaus (in upstream areas) and the floodplains (in downstream areas). The three fluvial systems show high density of human burials, especially in downstream sectors.

Keywords: Northern Patagonia rivers, Chronology, Settlement, Resources, Environmental productivity.

Resumo: O tema central deste trabalho é o uso humano das três principais bacias hidrográficas no norte e centro-norte da Patagônia: o rio Colorado, o rio Negro e o rio Chubut. Os objetivos do trabalho são sintetizar a informação arqueológica disponível e avaliar a diversidade e os modos de exploração dos recursos, seu papel nos sistemas de assentamento e, complementarmente, nas práticas inumatórias e nos sistemas de comunicação. Uma vez apresentada a informação arqueológica, as principais tendências são definidas e comparadas com as observadas para os setores meridionais da Patagônia. Observa-se, por um lado, que nos setores ocidentais das bacias a cronologia dos sítios é maior, o que poderia estar ligado às condições para a preservação e acessibilidade do registro arqueológico. Por outro lado, destaca-se que a maior densidade de sítios é encontrada nos setores superiores e inferiores das bacias, o que poderia estar ligado à produtividade ambiental dos platôs altos, nos setores superiores, e das planícies aluviais, nos setores inferiores. Os três casos mostram uma alta densidade de inumações, especialmente nos setores inferiores.

Palavras-chave: Rios da Patagônia norte, Cronologia, Assentamento, Recursos, Produtividade ambiental.

Introducción

Los ríos son uno de los principales componentes del paisaje para las sociedades humanas y su importancia se traduce en el fuerte magnetismo que ellos han ejercido para su organización espacial (Haughey 2009; Prates & Bonomo2017). Las cuencas fluviales, además, pueden ser consideradas como megaparches–grandes unidades de paisaje de características similares– (Beaton 1991), que son rápidamente identificables por las poblaciones humanas sin necesidad de haberlas explorado. En términos biogeográficos también son corredores que conectan muy variados ambientes y que ofrecen espacios de circulación viables, seguros (Carballo Marina 2007; Borrero & Manzi 2007) y, aún en lugares con marcada estacionalidad como Patagonia, continuos a lo largo del año. Estas características hacen de los valles fluviales espacios de alta jerarquía para poblaciones cazadoras recolectoras, como ha sido observado en Patagonia donde los sitios arqueológicos se encuentran generalmente asociados a, o en proximidades de los ríos y arroyos (Prates 2008; Crivelli 2010; Barberena et al. 2015; Pérez et al. 2016; Martínez 2017).

En este trabajo evaluaremos la importancia de los ríos para las sociedades humanas en la vertiente oriental de la Patagonia norte y centro-norte, con énfasis en las cuencas principales de la región: Colorado, Negro y Chubut (Figura 1). Los objetivos principales del trabajo son sintetizar la información arqueológica disponible sobre la diversidad y los modos de explotación de los recursos en los distintos sectores de las cuencas, y discutir su rol en los sistemas de asentamiento, en las prácticas inhumatorias y en los sistemas de comunicación e intercambio. A partir de la información cualitativa sintetizada se proponen posibles explicaciones sobre la base de la relación entre la organización espacial del registro arqueológico y algunas variables ambientales (entre otras, productividad ambiental y disponibilidad de recursos) y sociales. Estas explicaciones se plantean a modo de hipótesis generales para su contrastación futura desde un enfoque cuantitativo.

Los ríos de Patagonia centro-norte y el ambiente

Más allá de sus diferencias hidrológicas (Soldano 1947), biogeográficas (Ringuelet 1961; Cabrera 1976; León et al. 1998; Roig 1998) y climáticas (Garreaud 2009), las cuencas del norte y centro-norte de Patagonia comparten algunas características generales importantes. Todos estos ríos tienen sus fuentes en la cordillera de los Andes y discurren desde allí hacia el océano Atlántico atravesando zonas con diferentes características climáticas y ambientales. Cerca de sus cabeceras están asociados con planicies aluviales estrechas y generalmente discurren encajonados y bordeados por una angosta franja de vegetación ribereña (Suriano 1943). La reducida amplitud de las planicies aluviales y la baja dinámica fluvial generan allí una baja productividad ambiental en los entornos ribereños (Molnar 2006). En una angosta zona intermedia entre los sectores superiores húmedos (y generalmente boscosos) y los sectores medios áridos (esteparios o de monte), las cuencas atraviesan un ambiente transicional con precipitaciones medias y con una cobertura vegetal graminosa (Cabrera 1976; León et al. 1998; Roig 1998) muy atractiva para las poblaciones de herbívoros, sobre todo guanacos (Crivelli Montero 2009; Cúneo 2009). Hacia el Este de esa transición las condiciones de aridez aumentan bruscamente y las estepas graminosas son reemplazadas por estepas arbustivas áridas (Paruelo et al. 1998, p. 96) o monte (Cabrera 1976). Otro aspecto relevante desde el punto de vista ambiental es la presencia de mallines en las cuencas superiores y medio-superiores de los ríos Negro y Chubut. Se trata de áreas con suelos permanentemente saturados de agua, con alto contenido orgánico y alta productividad de especies herbáceas, que también son ambientes atractivos para los herbívoros (véase Raffaelle 1999; Crivelli Montero 2009; Casamiquela 1985). Hacia los sectores inferiores de las tres cuencas, además de aumentar las condiciones de humedad por las mayores precipitaciones (Bruniard 1982), las planicies aluviales de los ríos se hacen más extensas y productivas, especialmente en los deltas y estuarios (Figura 2).

Cuenca del Colorado

La cuenca del río Colorado nace en la provincia de Mendoza de la confluencia de los ríos Grande y Barrancas, atraviesa la provincia de La Pampa y desemboca en la costa atlántica bonaerense luego de recorrer 900 km (Figura 1). En los cursos medios de sus dos colectores, los ambientes son netamente patagónicos, desérticos-semidesérticos y funcionan como ecotonos entre la cordillera (hacia el oeste) y las mesetas (hacia el este) (Durán 2004). Las importantes variaciones altitudinales (desde 3600 hasta 1300 msnm) conforman distintos pisos con comunidades faunísticas y florísticas. Las terrazas aluviales próximas a los cursos de agua permanente presentan la mayor productividad ambiental (Durán 2004). Más hacia el este, en los sectores superior y medio del río Colorado se destaca la presencia de importantes terrazas y mesetas áridas, disectadas por paleocauces con mantos eólicos sobreimpuestos, en un paisaje transicional entre Pampa y Patagonia (Figura 2A). Ya en su curso inferior, el río atraviesa ambientes áridos-semiáridos con antiguas superficies geomórficas disectadas por el cauce actual y por paleocauces (Martínez & Martínez 2017). Sobre éstos se forman importantes mantos eólicos, producto de una intensa morfogénesis. En general las planicies aluviales fueron amplias, sobre todo en el tramo final de la cuenca donde se encontraba el antiguo delta. La desembocadura remata en un estuario, caracterizado por un ecotono faunístico, florístico e ictiográfico con una alta diversidad biológica y riqueza de recursos (Martínez 2017)(Figura 2B).

Cuenca del Negro

La cuenca del río Negro –la más importante de la Patagonia– está constituida por los ríos Limay, Neuquén y Negro, y por numerosos tributarios menores (Soldano 1947)(Figura 1). El Limay tiene su origen en el lago Nahuel Huapi, en el sector de piedemonte andino de Norpatagonia, y desde allí discurre en dirección noreste recibiendo los aportes de los ríos Traful, Pichileufú, Collón Curá y Picún Leufú, sus principales tributarios. Luego de un recorrido de ca. 450 km confluye con el río Neuquén. El río Neuquén nace en el cañadón de los Chenques, en el norte de la provincia homónima, y recibe el aporte de un gran número de tributarios, entre los cuales se destacan el Malbarco, Curi Leuvú, Agrio y Covunco. En su primer tramo corre en un ancho valle entre la Cordillera de los Andes (al oeste) y la Cordillera del Viento (al este). El Limay y el Neuquén en sus cabeceras están asociados con el bosque andino de clima húmedo; los sectores altos y medio tienen planicies aluviales estrechas y generalmente los ríos discurren encajonados por un único canal caudaloso y rápido. En las estribaciones de los Andes ambas cuencas atraviesan extensas estepas herbáceas, altamente productivas en los meses estivales (Barberena et al. 2015). Poco más hacia el este el ambiente se vuelve progresivamente más árido y los ríos atraviesan áreas arbustivas con baja productividad ambiental. En la confluencia del Limay y del Neuquén nace el río Negro, que no recibe el aporte de ningún tributario en sus más de 700 km de recorrido. El cauce (de 450 m de ancho promedio) corre por un amplio valle excavado en las mesetas. Debido a su baja pendiente en muchos sectores forma una planicie aluvial amplia que se inunda periódicamente (Soldano 1947), con numerosos canales de inundación, islas y lagunas temporarias (Frangi & Malacalza 1978; Luchsinger 2006; Prates 2008), especialmente en sus sectores medio e inferior (Figura 2C).


