Cuatro viajes de estudio al más remoto noroeste argentino

Autores/as

  • Fernando Márquez Miranda

Palabras clave:

Viajes de estudio, Noroeste, Argentina,

Resumen

Quedan, todavía, enormes extensiones del noroeste que no han llegado al dominio de la curiosidad pública, más aun, que no han sido penetradas ni siquiera por los técnicos especialistas, acuciados por la sed del estudio. Son ya muy conocidos los valles calchaquíes ? el de Santa María, el de Quimivil ? pero los calcinados arenales riojanos, con sus trágicas extensiones desérticas, cortadas por oasis de una belleza un poco agobiante, como el bochorno de su sol estival, pertenecen a muy pocos. Son frecuentadas algunas poblaciones catamarqueñas, como Andalgalá o Tinogasta, a las que el acceso directo en ferrocarril permite un relativamente fácil arribo; pero son menos frecuentes los que han visitado esa isla de verdor maravilloso que es Belén, los que han pernoctado en el Londres catamarqueño, los que han gozado del espectáculo dantesco de la selva petrificada que cas La Ciénaga, o que han ambulado por La Toma o La Puerta. Otro tanto ocurre, por idéntica razón, con las zonas más remotas, adyacentes a la Quebrada de Humahuaca. Miles de turistas han escalado, con ayuda de la emocionante cremallera, las poblaciones que, al norte de Jujuy, se van escalonando por aquel soberbio corredor montañoso que comunica a la Argentina con el altiplano boliviano. Han ido viendo cómo el aumento de la altura raleaba la vegetación, aun abundante al comienzo de la etapa. Cómo el cardón, las cactáceas, iban apareciendo como la planta típica casi única, que ponía su magra nota verde en la algarabía tonal, en el abigarramiento cromático de la Quebrada. Han admirado este sabio y deleitoso desborde de colores, tan estupendo que sobrepasa las posibilidades técnicas del pintor, y se han jurado ? con razón ? que este panorama de grandiosidad un poco deprimente, de dramatismo verdadero y patético, era lo más hermoso que sus ojos habían jamás contemplado como paisaje de montaña.

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