Ubicación de las cuencas de los ríos Colorado, Negro y Chubut, y de los sitios
arqueológicos mencionados en el texto: 1.
Cueva de Luna; 2. Cañada de Cachi; 3. Alero Puesto Carrasco; 4. Gruta de El Manzano; 5. Cueva Huenul 1; 6. Médano Petroquímica; 7. Puesto
Hernández; 8. Rinconada Giles; 9. Casa de Piedra; 10.Tapera Moreira; 11.
Don Aldo 1; 12. Médano La Enriqueta;
13. Paso Alsina 1; 14. El Puma / ZokoAndi 1; 15. El Caldén; 16. Loma Ruiz 1; 17. La
Petrona; 18. La Modesta / Loma de
Los Morteros; 19. La Primavera; 20. San
Antonio; 21. El Tigre; 22. Cantera de Rodados Villalonga /
Tres Bonetes 1; 23. El Trébol; 24. Arroyo Corral; 25. Cuyín Manzano y Cueva Traful 1; 26. Cementerio del río Limay; 27.
Cueva Epullán Grande; 28. Alero
de los Sauces; 29. Aquihuecó; 30. CaepeMalal; 31. Hermanos Lazcano; 32.
Laguna de Tromen / Alero IV del Mallín de Tromen / ChacayMelehue; 33. Portada
Covunco; 34. Llamuco; 35. ChenqueHaichol; 36. Barreales 1 y Barda SE/Aguada del
Refugio; 37. Mari Menuco 1, 2, 3 y
4; 38. Pomona; 39. Localidad arqueológica Negro Muerto; 40. Loma de los Muertos; 41.
Angostura 1; 42. Laguna del Juncal; 43. Paumayén; 44. Paredón Lanfré / Montículo Angostura / Campamento Argentino; 45. Risco Azócar; 46. Cerro Pintado; 47. Piedra
Parada 1 / Piedra Parada 4 / Campo Moncada 1 / Campo Moncada 2 / Campo Cerda /
San Ramón / Campo Cretón / Campo Cretón 2 / Campo Nassif; 48. Puesto / Puesto 5; 49.
Paso del Sapo 1; 50. Laguna del
Hunco; 51. Aguada del Potrillo; 52. Chacra 375; 53. Loma Grande; 54.
Cinco Esquinas; 55. Los Cangrejales;
56. Barranca Norte y 57. El Elsa / Rawson
Figura 1.
Ubicación de las cuencas de los ríos Colorado, Negro y Chubut, y de los sitios arqueológicos mencionados en el texto: 1. Cueva de Luna; 2. Cañada de Cachi; 3. Alero Puesto Carrasco; 4. Gruta de El Manzano; 5. Cueva Huenul 1; 6. Médano Petroquímica; 7. Puesto Hernández; 8. Rinconada Giles; 9. Casa de Piedra; 10.Tapera Moreira; 11. Don Aldo 1; 12. Médano La Enriqueta; 13. Paso Alsina 1; 14. El Puma / ZokoAndi 1; 15. El Caldén; 16. Loma Ruiz 1; 17. La Petrona; 18. La Modesta / Loma de Los Morteros; 19. La Primavera; 20. San Antonio; 21. El Tigre; 22. Cantera de Rodados Villalonga / Tres Bonetes 1; 23. El Trébol; 24. Arroyo Corral; 25. Cuyín Manzano y Cueva Traful 1; 26. Cementerio del río Limay; 27. Cueva Epullán Grande; 28. Alero de los Sauces; 29. Aquihuecó; 30. CaepeMalal; 31. Hermanos Lazcano; 32. Laguna de Tromen / Alero IV del Mallín de Tromen / ChacayMelehue; 33. Portada Covunco; 34. Llamuco; 35. ChenqueHaichol; 36. Barreales 1 y Barda SE/Aguada del Refugio; 37. Mari Menuco 1, 2, 3 y 4; 38. Pomona; 39. Localidad arqueológica Negro Muerto; 40. Loma de los Muertos; 41. Angostura 1; 42. Laguna del Juncal; 43. Paumayén; 44. Paredón Lanfré / Montículo Angostura / Campamento Argentino; 45. Risco Azócar; 46. Cerro Pintado; 47. Piedra Parada 1 / Piedra Parada 4 / Campo Moncada 1 / Campo Moncada 2 / Campo Cerda / San Ramón / Campo Cretón / Campo Cretón 2 / Campo Nassif; 48. Puesto / Puesto 5; 49. Paso del Sapo 1; 50. Laguna del Hunco; 51. Aguada del Potrillo; 52. Chacra 375; 53. Loma Grande; 54. Cinco Esquinas; 55. Los Cangrejales; 56. Barranca Norte y 57. El Elsa / Rawson

Cuenca del Chubut

La cuenca del río Chubut tiene sus cabeceras en el sudoeste de la provincia de Río Negro y noroeste de la de Chubut, a unos 2000 msnm, y posee una longitud de 810 km hasta su desembocadura (Figura 1). Esta cuenca está constituida por el río homónimo y por numerosos tributarios, entre ellos los ríos Chico y Gualjaina, y los arroyos Maitén, Leleque y Ñorquincó. Como en el caso de los ríos Limay y Neuquén, en el sector alto de la cuenca las condiciones son más húmedas que en el sector bajo, con valores medios de precipitación que varían entre 1000 y 300 mm anuales. En el sector alto el río corre encajonado en un relieve abrupto y empinado hasta proximidades de El Maitén donde entra en una zona de valle de menor pendiente con humedales –mallines–(Moyano & Moyano 2013) (Figura 2D). Las áreas de meseta se vuelven progresivamente menos productivas hacia el este con la disminución de la altura y las precipitaciones (Villagra & Giraudo 2010). En el valle inferior predominan las planicies bajas inundables y los meandros inactivos. Antes de la construcción del dique Ameghino se registraban importantes inundaciones que producían anegamientos prolongados y lagunas ribereñas que podían permanecer varios años (Gómez Otero et al. 2010). En el área de la desembocadura del río y en la costa inmediata se registra una mayor biomasa y diversidad de recursos que en el valle fluvial (Svoboda & Gómez Otero 2013, 2015).

 A. Valle inferior del río Colorado (en
cercanías del Meridiano V); B.
Desembocadura del río Colorado Nuevo; C.
Valle medio del Río Negro (Chelforó-Chimpay) y D. Valle medio del Río Chubut (cercanías de Piedra Parada)
Figura 2.
A. Valle inferior del río Colorado (en cercanías del Meridiano V); B. Desembocadura del río Colorado Nuevo; C. Valle medio del Río Negro (Chelforó-Chimpay) y D. Valle medio del Río Chubut (cercanías de Piedra Parada)
Foto C: Emiliano Mange; Foto D: Julieta Gómez Otero

El registro arqueológico en las cuencas fluviales

Cuenca del Colorado

En el sector superior de la cuenca, en el curso medio del río Grande se detectaron en aleros rocosos sitios como Gruta de El Manzano, Cueva de Luna, Cañada de Cachi y Alero Puesto Carrasco. En este sector el río corre encajonado, en ambientes de altura (3600 - 1300 m) que forman pisos altitudinales donde la vegetación es controlada por las condiciones de temperatura y humedad (Durán 2004). La ocupación más antigua es la de los niveles inferiores de Gruta de El Manzano (provincia de Mendoza) con una cronología de ca. 8100-7000 años AP (Gambier 1980; Neme et al. 2011). En las capas basales de este sitio se recuperó megafauna (Megatheridae), aunque sin asociación con eventos antrópicos. Se constató el consumo de vegetales del género Prosopis sp. Los camélidos, dasipódidos y peces son los taxa más numerosos, aunque también se registran, entre otros, carnívoros, aves, roedores y valvas marinas (Neme et al. 2011, Tablas 2 y 6). Si bien se trata del sitio con mayor diversidad taxonómica para el sur de Mendoza no se determinó aun cuáles taxa ingresaron por factores antrópicos (Neme et al. 2011, p. 259-260).

Para este sector del río Grande, luego de un vacío cronológico importante, al registro de Gruta de El Manzano se suman los sitios Cueva de Luna, Cañada de Cachi y Alero Puesto Carrasco en ca. 3800-470 años AP (Duran 2002, p. 91, 2004). En tanto, algunas ocupaciones representan estadías breves (e.g. caza), otras se relacionan con campamentos base con evidencias de reocupaciones, fogones y acondicionamiento interior (camadas de coirones). Se registraron artefactos líticos y artefactos sobre materiales vegetales (e.g. restos de calabaza del genero Lagenaria sp. y cordelería). También plantas silvestres (e.g. algarrobo, alpataco, jarilla, molle, etc.) que fueron utilizadas como alimento, materia prima, combustible y con fines artísticos (Neme et al. 2011, Tabla 6). Las especies animales registradas incluyen guanacos (predominantes en todos los conjuntos), armadillos, ñandúes, zorrinos, cánidos, venado de las pampas, cangrejos de río, etc. (Durán 2004, p. 113,126; Neme et al. 1999, p. 494-495). A juzgar por la presencia de cerámica vinculada con la región de la Araucanía chilena, obsidianas, valvas de moluscos marinos, cañas coligüe, cultígenos y cuentas de collar confeccionadas sobre caracoles marinos, estos grupos poseían amplios rangos de acción y fluidos contactos oeste-este, incluso del otro lado de la cordillera (Durán 2002, 2004; Neme et al. 2011; véase Martínez 2015). Cabe resaltar que al sur del río Barrancas, a escasos 20 km, en la provincia de Neuquén, se encuentra la fuente de obsidiana Huenul. La utilización de esta roca se produjo en escalas locales y extra-areales que incluyen sitios en las provincias de Mendoza, Neuquén, La Pampa, San Luis y hasta el curso inferior del río Colorado en la provincia de Buenos Aires (Barberena et al., 2011), indicando también intercambio y movilidad a escala inter-regional de estos grupos.

En el curso superior del Colorado, a pocos kilómetros del río, se encuentra la Cueva Huenul 1 donde se definieron cuatro componentes arqueológicos. En el Componente I (ca. 13.800-11.800 años AP) se registraron diversos restos de megafauna extinta pero los mismos no son asignables a la acción humana. En el componente II (ca. 10.100 y 9200 años AP) se hallaron fogones, restos de guanaco con evidencia de explotación, así como evidencias de consumo de vegetales (e.g. algarrobo) (Barberena et al. 2015, Tablas 3 y 5). Al igual que en Gruta de El Manzano existe un hiato importante hasta el registro del Componente III (ca. 4700 años AP), representado por una estructura de pozo rellena de vegetales. En el Componente IV (ca. 1600-370 años AP) se acondicionó el espacio con camadas vegetales (Barberena 2015).

En el curso medio del río Colorado, en el sitio 1 de Casa de Piedra se definieron tres ocupaciones (Gradin 1984). En las inferiores (ca. 8600 y 7560 años AP) los restos faunísticos son escasos y están representados por guanaco, ñandú, roedores, dasipódidos, aves pequeñas, cáscaras de huevo de ñandú, valvas de moluscos (posiblemente Diplodon sp.), algunos con evidencia de calcinación (Gradin 1984, p. 61-62). Las ocupaciones intermedias (ca. 6100 años AP) tienen características similares a las inferiores y en las superiores se hallaron artefactos de molienda. En este sector de la cuenca se registró también el sitio Rinconada Giles (ca. 700-300 años AP) donde se recuperaron fragmentos de alfarería del tipo Vergel-Valdivia, que procede del centro-sur de Chile (Berón 2004). Por su parte, los sitios Puesto Hernández y Médano Petroquímica (ca. 900 y 400 años AP, respectivamente), presentan inhumaciones (Mendonça et al. 2010); en el segundo son secundarias, compuestas por numerosos individuos y localizadas en un área formal de entierro.

En las adyacencias del río Curacó (provincia de La Pampa), afluente del río Colorado, se encuentra la localidad Tapera Moreira (Berón 2004) que presenta una importante redundancia ocupacional. En el sitio 1 se definieron tres componentes arqueológicos. En el inferior (ca. 4500-3000 años AP), la subsistencia estuvo basada en la explotación del guanaco complementada por aves grandes y pequeñas, dasipódidos y vegetales. Los componentes medio (ca. 2100-1800 años AP) y superior (ca. 1200 y 360 años AP) poseen mayor cantidad de elementos faunísticos (Salemme & Berón 2003, Tabla 2; véase también Bastourre & Salazar Siciliano 2012, Tabla 2) Las evidencias zooarqueológicas indican un aprovechamiento más selectivo e intensivo de ungulados acompañados por una diversificación en la explotación de presas de tamaño menor (armadillos, aves, reptiles, posiblemente moluscos de agua dulce, vegetales, etc.), lo que llevó a proponer escenarios de intensificación haciael Holoceno tardío final (véase sin embargo Bastourre & Salazar Siciliano 2012). En todas las ocupaciones se registraron obsidianas de fuentes distantes como El Maule (Chile Central), Cerro Huenul y Portada Covunco (provincia de Neuquén). La explotación de estas rocas, junto con las cuarcitas pampeanas indica redes de interacción que conectaron a la Pampa Seca con sectores distantes como la cordillera y la Pampa Húmeda (Giesso et al. 2008; Stern & Aguerre 2013; Carrera Aizpitarte 2014).

En el extremo este del curso medio se excavaron los sitios La Enriqueta y Don Aldo 1. El primero se caracteriza por la presencia de entierros humanos en ca. 1000 años AP (Carrera et al. 2013). El segundo se trata de un lugar de actividades domésticas con evidencias de explotación de fauna terrestre, sobre todo guanaco, venado y dasipódidos (Prates et al. 2006, Tabla 3), donde se llevó a cabo además la inhumación de un individuo (Prates et al. 2006).

Ya en el tramo inferior del río Colorado, en la actual provincia de Buenos Aires, las ocupaciones humanas más tempranas se remontan al Holoceno medio (ca. 6300-4100 años AP). Los sitios para ese lapso son La Modesta, Cantera de Rodados Villalonga, Loma de Los Morteros y Tres Bonetes 1 –colección Donnay–, aunque los dos últimos poseen también cronologías del Holoceno tardío inicial (ca. 1800-1100 años AP) (Martínez 2017; Martínez & Flensborg 2018). Las ocupaciones del interior fueron registradas en cercanía de paleocauces. Los conjuntos zooarqueológicos indican la explotación de ungulados, peces fluviales, roedores grandes y, posiblemente, aves medianas y dasipódidos (Stoessel 2015; Alcaráz 2017, Tabla 6.22). Los numerosos materiales de molienda recuperados sugieren procesamiento y consumo de vegetales. En estas bases residenciales se realizaron también inhumaciones. Por su parte, las ocupaciones costeras están sólo representadas por entierros humanos. Los sitios del Holoceno tardío inicial (ca. 2900-1100 años AP) son la Primavera, Loma Ruiz 1, ZokoAndi 1 (componente inferior) y las localidades arqueológicas El Caldén y El Puma. La subsistencia muestra una mayor diversidad de recursos representados por ungulados (guanaco y venado), aves (ñandú y tinámidos), dasipódidos, roedores grandes, etc. (Alcaraz 2017; Stoessel & Alcaráz 2017, Tabla IV.2). Un dato novedoso para este lapso es el registro de modalidades de inhumación secundarias hacia 1400 años AP (Martínez 2017). Para el Holoceno medio y tardío inicial (ca. 6000-1000 años AP) se destaca la explotación simultánea de rocas extra-areales de las sub-regiones Pampa Húmeda, Pampa Seca y de Norpatagonia (Santos Valero 2017). Los motivos grabados sobre las cáscaras de huevo de Rheidae también fueron compartidos en escalas macro-regionales que involucran a los sectores antes mencionados (Carden & Martínez 2014); Martínez 2017) (Figura 3). Hacia el Holoceno tardío final (ca. 1000-250 años AP) se producen importantes transformaciones en distintas esferas. Los sitios de los cuales proviene la información son El Tigre, Zoko Andi 1 (componente superior), localidad arqueológica San Antonio, La Petrona y Paso Alsina 1. La diversidad de las especies explotadas es mucho mayor y se encuentran representados ungulados, aves grandes, medianas y pequeñas, armadillos, roedores grandes y pequeños, peces, bivalvos, etc. (Alcaraz 2017; Stoessel & Alcaraz 2017, Tabla IV. 2). Estas especies provienen de ambientes continentales, ribereños y marinos, y su diversidad y la intensidad con lo que algunas de ellas fueron explotadas responderían a la existencia de un proceso de intensificación (Stoessel & Martínez 2014). Se observa una reocupación más frecuente y los asentamientos se vuelven mucho más redundantemente ocupados. Particularmente, para el lapso de ca. 1400-250 años AP, se identificó una importante variabilidad de contextos mortuorios y de prácticas relacionadas al tratamiento de los muertos. En este sentido, modalidades secundarias se registraron en campamentos base reiteradamente ocupados (e.g. Zoko Andi 1 y La Petrona) formando parte de áreas formales de inhumación (e.g. Paso Alsina 1) (Flensborg et al. 2017). Sobre la base de algunos de estos cambios, sumados a un escenario densodependiente, se propuso la existencia de un proceso de regionalización a escalas macrorregionales (Martínez et al. 2017).

Valle inferior del río Colorado. A.
    Puntas de proyectil de los sitios La Modesta, El Tigre y El Caldén
    (Holoceno medio y tardío) (Martínez 2017); B. Cuentas sobre valvas del sitio Zoko Andi 1 (Holoceno tardío;
    Martínez 2017) y C. Fragmento de
    cascara de huevo de Rheidae grabada del sitio La Modesta (Holoceno medio);
    hueso grabado del sitio La Modesta (Holoceno medio); tiesto grabado del
    sitio El Tigre (Holoceno tardío) (Martínez 2017)
Figura 3.
Valle inferior del río Colorado. A. Puntas de proyectil de los sitios La Modesta, El Tigre y El Caldén (Holoceno medio y tardío) (Martínez 2017); B. Cuentas sobre valvas del sitio Zoko Andi 1 (Holoceno tardío; Martínez 2017) y C. Fragmento de cascara de huevo de Rheidae grabada del sitio La Modesta (Holoceno medio); hueso grabado del sitio La Modesta (Holoceno medio); tiesto grabado del sitio El Tigre (Holoceno tardío) (Martínez 2017)
Fotos: Florencia Santos Valero, Gustavo Flensborg, Natalia Carden y Erika Borges Vaz

Cuenca del Negro

En la cuenca del río Limay (provincia de Neuquén) fueron descriptos y estudiados numerosos sitios (véase síntesis en Crivelli 2010). Las edades más tempranas provienen de Arroyo Corral (Arias et al. 2013), Cueva Epullán Grande (Crivelli et al. 1996), Cuyín Manzano (Ceballos 1982) y Cueva Traful 1 (Crivelli et al. 1993); a estos se agrega El Trébol, ubicado cerca del lago Nahuel Huapi (Hajduk et al. 2006). Durante momentos tempranos, además de registrarse la explotación de mamíferos grandes (guanacos), también se identificaron de manera generalizada, pero en frecuencias bajas, mamíferos pequeños, moluscos de agua dulce, peces y aves (Crivelli et al. 1993, p. 34-39; Lezcano et al. 2010, Tablas 2 y 3; Cordero 2010, Tablas 7.1 y 7.2). A partir de ca. 8000 años AP, el guanaco fue adquiriendo una importancia creciente y la mayoría de los sitios de este momento se encuentran también en áreas peri-cordilleranas. Algo más al este, en un área de estepa pero cerca de un mallín se encuentra Epullán Grande (Crivelli et al. 1996:, p. 205-208). En este sitio también hay evidencias de explotación de cactáceas. El registro de especies ribereñas o fluviales, como peces y moluscos, es para este momento de poca relevancia para la subsistencia (Hajduk & Albornoz 1999).

Más allá de algunos vacíos cronológicos en ciertos sectores, la señal arqueológica aumenta sensible y progresivamente desde el Holoceno temprano (Barberena et al. 2015) y significativamente a partir de ca. 2.000 años AP (Crivelli 2010, p. 289; Barberena et al. 2015). Aun así las terrazas bajas y húmedas –las más cercanas a la planicie aluvial moderna de los ríos– generalmente no presentan evidencias de ocupación (Crivelli 2010, p. 307). La explotación de mamíferos pequeños y recursos de los ambientes fluviales se observa clara e intensamente en el bajo Limay y en momentos tardíos del Holocenos (Caviglia & Borrero 1981, p. 81-82). En el alto Limay y arroyos tributarios hay varios sitios con evidencias de ocupación en el Holoceno tardío, entre otros: Valle Encantado I, Cueva Traful I y III, La Marcelina, Casa de Piedra de Ortega y Cueva Sarita (véase síntesis en Crivelli 2010)

En la cuenca del río Neuquén, las dos áreas con más información se encuentran en una zona peri-cordillerana de estepas: la cuenca alta y el sector occidental de la cuenca media (Cúneo 2010). En la cuenca alta hay dos sectores bien diferenciados: el curso del río Neuquén y el del río Curi Leuvú. La mayor parte de los investigadores (entre otros Fernández 1988-90; Casamiquela 1995; Hajduk et al. 2007; Cúneo 2010) coinciden en cuanto a que el área sirvió como conexión entre los sectores altos y bajos. En el río Curi Leuvú la información sobre contextos domésticos es escasa, pero sugiere también el uso de los sectores altos de veranada para la caza de guanacos, por ejemplo en los sitios laguna Los Barros, laguna de Tromen y Chaca y Melehue (Hajduk & Cúneo 2009). La señal arqueológica más antigua (ca. 4200 - 3600 años AP) procede de contextos mortuorios como Aquihuecó y Hermanos Lazcano (Della Negra & Novellino 2005; Della Negra et al. 2014). Aquí se registraron también evidencias de procesamiento de frutos de Prosopis (Lema et al. 2012), aunque la dieta habría estado basada en herbívoros grandes –posiblemente guanaco– (Novellino et al. 2004; Lema et al. 2012).

En el sector medio del valle del Neuquén, aguas abajo de la confluencia con el Curi Leuvú, el ambiente es estepario árido y la información arqueológica escasa (Cúneo 2010). Sí se conocen antecedentes para los colectores del Neuquén medio ubicados hacia el oeste (i.e cuenca del Agrio). Allí se ha planteado el uso de los campos altos (de más de 1800 msnm) como áreas de caza de guanaco durante los meses sin acumulación de nieve. Es interesante para el centro de Neuquén la explotación de piñones de araucaria (Araucaria araucana), como en el sitio Chenque Haichol (Fernández 1988-90), con ocupaciones casi continuas desde los 7000 años AP. En este sector los vegetales y la fauna menor (sobre todo roedores) habrían sido importantes en la subsistencia (Gordon et al. 2017). Los numerosos sitios ubicados más hacia el norte, en el Parque Provincial Copahue (Albornoz & Hajduk 1999; Hajduk & Albornoz 1999), muestran también la explotación de piñones y guanacos durante los meses estivales. En áreas andinas más bajas y peri-andinas, o cerca de grandes humedales (mallines), los guanacos y ñandúes se explotaron de manera más continua a lo largo del año. Por ejemplo, en Alero IV del Mallín de Tromen (Perrotta & Pereda 1987, p. 254) y en los sitios del establecimiento “Llamuco” (Pastore 1982; Perrotta & Pereda 1987; Pereda & Perrotta 2002; Pereda et al. 1991; véase también Cúneo 2010, p. 229).

En el tramo inferior de la cuenca del Neuquén, asociado a un ambiente accidentado y desértico, la mayoría de los sitios (e.g. Mari Menuco 1-4, Barreales 1 y Barda SE) son de superficie y están asociados con fuentes de agua (Sanguinetti de Bórmida & Schlegel 1972; Sanguinetti de Bórmida 1974). En Aguada del Refugio (Cúneo 2010) se registraron algunos restos faunísticos, como valvas de Diplodon sp. y cáscaras de huevo de Rheidae.

Más hacia el este, y luego de la confluencia del Neuquén con el Limay, nace el río Negro. Uno de los rasgos principales de la arqueología de este valle es que la totalidad de los sitios se encuentra en la planicie aluvial moderna del río (Fisher & Nacuzzi 1992; Luchsinger 2006; Prates 2008; Prates et al. 2010, 2011; Mange 2019). Dentro del valle, además, el registro arqueológico se concentra en sectores específicos del paisaje, especialmente en las partes amplias del valle, como la laguna del Juncal (Prates 2010), el valle del Negro Muerto, Boca de la Travesía (Luchsinger 2006; Prates 2008), y el área entre Choele Choel y Colonia Josefa (Mange 2019). Además, dentro de la planicie aluvial, la mayoría de los sitios se ubica en las márgenes de lagunas formadas en el interior de los paleocauces y canales de inundación, y no sobre la ribera del cauce principal del río (Luchsinger 2006, Prates 2008; Prates & Di Prado 2013). En el alto valle del Negro la información arqueológica es menor, aunque allí la acción humana sobre el paisaje moderno ha sido más intensa y continua (Mange 2019), lo cual pudo haber disminuido la visibilidad del registro arqueológico. No existe prácticamente información arqueológica de las terrazas altas o faldeos del valle (Prates 2008). En cuanto a la cronología de los sitios, las fechas más tempranas (ca. 3000 años AP) fueron obtenidas de restos óseos humanos del sitio Loma de los Muertos (Prates et al. 2010). Las edades de sitios residenciales corresponden también al Holoceno tardío (Prates & Di Prado 2013), pero siempre con edades menores a los 1500 años AP. Incluso para la mayoría de los sitios superficiales que no han sido fechados también se asume una cronología reciente por la presencia de otros indicadores cronológicos relativos (e.g. alfarería). Esta tendencia cronológica es razonable si se considera, por un lado, que el fondo del valle está afectado por una alta tasa de depositación y dinámica geomorfológica y, por el otro, que la mayoría de los cauces y paleocauces visibles en el paisaje actual tienen una edad no mayor al Holoceno tardío (Luchsinger 2006). Esto último en cierta forma es congruente con lo observado en el valle del Limay por Crivelli (2010) quien señala que los sitios superficiales son en general tardíos.

En lo que se refiere a los recursos faunísticos, las tendencias surgidas del estudio de los principales sitios excavados sistemáticamente como Negro Muerto, Negro Muerto 3, Angostura 1, Loma de los Muertos y Pomona (véanse Prates 2008, Tablas 40 y 47; Prates et al. 2010, Tabla 2; Mange 2019: Tablas 4.3, 5.2, 5.3, y 5.4), muestran una alta diversidad de taxa explotados, en los que se incluyen ungulados grandes y medianos (guanaco y venado de las pampas), aves grandes (ñandú y choique), peces de agua dulce (principalmente percas), moluscos de río (almejas y gasterópodos dulceacuícolas), dasipódidos (peludo y piche) y roedores pequeños (con predominio de cávidos –especialmente cuises– y sigmodontinos –sobre todo rata nutria) (Prates 2008; Prates & Acosta Hospitaleche 2010, Tabla 1; Fernández et al. 2011,Table 1;Mange et al. 2013, Tabla 1; Mange et al. 2016, Tabla 1). Esta diversidad implica la obtención de los recursos en distintos sectores ambientales: espacios acuáticos (moluscos, peces, aves y mamíferos), espacios abiertos dentro del valle (venados, frutos de algarrobo) y áreas de mesetas y planicies ubicadas fuera del valle (guanacos) (Prates 2008), si es que estos no se capturaban también en el interior de la cuenca (Mange et al. 2016, Mange 2019). La explotación de los recursos fluviales, aunque no especializada, es recurrente e intensa a lo largo del área. Por su parte, el guanaco y el ñandú, aunque importantes por su aporte de biomasa, generalmente están representados en bajo número (Figura 4).

Curso medio del río Negro. A.
    Puntas de proyectil provenientes de las colecciones Sánchez y del sitio
    Colforta 1; B. Artefactos
    Decorados: Fragmento óseo grabado procedente del sitio Pomona (Mange 2019);
    Fragmento de cerámica decorada del sitio El Curundú (Mange 2019) y C. Pendiente o colgante elaborado
    con valva de Diplodon sp. hallado
    en Negro Muerto 3 (Mange et al.
    2016); Cuenta realizada sobre valva de Diplodon
    sp. proveniente del sitio Pomona (Mange 2019); Cuenta probablemente
    realizada sobre molusco marino hallada en el sitio Pomona (Mange 2019)
Figura 4.
Curso medio del río Negro. A. Puntas de proyectil provenientes de las colecciones Sánchez y del sitio Colforta 1; B. Artefactos Decorados: Fragmento óseo grabado procedente del sitio Pomona (Mange 2019); Fragmento de cerámica decorada del sitio El Curundú (Mange 2019) y C. Pendiente o colgante elaborado con valva de Diplodon sp. hallado en Negro Muerto 3 (Mange et al. 2016); Cuenta realizada sobre valva de Diplodon sp. proveniente del sitio Pomona (Mange 2019); Cuenta probablemente realizada sobre molusco marino hallada en el sitio Pomona (Mange 2019)
Fotos: Emiliano Mange

Otro aspecto destacable del valle del río Negro es el registro frecuente de sitios mortuorios entre ca. 3000 y 500 años AP. Estos sitios son comunes a lo largo de los sectores bajo y medio de la cuenca (Bórmida 1950; Prates et al. 2010; Prates et al. 2011) y tienen tres características principales (Prates & Di Prado 2013): se encuentran generalmente sobre elevaciones eólicas ubicadas en los sectores bajos de la planicie aluvial del río; las elevaciones sobre las que se encuentran fueron utilizadas repetidamente para los entierros (en general hay más de 10 individuos en cada una) y las mismas áreas mortuorias también fueron empleadas diacrónicamente para ocupaciones residenciales. En este sector, el valle del río habría constituido uno de los vectores principales (E-O) de la movilidad residencial de los grupos (Prates 2008; Serna 2018) y la cronología generalmente no excede el Holoceno tardío.

Cuenca del Chubut

Los antecedentes arqueológicos más cercanos a las cabeceras del río Chubut provienen del sudoeste de la provincia de Río Negro y noroeste de la de Chubut, conocida como comarca andina del paralelo 42 (Manso inferior, en Río Negro, y Cholila, en Chubut) donde predomina el ambiente de bosque andino. Uno de los rasgos más característicos del registro arqueológico del área es la escasez de sitios residenciales (Podestá et al. 2008). En algunos se han realizado excavaciones sistemáticas (Paredón Lanfré, Población Anticura, Campamento Argentino, Paumayén, Risco de Azócar y Cerro Pintado) y los fechados cubren el período entre 8000 y 200 años AP. Si bien la fecha más temprana, obtenida en Población Anticura, es de ca. 8000 años AP, la información de ocupaciones residenciales corresponde en su mayoría a los últimos 1200 años (Fernández et al. 2013; Podestá & Albornoz 2007). Allí la señal arqueológica es de baja intensidad (Fernández et al. 2013) y las evidencias sugieren la explotación de recursos locales del bosque, sobre todo huemul. El guanaco aparece muy escasamente representado en Cholila y está prácticamente ausente en el río Epuyén y en el Manso inferior (Bellelli et al. 2008) (véase también Fernández 2008,Tables 2 y 6).

En la cuenca media, el área investigada con mayor intensidad es la más cercana a la cuenca alta, entre la confluencia del río Gualjaina y el codo del Paso del Sapo, conocida como “Valle de Piedra Parada” (Aschero et al. 1983, p. 25). Allí se registraron numerosos sitios arqueológicos en distintos sectores topográficos: en la planicie aluvial del río (e.g. Campo Cretón 2), en los faldeos altos del valle (e.g. Paso del Sapo 1, San Ramón 1, Campo Cretón 1, Campo Nassif 1, Piedra Parada 1 y 4, Campo Cerda 1, Campo Moncada 1), en los cañadones que desembocan en el valle (e.g. Campo Moncada 2), y en las tierras altas de planicies y mesetas, asociadas a campos de veranada, como Laguna del Hunco, Aguada del Potrillo 1 y 5, El Puesto y Puesto 5 (Aschero et al. 1983; Pérez de Micou & Castro 2005).

La mayor parte de los sitios, independientemente de la unidad topográfica en que se encuentren, están asociados con abrigos rocosos (Aschero 1983; Onetto 1983). Algunos presentan además evidencias superficiales y/o estratigráficas de ocupación, con una cronología máxima, registrada en Campo Moncada 2, de ca. 5000 años AP, pero con una fuerte señal tardía. En los sitios más próximos al río como Campo Moncada 2 (Bellelli 1983), Piedra Parada 1 (Aschero 1983; Pérez de Micou 1983) y Campo Cerda 1 (Fernández 2001), el guanaco constituyó el recurso principal. Además del uso alimenticio de esta especie se registraron numerosas evidencias del procesamiento de pieles (fragmentos de cuero sin curtir y curtidos, vellones y tientos) (Marchione & Bellelli 2013)(Figura 5). Más allá del guanaco, aparecen con frecuencia restos de roedores, cuya posible explotación fue propuesta para el Holoceno tardío final (Udrizar Sauthier 2009), placas de dasipódidos y cáscaras de huevo de ñandú. Las valvas de moluscos son escasas y corresponden generalmente a artefactos. Un aspecto interesante de varios de estos sitios del valle de Piedra Parada es la extraordinaria preservación de tecnofacturas vegetales (cestería y cordelería), con una cronología deca. 3000 años AP (Aschero et al. 1983).

En los sitios ubicados sobre las planicies en alturas cercanas a los 1000 msnm, al sur y al norte del valle del Chubut, también es frecuente el registro de motivos rupestres y están asociados generalmente con aguadas, lagunas y mallines (e.g. Aschero 1983; Fisher 1983; Nacuzzi 1983; Pérez de Micou & Castro 2005). Aunque la información sobre estos sitios es escasa, en general se trata de conjuntos líticos, asociados posiblemente con áreas de actividades múltiples (e.g. Aguada del Potrillo –Aschero 1983– y El Puesto –Pérez de Micou & Castro 2005). La mayoría de los trabajos coinciden en que el acceso invernal a estos sectores altos habría estado limitado debido a la presencia de nieve y, por lo tanto, los sitios corresponderían a ocupaciones estivales.

En el curso inferior del río Chubut se investigaron varios sitios, entre ellos Loma Grande 1 y Cinco Esquinas 1. Ambos se localizan en albardones de la planicie aluvial y en ellos se registraron materiales faunísticos, líticos, entierros humanos, cerámica, huellas de fogones, entre otros. Se trata de bases residenciales fechadas entre ca. 1600 y 1200 años AP (Svoboda & Gómez Otero 2013, 2015). Para este sector del valle la fecha más antigua, de 6070 años AP, proviene del entierro humano del sitio Ventiocho de Julio (Gómez Otero y Bellelli 2006). En la desembocadura del río Chubut y en la costa inmediata, se registraron las localidades Barranca Norte y Los Cangrejales Sur (Gómez Otero 2006; Svoboda & Gómez Otero 2015; véase también Goye & Weiler 2017). Barranca Norte se destaca por la diversidad y densidad de sitios relacionados con actividades múltiples y posee una cronología de ca. 3000-1000 años AP. Los Cangrejales Sur se caracteriza por ocupaciones recurrentes y breves producidas por actividades extractivas cuya cronología es de ca. 2200-2000 años AP. Los sitios y localidades del valle y la costa adyacente presentan diferencias en cuanto a la explotación de recursos. Los conjuntos del valle son similares entre sí, y en ellos se destaca la presencia casi exclusiva de recursos dulceacuícolas. Si bien predominan los peces (e.g. percas) también se registran aves grandes y medianas (e.g. anátidos), roedores grandes (e.g. coipo), dasipódidos, ungulados y moluscos (Svoboda & Gómez Otero 2013: Tabla 1). En la desembocadura y costa adyacente hay una mayor riqueza de especies. Aunque los peces (e.g. pejerrey y róbalo) están presentes en Barranca Norte se observa una amplia base de recursos explotados donde se destacan los pinnípedos y, en menor proporción, los ungulados, aves pequeñas y medianas, y dasipódidos (Svoboda & Gómez Otero 2015, Tabla 4). Por su parte, en Los Cangrejales se observó una explotación casi exclusiva de peces (Svoboda & Gómez Otero 2015, p. 95). En estos sectores (desembocadura y costa adyacente) la contribución de los peces a la dieta se vincularía a la funcionalidad de los sitios y no necesariamente a la oferta de recursos (Svoboda & Gómez Otero 2015). En el caso de las localidades del valle la alta frecuencia de fauna menor dulceacuícola a lo largo de la mayor parte del Holoceno tardío se relacionaría con la explotación oportunista en ocasiones de crecidas periódicas del río (Svoboda & Gómez Otero 2013, pp. 48-49).

En las márgenes del río Chubut, en el sitio Chacra 375, se registró un entierro con una cronología de ca. 6000 años AP. A lo largo del curso inferior se reconoció cierta variabilidad de prácticas mortuorias para el Holoceno tardío (Gómez Otero 2012), incluyendo osarios, entierros primarios y entierros múltiples (e.g. El Elsa, Rawson, Cinco Esquinas, etc.).

A. Puntas de proyectil y perforador del sitio Campo Cerda 1 (Holoceno
    tardío; Bellelli et al. 2008) y B. Tecnofacturas en cuero del sitio
    Campo Moncada 2. De izquierda a derecha: Nudo entre tientos, torzal de
    cuero anudado y fragmento de cuero con pelo de guanaco recortado (Holoceno
    medio y tardío; Marchione & Bellelli 2013)
Figura 5.
A. Puntas de proyectil y perforador del sitio Campo Cerda 1 (Holoceno tardío; Bellelli et al. 2008) y B. Tecnofacturas en cuero del sitio Campo Moncada 2. De izquierda a derecha: Nudo entre tientos, torzal de cuero anudado y fragmento de cuero con pelo de guanaco recortado (Holoceno medio y tardío; Marchione & Bellelli 2013)
Fotos: Cristina Bellelli

Discusión

Cronología, asentamiento y explotación de recursos en la cuenca del Colorado

Los fechados radiocarbónicos obtenidos para los tres sectores de la cuenca indican que la ocupación humana se remonta a la transición Pleistoceno-Holoceno (ca. 10100 años AP) en el curso superior, al Holoceno temprano (ca. 8600 años AP) en el sector medio y al Holoceno medio (ca. 6300 años AP) en el curso inferior (Gradin 1984; Neme et al., 2011; Barberena 2015; Martínez 2017). En algunos sectores como el superior se observa cierta discontinuidad – escasez o ausencia– en las ocupaciones durante el Holoceno medio (Neme & Gil, 2009; Neme et al. 2011;Barberena 2015; Durán et al. 2016). Sin embargo, en otros sectores, como el curso inferior, la ocupación humana es más continua (Martínez 2017), al menos para los últimos 6000 años. En todos los casos la expresión arqueológica más notable se da en el Holoceno tardío, particularmente luego de los 1000 años AP (Neme & Gil, 2009; Martínez et al. 2013; Berón 2015).

En cuanto a los patrones de asentamiento, en el tramo superior los sitios se localizan en abrigos rocosos ubicados en los faldeos de los valles, mientras que en la parte media y baja de la cuenca se encuentran a cielo abierto. Independientemente de esto, en todos los sectores se observa hacia el Holoceno tardío una importante redundancia ocupacional (e.g. Cañada de Cachi, Tapera Moreira, El Tigre, ZokoAndi 1), e incluso acondicionamiento del espacio (Alero Puesto Carrasco y Cueva Huenul 1).

En lo que se refiere a la subsistencia, en los sectores altos de la cuenca prevalecen en cuanto a importancia los vertebrados grandes, particularmente el guanaco. Si bien en algunos sitios (e.g. Gruta de El Manzano) se recuperaron numerosos taxa, no ha sido posible definir cuáles de ellos han sido explotados (Neme et al. 2011). En el sector medio la información también es escasa pero predominan allí los recursos terrestres, principalmente el guanaco (Gradin 1984; Bastourre & Salazar Siciliano 2012). La presencia de recursos fluviales es excepcional y no está vinculada claramente con la subsistencia (e.g. fragmentos de valvas de Diplodon registrados en Casa de Piedra; Gradin 1984). Hacia los sectores inferiores del valle se acentúa el uso de los recursos ribereños (peces, aves, roedores), con un énfasis más marcado en los sectores asociados con ambientes de delta y estuario. Tanto para el curso medio del río Grande como para los cursos medio e inferior del río Colorado se plantearon escenarios de intensificación que se producen concomitantemente con la introducción de tecnologías y sistemas de armas novedosos como la cerámica y el arco y flecha (Berón 2004; Durán 2004; Borges Vaz et al. 2016; Martínez 2017). La evidencia indica que sistemas de movilidad, interacción e intercambio a grandes distancias estuvieron operando desde el Holoceno temprano en distintos sectores de la cuenca (Giesso et al. 2008; Barberena et al. 2011; Neme et al. 2011; Salgán et al. 2012; Armentano 2016; Carden & Martínez 2014; Martínez 2017; Santos Valero 2017). En el tramo superior esto se refleja por la presencia de valvas de moluscos marinos, obsidianas y caña coligüe provenientes de lugares distantes desde ca. 8000 años AP (Durán, 2004; Neme et al. 2011). En el curso medio la presencia de alfarería tipo Vergel-Valdivia (ca. 800 años AP) sugiere contactos transcordilleranos (Berón 2004). En el curso inferior un sistema de interacción social a escala macroregional fue planteado para el lapso 6300-1000 años AP en base a la dispersión de fragmentos de cáscaras de huevo de Rheidae grabadas y la presencia de rocas exóticas (Martínez 2017). En los sectores medios e inferior de esta cuenca se han registrado sitios con inhumaciones, principalmente durante el Holoceno tardío. En el primer sector se destaca un área formal de entierros (Médano Petroquímica; Mendonça et al. 2010). El registro bioarqueológico aumenta considerablemente hacia la parte inferior de la cuenca donde se observa variabilidad de modalidades inhumatorias (e.g. primarias y secundarias conjuntas en el sitio La Petrona), tanto en áreas formales de entierros (e.g. Paso Alsina 1) como inhumaciones registradas en asociación con campamentos base (e.g. Zoko Andi 1) (Martínez et al. 2012; Martínez 2017).

Cronología, asentamiento y explotación de recursosen la cuenca del Negro

En la cuenca del río Negro la señal arqueológica muestra una mayor profundidad temporal en el sector occidental (sectores altos y medios de los ríos Limay y Neuquén) y menor en el oriental (río Negro propiamente dicho). En el primer sector son varios los sitios con fechados para el Holoceno temprano y medio, entre ca. 10.000 y 7000 años AP (Cuyín Manzano, Cueva Epullán Grande, Cueva Traful, Chenque Haichol, El Trébol). En la parte inferior del Limay y del Neuquén y, sobre todo, en el valle del río Negro, la señal arqueológica tiene un sello claramente tardío, con fechados que no superan los ca. 3000 años AP (Prates 2008; Crivelli 2010; Barberena et al. 2015).

En cuanto al asentamiento, en los sectores superiores y medios de la cuenca (desde las cabeceras hasta los sectores inferiores del Limay y Neuquén) la mayor parte de los sitios se encuentran asociados con abrigos naturales (cuevas y aleros). Pero ya en el sector bajo (valle del río Negro) todos los sitios se ubican en espacios a cielo abierto y en su mayoría sobre la planicie aluvial moderna del río. La distribución espacial del registro arqueológico en la cuenca muestra patrones generales, algunos observados y explicados con anterioridad por otros autores. Uno es la concentración de los sitios cerca de las fuentes de agua, que fue recurrentemente señalada para toda el área (entre otros Prates 2008; Cúneo 2010; Perez et al. 2016). En las cabeceras de la cuenca, además, (en el alto Limay y Neuquén) la mayor densidad de sitios aparece en los valles pericordilleranos y en los sectores asociados con estepas graminosas y arbustivo/graminosas, sobre todo en áreas con formación de mallines (Crivelli 2010; Barberena et al. 2015).

En lo concerniente a la explotación de recursos para la subsistencia, el guanaco constituyó la especie más importante. Como recursos secundarios también aparecen otros vertebrados terrestres, especialmente el ñandú. Salvo en los momentos más tempranos, cuando en algunos sitios (Cuyín Manzano, El Trébol, Cueva Traful) se observa mayor diversidad faunística, el guanaco constituyó el recurso principal durante el Holoceno. En estos sectores superiores los recursos fluviales no tuvieron importancia en términos de subsistencia. A medida que se avanza hacia los sectores inferiores y medios de las cuencas de los ríos Limay y Neuquén, donde las condiciones se vuelven más áridas, el registro arqueológico muestra una menor importancia relativa del guanaco y un aumento de la diversidad faunística, incluyendo recursos fluviales (e.g. sitio Alero de los Sauces) (Bond et al. 1981). Hacia los sectores inferiores de la cuenca la importancia de los recursos fluviales frente a los de las planicies se acentúa (Prates 2008; Mange et al. 2017; Mange 2019).

En lo referido a la interacción regional y movilidad humana, en los sectores superiores de la cuenca, varios autores han destacado las evidencias recurrentes de fluida comunicación con la vertiente occidental de los Andes. Esto no solo fue inferido a partir de la presencia de bienes exóticos diversos (e.g. moluscos y obsidiana; Crivelli et al. 1993; Silveira et al. 2010; Hajduk et al. 2011) sino también de la distribución regional de motivos de arte rupestre (Hajduk & Cúneo 2009). En el río Negro la situación es algo diferente ya que los indicadores de interacción extra-regional, con excepción de algunos restos de moluscos marinos, son escasos y prevalece un sello local en la mayor parte de los ítems del registro arqueológico (Prates 2008). Aun así, el patrón de movilidad planteado para el valle medio (Prates 2008) muestra una significativa importancia del río como vector de circulación este-oeste. En sentido norte-sur, las evidencias de interacción entre la cuenca del río Negro y los sectores ubicados más hacia el sur (zona de bajos áridos y estribaciones de la meseta de Somuncurá) son escasas, pero no se dispone aún de información suficiente para determinar si el propio río o los bajos áridos constituyeron un filtro (aunque permeable) para la circulación de las poblaciones humanas.

Por último, y en cuanto al uso de las cuencas como áreas para la inhumación, se observan algunas diferencias generales a lo largo de la cuenca. Si bien en los sectores superiores (valle del Limay y Neuquén) son frecuentes los sitios con restos humanos (entre otros Aquihuecó, Hermanos Lazcano, Cementerio del río Limay), no presentan la densidad observada en los sectores medios e inferior del río Negro. En estos últimos se han registrado decenas de áreas de entierro, algunas de ellas con alta densidad de inhumaciones, como la laguna del Juncal, cerca de la desembocadura del río Negro (véase Prates & Di Prado 2013 y trabajos allí citados). Parece claro que los sectores medio e inferior del río Negro funcionaron como un área recurrente para las prácticas mortuorias, especialmente en las elevaciones de la planicie aluvial en las que también aparecen ocupaciones residenciales (Prates & Di Prado 2013).

Cronología, asentamiento y explotación de recursosen la cuenca del Chubut

En el río Chubut (y sectores aledaños) las cronologías máximas se ubican entre ca. 8000 y 5000 años AP: 8000 años AP en cercanías de las cabeceras, ca. 5000 años AP en la parte superior del valle medio y ca. 6000 años AP en el valle inferior. Para los momentos tempranos la información arqueológica es escasa, mientras que para el Holoceno tardío la cantidad de sitios aumenta en la mayor parte de la cuenca. En cuanto a la localización y organización espacial del registro arqueológico, en las partes elevadas de planicie (en el sector occidental ubicado entre la cuenca superior y la parte occidental de la cuenca media) la mayoría de los sitios se encuentra cerca de mallines, en abrigos rocosos (cuevas, aleros, bloques y paredones), en los faldeos de los valles o en cañadones tributarios de los cursos fluviales (Aschero 1983; Bellelli et al. 2008, Fernández et al. 2013). En el valle de Piedra Parada es interesante la dicotomía espacial señalada por varios autores (e.g. Aschero 1983; Fisher 1983; Nacuzzi 1983;Pérez de Micou & Castro 2005) entre los sectores bajos cercanos al río y los ubicados en las mesetas altas, sobre todo por encima de los 1000 msnm. Los primeros fueron asociados a un uso más continuo a lo largo del año y los segundos como áreas de veranada (Aschero 1983). Al este del valle de Piedra Parada, y a lo largo de toda la cuenca media, la información arqueológica es escasa. La información arqueológica aumenta nuevamente hacia la parte inferior de la cuenca, sobre todo en inmediaciones de la desembocadura (Gómez Otero 2006). En este sector los sitios se ubican principalmente sobre albardones localizados sobre la planicie aluvial del río (Gómez Otero et al. 2010).

En lo referido a la explotación de recursos para la subsistencia, en los sectores próximos a las cabeceras, el registro faunístico está asociado casi exclusivamente a especies del bosque (huemul), mientras que en las zonas de transición con la estepa aparece el guanaco, aunque con baja representación (Bellelli et al. 2008; Carballido Calatayud & Fernández 2013). A partir de la cuenca media, donde predominan los ambientes de estepa, los recursos principales son el guanaco y el ñandú, aunque también se ha planteado la explotación de algunos vertebrados terrestres pequeños (Udrizar Sauthier 2009; Gómez Otero & Bellelli 2006). En ningún sitio de la cuenca media del Chubut se encontraron evidencias de explotación de recursos fluviales para la subsistencia. En el sector inferior, el guanaco, el ñandú y otros recursos terrestres siguen siendo componentes importantes de la subsistencia, pero también adquieren relevancia los recursos fluviales como peces, aves y mamíferos acuáticos (Sbovoda & Gómez Otero 2015). En los sectores del río más cercanos a la desembocadura, en ambientes de estuario, aumenta la diversidad ya que se combinan los recursos terrestres, fluviales y marinos (Gómez Otero et al. 2010).

Los sitios mortuorios son comunes en la cuenca del Chubut, pero la aparición de numerosas inhumaciones múltiples luego del ca. 800 años AP indicarían crecimiento demográfico, menor movilidad residencial y concentración de grupos en el valle inferior del Chubut donde se accede a recursos de la meseta, del río y del mar (Gómez Otero 2012). En una escala mayor de análisis, estos procesos estarían ligados a lo que aconteció en la Península Valdés donde el registro arqueológico indica, para los últimos 2000 años, intensificación económica y social (Gómez Otero et al. 2017).

Consideraciones finales

A lo largo de este trabajo se presentó sucintamente la información arqueológica disponible para las tres principales cuencas fluviales del centro-norte de la Patagonia. Debido a las limitaciones de espacio, se puso especial atención en los aspectos más generales y que más posibilidades ofrecen para realizar comparaciones e identificar patrones regionales, como cronología, asentamiento/uso del espacio, subsistencia y prácticas mortuorias. La antigüedad de la ocupación humana es variable, aunque se observan algunas tendencias interesantes en las tres cuencas. Concretamente, en los sectores más occidentales la profundidad cronológica es generalmente mayor ya que se dispone de secuencias que cubren buena parte del Holoceno. Este patrón pudo ser generado por una combinación compleja de variables ambientales que varían en sentido oeste-este. En las cuencas altas, los abrigos naturales en los faldeos de los valles y en cañadones no solo constituyeron espacios discretos para la ocupación humana recurrente, sino que ofrecieron condiciones sedimentarias favorables para que el registro de esas ocupaciones se organice en secuencias estratigráficas más o menos continuas y de fácil hallazgo por parte de los investigadores. En los sectores inferiores, por el contrario, las condiciones de la roca de base y la cobertura sedimentaria no permiten la formación de abrigos. Aun así, y como se observa en el río Colorado, el aumento del volumen de las investigaciones comienza a completar algunos vacíos cronológicos (Martínez 2017). En una escala espacial más amplia, se observa que este patrón difiere al sur de la Patagonia, donde las cronologías máximas no sólo provienen de las cabeceras de las cuencas, sino de las mesetas que enmarcan los valles (entre otros, Borrero 1994-1995). Entre otras cosas, es posible que esto se vincule con que en Patagonia meridional los sectores andinos constituyeron ambientes marginales (Borrero 2004).

La distribución y frecuencia de hallazgos arqueológicos también varía de manera compleja en todas las cuencas. Sin embargo, un patrón interesante es que la mayor densidad de sitios se encuentra en los sectores superiores e inferiores de las mismas. Si bien aquí son numerosas las causas potenciales de este patrón (e.g. menor intensidad de las investigaciones en algunos sectores de las cuencas medias, condiciones más favorables para la preservación y visibilidad de sitios tempranos en los sectores superiores, y mayor acción antrópica moderna en los sectores inferiores), la productividad ambiental pudo haber influido. En el alto Limay/Neuquén y en el sector alto del Chubut (hasta el valle de Piedra Parada inclusive) la mayor densidad de sitios aparece cerca de las áreas con disponibilidad de pasturas para las poblaciones de guanacos. Esto fue planteado de modo general por Crivelli (2010) para explicar la intensa señal arqueológica en el alto Limay y por Barberena et al. (2015) para explicar la misma tendencia en las áreas de estepas graminosas y arbustivo/graminosas del oeste de río Negro y Neuquén. En todas las cuencas altas adquieren también importancia los humedales (mallines) y las planicies de altura (o áreas de veranada), muy atractivas para los herbívoros por la alta disponibilidad de pasturas con posterioridad al retiro de la nieve (Aschero 1983; Casamiquela 1995; Cúneo 2010; Crivelli 2010). Por otro lado, en los sectores inferiores de las tres cuencas, la mayor densidad de los sitios aparece también en áreas más productivas. Pero en este caso la selección de los espacios no parece vincularse con la productividad de las estepas, sino de las áreas fluviales y estuariales, vinculadas con una mayor diversidad de recursos (Prates 2008; Svoboda & Gómez Otero 2015; Martínez 2017). Como han observado varios autores (Junk et al. 1989 y trabajos allí citados), la productividad ambiental de los entornos ribereños es mayor en los sectores inferiores, con mayor amplitud de las planicies aluviales y mayor diversidad de ambientes acuáticos (lóticos y lénticos). En este sector, si bien los vertebrados terrestres han sido importantes para la subsistencia durante la mayor parte de la historia ocupacional de los sitios, los recursos ribereños y estuariales constituyeron un componente significativo. Es interesante también que esto difiera de lo observado en Patagonia meridional donde no hay evidencias que sustenten la explotación de los recursos de los ríos, sino que allí el guanaco fue siempre el recurso básico. En estos ríos meridionales la dieta solo se diversificó en los sectores de las desembocaduras donde se incorporaron principalmente moluscos, aves y mamíferos marinos (Miotti 1998; Carballo Marina 2007; Zubimendi et al. 2015; Muñoz et al. 2016).

Además de la cronología, el asentamiento y la explotación de recursos, algunos aspectos relacionados más directamente con las esferas simbólicas y sociales del comportamiento emergen de la información arqueológica disponible, sobre todo los vinculados con las prácticas mortuorias y la interacción entre grupos. En cuanto al primer punto, las tres cuencas concentran una alta densidad de inhumaciones, especialmente en los sectores inferiores, con diversidad de modalidades de entierro (e.g. osarios, entierros primarios – simples y múltiples – y secundarios) y de contextos en que se registran (e.g. áreas residenciales y áreas formales de entierro). Sin dudas la estrecha relación entre los espacios mortuorios y los cursos de agua importantes no es azarosa ya que en muchos casos los sitios han sido recurrentemente utilizados a través del tiempo (Mendonça et al. 2010; Martínez et al. 2012; Prates & Di Prado 2013).

En cuanto a la interacción entre grupos, se han propuesto diferentes hipótesis sobre el funcionamiento de los corredores fluviales en la convergencia o segregación humana, y en el aumento o restricción de esas interacciones (Duran 2002; Borrero 2002, p. 197; Neme et al. 2011, p. 258). En el curso inferior del río Colorado, la interacción a nivel macro-regional fue continua a lo largo del Holoceno medio y tardío inicial (Carden & Martínez 2014; Martínez 2017) y se mantuvo durante el Holoceno tardío final a pesar del proceso de regionalización, con sistemas sociales más cerrados, diferenciación social y construcción de identidades (Martínez 2017). En la cuenca del Negro las diferencias registradas en el registro arqueológico al norte y al sur tampoco implicaron la inexistencia de contactos e interacción entre ambos sectores (Prates 2008). Y en el curso inferior del Chubut se propuso para los últimos 2000 años un aumento de los contactos interétnicos y el establecimiento de redes de interacción social que exceden a la región Patagónica (Gómez Otero et al. 2017). A una escala espacial más amplia, en la Patagonia meridional, las cuencas principales (ríos Deseado, Chico, Santa Cruz, Coyle y Gallegos) tampoco fueron un obstáculo para la circulación de materias primas líticas, como la obsidiana (Molinari & Espinosa 1999), de diseños artefactuales –como puntas de proyectil triangulares pedunculadas (Franco et al. 2009) ni de poblaciones (Belardi et al. 1992). Pudieron, en todo caso, actuar como un filtro demorando el cruce (Borrero & Borrazzo 2011). Es interesante además que el uso de los ríos como vías de circulación no implicara la incorporación de la navegación. Solo en el área boscosa lacustre del noroeste de la región (Hajduk & Valentini 2002; Braicovich & Caracotche 2008) se tiene registro del empleo de esta tecnología para la movilidad en los lagos. Es decir, si bien la intensidad y fluidez de los contactos a través de los ríos variaron en la mayor parte de Patagonia, estos no impidieron la comunicación entre los grupos.

Agradecimientos

Deseamos expresar nuestro agradecimiento a los Editores por habernos invitado a participar del volumen. A la ANPCyT (PICT 2015-3645), al CONICET (PIP 0244) y a la Unidad Ejecutora INCUAPA-CONICET (Departamento de Arqueología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires). A Julieta Gómez Otero y a otro evaluador anónimo por sus comentarios y observaciones que permitieron mejorar sustancialmente el trabajo. A Pablo Bayala por la diagramación de las figuras y a Emiliano Mange, Julieta Gómez Otero y Cristina Bellelli por facilitarnos gentilmente material fotográfico.

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